Esta Selección, la de figuras emergentes como Dalila Ippolito, Paulina Gramaglia o Chiara Singarella, tiene aún en su plantel jugadoras que vienen de la generación que marcó el rumbo, la que sufrió los dos años sin partidos de la Selección, las que se cruzaron con más puertas cerradas que abiertas y las que se alejaron por un tiempo del deporte porque les fue imposible compatibilizar su vida en la cancha con su vida fuera.
Vanina Correa vivió todo eso y mucho más. Está en su cuarto Mundial con Argentina, es la más grande del plantel con 39 años y la tercera en el Mundial, detrás de la canadiense Christine Sinclair y la nigeriana Ebi Onome (ambas con 40 cumplidos). Ella sabe lo que es vivir los sinsabores y estar hoy en un seleccionado con otras ambiciones que quiere lograr su primera victoria mundialista ante Sudáfrica.
Vestida de rojo, con el gesto adusto que la caracteriza, mostró en el arco la solidez de siempre ante Italia, buena salida en los centros, con el orden desde el fondo y con su lamento posterior al gol rival, sin mucho que hacer ante Girelli. Allí está otra vez Vanina, en su ¿último Mundial? Estuvo en aquella lista del primer Mundial, en el 2003, luego de ser campeona de América (en aquel momento llamado Sudamericano) en el 2006 repitió en el 2007, soportó los 11 goles ante Alemania y hasta fue a los únicos Juegos Olímpicos en los que estuvo Argentina. Justamente, la ausencia de la Selección en los siguientes mundiales coincidió con su adiós al arco.
Colgar los guantes
En San Nicolás, en la despedida de la Selección antes de emprender el viaje hacia Nueva Zelanda, Vanina salió a la cancha acompañada por sus mellizos Romeo y Luna. Ellos la admiran a Yamila Rodríguez pero la Flaca quería darse el gusto de estar en la cancha con ellos. Ellos, en parte, fueron la razón por la que Correa dejó de atajar durante cinco años. Agobiada, cansada y desencantada de un deporte en el que todo era con demasiado esfuerzo. Y con un claro deseo: ser mamá.
Nacida en Villa Gobernador Gálvez, comenzó a los 17 años en Rosario Central, su club actual, con el que acaba de cerrar su mejor temporada en Primera: un tercer puesto detrás de los dos equipos que jugaron la final (Boca, campeón y UAI Urquiza). Pasó por Boca, Banfield y Renato Cesarini. Se paró en el arco, como ocurre muchas veces, porque faltó uno -sí, uno, porque jugaba con sus hermanos varones y sus amigos- y ella ocupó ese lugar. Tenía 12 años.
En un fútbol completamente amateur -tanto en los clubes como en la Selección-, más un hobby que un trabajo, Vanina sintió que ya había cumplido sus metas futbolísticas y tenía otra más personal. Por eso, encaró un tratamiento de fertilidad y le puso el cuerpo al embarazo de mellizos. Su vida futbolística quedó en pausa: comenzó a trabajar como cajera en la Municipalidad de su ciudad, criando a sus hijos y viviendo fuera de la cancha. No quería saber nada con jugar ni siquiera un picado.
Un regreso inesperado
Pero sus amigas, que no podían creer que la arquera de dos mundiales, campeona de América y olímpica no atajara más. Comenzaron a invitarla a jugar y ella se sumó hasta que recibió un llamado que cambió todo: Carlos Borrello, exDT del equipo nacional, estaba preparando el equipo para ir por la clasificación mundialista a Francia 2019. Se puso en forma, se sumó al equipo, pidió licencia en la Municipalidad y fue figura ante Inglaterra, a la que le atajó un penal en la derrota por 1 a 0 en lo que fue hasta ahora la mejor performance Argentina en un Mundial: dos empates y una derrota por la mínima en la fase de grupos.
Hoy, la realidad de este plantel difiere bastante de aquel. Si Correa comenzó atajando con ropa que le cedían las categorías masculinas de la AFA, hoy tienen hasta un diseño exclusivo para esta Copa. Llegaron con 23 partidos de preparación, en los que fue titular en más de la mitad (en el resto atajó Laurina Oliveros, hoy lesionada). Ya no duermen en el micro antes de jugar un partido.
Aunque aún está lejos del ideal, Vanina es testigo del crecimiento. Y es parte involucrada también: su voz se hace oir y sus acciones se ven. Allí en Gálvez trabaja por el fútbol femenino y lanzó una liga infantil para nenas. Muchas, seguro, ya tienen su poster en la pieza.