Uno, dos, tres piques de pelota. Respirar. Abstraerse del marco. Enfocarse y pegar. ¡Ace! Franquito va a entrenar tenis con la campera de River. Con varios años más que él, un compañero hincha de Boca le advierte lo que le espera en la final de Madrid. Se planta, responde y sigue. Punto de quiebre. Game, set and match. Junta sus cosas, se sube a la bicicleta y pedalea hasta Cemento. Ya lleva puestos los botines para continuar con su rutina, un par de horas más. Finalizada la práctica con la Décima, todavía le queda por cumplir un ritual. Una, dos, tres pelotas cuidadosamente ubicadas. Respirar. Enfocarse y pegar. Nada lo hace pensar que en un año va a dejar su Azul natal, pero se está preparando. “Ese tiro libre que pateó contra Excursionistas y le pegó en el ángulo… Creo que le he visto patear miles. Se paraba solo en una cancha. Llamaba la atención. Pateaba, iba corriendo a buscar la pelota y volvía a patear”, le contó a Bolavip Bruno Carullo, su entrenador y uno de los encargados de coordinar la prueba que lo llevó al Millonario en 2019.
“Lo que me pasó al verlo tanto con la Selección como ahora en este debut tan rápido en Primera División, como sé que les pasó a otras personas que lo conocieron de chico, fue no sorprenderme, para nada, por sus cualidades físicas, por su forma de desenvolverse, de asentarse. Obvio que por una cuestión de edad sorprende. El proceso fue muy rápido. Con 16 años está en un club tan grande como River Plate jugando en Primera División. Pero Franco toda la vida fue igual. Nunca le importó quién estaba enfrente. Siempre tuvo la misma personalidad de pedir la pelota, hacerse dueño, encarar a los rivales, jugar. Lo que hacía seis años atrás, lo sigue haciendo en un Monumental con 85 mil personas”, agregó el DT que sigue atento a cada uno de sus pasos.
Quienes conocieron al pequeño Franco Mastantuono coinciden en resaltar que hubiera corrido una suerte similar en cualquier deporte al que se hubiese querido dedicar. En su infancia, hizo convivir el fútbol con el tenis y dio argumentos suficientes para defender esa teoría. “Le puse la raqueta en la mano. Tenía 5 o 6 años cuando empezó con la modalidad play and stay. Pelotas y raquetas adaptadas. Ahí vimos que disfrutaba mucho del juego. Cada desafío que le proponíamos, lo iba logrando. Respondía bien a todo. Al tiempito vimos que le gustaba el barullo de jugar partidos y toda esa movida. Solito se fue inclinando hacia la parte de competición más que la recreativa”, recordó Ignacio Poulet, su formador en el polvo de ladrillo del Club de Remo de Azul.
Fue el futbolista más joven del plantel de la Selección Argentina Sub 17 que a finales del año pasado disputó el Mundial de Indonesia. A su regreso al país, Martín Demichelis lo llevó de pretemporada con el plantel profesional y con el inicio de la competencia oficial no tardó en tener lugar su debut en Primera División, volviéndolo el tercer jugador más joven en la historia de River en hacerlo. Semanas después, marcó en la victoria del Millonario 3-0 ante Excursionistas por Copa Argentina, lo que le valió además superar a Javier Saviola como el goleador más precoz.
Franco Mastantuono no se dejó llevar nunca por los límites que impone el documento, ni por la estructurada división de categorías que hace el deporte. Fue él quien marcó su propio crecimiento y sus formadores la guía para apostar siempre a dar un paso más allá. “Él ya marcaba la diferencia. Acá en Azul, en divisiones inferiores, la primera categoría competitiva se arranca a los 12 años, que es la Décima División. De 12 para abajo son las Escuelitas. Franco empezó a jugar en la Décima con 9 años. Tres años de ventaja estaba dando con el resto de los chicos. Desde ahí vos ya te dabas cuenta que era distinto, que tenía condiciones. Dentro de la cancha no daba ninguna ventaja, era diferente. Pintaba para ser y a la vista están los resultados“, explicó Alejandro Ponce, presidente de la Liga, al recordar sus inicios en River Azuleño.
“Empezamos a jugar torneitos internos, después con otras ciudades. Hasta que a una edad prematura él ya se empezó a integrar a los equipos de tenis de la Federación del Centro, en los que yo era uno de los capitanes. A los 7 años el tipo ya estaba en uno de esos equipos, que se forman con los mejores jugadores de la Federación. De hecho, en aquellos momentos, era la que ganaba los torneos nacionales. En el primer año quedó número 5 del país. Se fue fogueando, empezamos a viajar. El padre me expresó que había sido muy importante toda esa etapa en la que viajaba conmigo, porque se logró el desapego. Cuando un pibe va a una pensión con 12 o 13 años, puede ser un factor condicionante. Pero él ya tenía toda esa parte trabajada”, confirmó Poulet.
“La parte formativa, de Escuelita, la hizo en River Azuleño. Siempre compitió y jugó con chicos más grandes. Nunca sintió presión ni demostró nerviosismo. Cuando llegó al club, nosotros también lo ubicamos en una categoría más grande, que era la 2006, en la que hacía una diferencia importante. Nunca ostentó nada, siendo consciente de que con 10 u 11 años era distinto a los demás. Nunca trató de sobresalir, ni adentro ni afuera de la cancha. Siempre trató de ayudar a los compañeros. Vos pensá que estaba para jugar con los de 13 y 14, pero jugando con los nenes de su edad, a los que por ahí les costaba el deporte, siempre los incentivó, los ayudó. No todos se manejan igual”, recordó Carullo.
Más allá del juego estilista que no tardó en seducir a los riverplatenses, Mastantuono mostró en apenas cinco partidos ser dueño de un aplomo poco común para los de su edad, especialmente porque le toca ser parte de un equipo que convive constantemente con el alto nivel de exigencia. “Lo que yo considero es que todos los problemas que van surgiendo, que se van planteando dentro de una cancha de tenis, porque los tenistas convivimos mucho con la frustración, lo fueron forjando. En el fútbol, esa frustración es compartida. Entonces el tipo está muy bien planteado. Convivió con la presión desde chiquito. No soy psicólogo, pero tengo trato con niños y deportistas. El fuego interior lo tiene. No se abatata. En criollo, tiene huevos. En situaciones de tenis hay chicos que se ponen nerviosos y se inhiben. Bueno, este es batallador”, señaló Nacho Poulet, quien además recurrió a una anécdota para ilustrar ese temperamento: “Siendo chiquito, un día antes de ir a un torneo, se puso a jugar al fútbol. Con los más grandes, obviamente. Le pegaron un pelotazo y jugó el torneo con toda la mano hinchada. Imaginate el nivel de huevos que tiene”.
También Bruno Carullo fue testigo directo de esa personalidad que ya sobresalía en la niñez y que sacaba a relucir incluso cuando su equipo estaba en inferioridad de condiciones: “Nos tocó participar de un Torneo Nacional en Mar del Plata con el club. Fue increíble. Enfrentamos a San Lorenzo. Sabíamos que estábamos muy por debajo de competir con ellos. Pero Franco salió a la cancha a hacerse cargo del equipo. No le importó nunca a quién tenía enfrente. Los encaraba, le hacían falta. Se paraba y volvía a encararlos. La perdía, la pedía y volvía a encararlos. Ya con 11 o 12 años se disfrutaba verlo”.
En Azul, el apellido Mastantuono está íntimamente relacionado al fútbol desde antes de la llegada al mundo de Franco, quien promete que por mucho tiempo esa herencia traspasará las fronteras de la ciudad. Además de dirigirlo en Escuelita, su papá Cristian fue un destacado centrodelantero. Diferente estilo, misma actitud. Según el presidente de la Liga Azuleña, quien más se le asemejaba era su tío Daniel, enganche. También jugaron Julio y Gustavo, los mayores. A la vez que Tito, su abuelo, fue un reconocido dirigente. “A mi me tocó compartir plantel con el padre, que fue un gran goleador, gran jugador con muchos años de trayectoria en nuestro fútbol. Tiene en la familia docentes a cargo, que para mí es un punto clave. La pedagogía en el deporte es muy importante y él lo tuvo dentro de su familia. Los consejos, el acompañamiento que tiene hoy, creo que es el adecuado”, destacó Carullo.
Cuando River salió a probar jugadores en Azul y la región, quienes llevaban tiempo compartido con Franco sabían que solo dependería de qué tan bien se hubiera despertado esa mañana para que diera inicio la historia que ya lo tiene como una de las grandes promesas del fútbol argentino. Su entrenador en Cemento fue uno de los coordinadores de esa jornada y tuvo por ello el privilegio de ser testigo directo de cómo logró impresionar a los captadores de talento del Millonario. “Obviamente deslumbró desde la primera jugada. Nosotros ya sabíamos que estaba para grandes cosas. Si tenía un buen día era decirle ‘tomá, llevate la camiseta y nos vemos en Buenos Aires’. Se hizo una segunda prueba en Bolivar, en la que nosotros acompañamos a él y tres chicos más. Lo mismo. Ahí estaban los seleccionados de cada ciudad de la región. Le tiraban la pelota y le decían ‘encará a los centrales’. Los enloqueció, terminaban en el piso. Con el tiempo fue a Buenos Aires, empezó un período de adaptación. Allá no lo vi, pero Franco es siempre el mismo. Jugando un fútbol cinco acá en su ciudad o compitiendo en el Monumental con River. Lo vive de la misma manera. Tiene muy incorporado el sentido de la competencia. A lo que jugaba, quería ganar. De buena manera. Nunca hizo trampa ni se enojó mal cuando le tocó perder”, señaló.
Para Nacho Poulet, las sensaciones fueron un tanto diferentes. Ambiguas. Por un lado fue la satisfacción de verlo crecer, cumplir un sueño. Por el otro, saber que tenía que despedirse de uno de los tenistas más prometedores de la ciudad desde la aparición de Federico Delbonis. “Cuando me dijo el padre que tenía la prueba de River, me quería morir. Lo tenía muy calado, sabía lo que rendía. Sabía que cualquier cosa que decidiera la iba a hacer muy bien. Fijate que ahora lo pusieron en Primera y juega como uno más. La prueba fue el mismo año en que quedó número 5 del país en Sub 12. Ya teníamos planeado que para mediados del año siguiente empezara a competir en Sub 14, pero apareció el maldito fútbol, que tanto nos apasiona a todos. Nosotros contentos, porque el pibe sigue haciendo lo que le gusta”, se sinceró.
REVOLUCIÓN EN AZUL
La ciudad que vio crecer a Franco Mastantuono está pendiente de su desarrollo. Celebra cada paso en su carrera como un logro colectivo. El orgullo se percibe en cada conversación cotidiana. Los más chicos ya lo toman como referente y piden de la vidriera de las tiendas de ropa deportiva esa camiseta que ya se vende con el 30 que él mismo reconoció haber elegido por Messi.
“Hay como un estallido. Justamente hace unos días estaba dando clases y saqué una foto, que se la mandé, de un pibito con la camiseta 30 de Franco Mastantuono. Está revolucionado el tema”, contó Poulet. “No te puedo explicar cómo lo viven en Azul. Imaginate que se están vendiendo camisetas de Franco. Antes que se vaya a la pretemporada se hizo acá un Partido de las Estrellas en el que juntaron a muchos jugadores de la ciudad y la región que hicieron una gran carrera deportiva. El estuvo presente, se paró a firmar autógrafos, a tomar un mate, a sacarse una foto. En Azul se manejó siempre de la misma manera. Por ahí ahora va a tener que ser un poquito más cauteloso porque se le van a tirar encima. Él iba y se entrenaba en su club con el primo. Los chiquitos lo miraban, lo esperaban para sacarse una foto. Y él siempre dispuesto con todos”, reforzó Carullo.
Los dos son hinchas de Boca y se reconocen fanáticos. Pero no más que de la joya de la ciudad, quien ya empezó a lograr en tierras azuleñas lo que solo los más grandes futbolistas de la historia han conseguido a nivel nacional: trascender incluso tan clásica rivalidad. “Te puedo asegurar que Franco es muy, pero muy fanático de River. Mirá que traté de convencerlo para que se haga de Boca, pero no hubo caso. Empezó tenis con la camiseta de River el pibe“, dijo el profesor que lo inició en el mundo de la raqueta.
“Yo soy hincha de Boca, fanático. Y me vuelvo loco cuando aparece Mastantuono. No me importa nada. Y como yo, un montón de gente acá en la ciudad. Trascendió los colores. Nos alegra, nos emociona, nos pone a hablar de él. En lugar de decir ‘qué feo está el día’, es ‘che, ¿viste el partido de Franca anoche”. Como ciudad se lo vive con mucha alegría. Te lo aseguro que así lo siente la gran mayoría de los azuleños”, confesó su DT en la Décima de Cemento Armado, club desde el que también Matías Almeyda dio el salto al Millonario.
EUROPA NO LO DESVELA
En plena desazón de los hinchas de River por saber que deberían resignarse a perder a Claudio Echeverri, ya vendido al City Group, antes de poder empezar a disfrutarlo en Primera División, la aparición rutilante de Franco Mastantuono llegó para curar la herida y volver a generar ilusión. Y aunque los agentes europeos tampoco tardaron en tomar apunte de su nombre, desde Azul invitan a los riverplatenses a confiar en que podrán verlo más tiempo con la banda, porque aseguran que su mayor sueño no está en el Viejo Continente, sino que es el que se le empezó a cumplir apenas iniciado el año.
“Su mayor premio era llegar a donde está hoy, que es la Primera de River. Muchos hablan del salto a Europa. Yo creo que Franco está viviendo su gran sueño y lo está disfrutando, con la cabeza en eso. Seguramente el día de mañana se le va a presentar la posibilidad de irse. Pero él está donde siempre quiso estar”, destacó Bruno Caruollo. Y agregó: “Lamentablemente el fútbol es un negocio y cada vez más grande. Quienes se encargan de manejarlo, justamente, no es la gente que entra a la cancha cada fin de semana. Los agentes tienen gran influencia. Tengo entendido que Franco está muy bien acompañado, rodeado por gente que le da una mano, por su propia familia, por gente de acá de Azul que lo banca en todas y a la vez no lo molesta. Se da toda una situación muy particular. Ojalá que lo podamos disfrutar acá. Yo soy partidario de poder tenerlo en nuestro fútbol unos años. Verlo jugar una Copa Libertadores. Ojalá se pueda dar. Y que después siga haciendo su camino, que no está escrito pero no descubrimos nada si decimos que tiene una gran carrera por delante”.