El momento de River es rarísimo. Si se observa el panorama, el equipo de Marcelo Gallardo empezó con mucha ilusión la temporada, entre la vuelta del mejor entrenador de su historia en el pasado curso, una pretemporada con él presente para poder entrenar y moldear el equipo de la mejor forma, refuerzos que se pensaba y se sigue pensando que son de jerarquía y varios desafíos durante el 2025 como son el torneo local por un lado, la Copa Libertadores por otro y, por supuesto, el Mundial de Clubes. Sin embargo, rápidamente, todo este castillo de naipes se cayó. Las cosas no salen y uno se pregunta cómo hará Gallardo para solucionarlo.

Desinterés e indiferencia: esas son las palabras que más representan al ‘Mundo River’ al día de hoy. El equipo juega mal, no encuentra la vuelta y no convierte goles. Tampoco aprovecha cuando genera oportunidades. Es muy difícil ilusionarse con este River que marcha cuarto en el torneo y también es difícil encontrarle méritos para poder mejorar.

A nivel defensivo, el equipo parecía funcionar con varias vallas invictas contra conjuntos como Independiente, Godoy Cruz, Lanús o San Martín de San Juan. Pero, cuando llegó Estudiantes, tiró abajo esa realidad y también esa solidez que se pensaba que existía. Y, a nivel ofensivo, las cosas no están mejor: ante Barcelona de Ecuador, River tuvo 17 chances de peligro y no marcó un solo tanto. Ante Sarmiento provocó 13 remates y desperdició 12 porque solamente uno terminó en gol. Ni siquiera la vía de la pelota parada ayuda, porque los penales no están siendo una tranquilidad: de 9 acertó 2.

En ese sentido, Borja es un caso muy particular y que refleja el ciclo de Gallardo porque era figura con Martín Demichelis. Pasó de ser el máximo goleador a, básicamente, un meme. El murmullo se adueña de la cancha cada vez que él ingresa, cada vez que es nombrado por la voz del estadio o cada vez que erra una oportunidad clara. Además, sin el gol, el colombiano es uno menos por ese desgano, esa apatía, esa indiferencia son aspectos que él refleja al jugar.

Los jugadores de River Plate se lamentan el empate ante Barcelona de Ecuador en la Copa Libertadores.

A su vez, las alternativas ofensivas juveniles tampoco es que tuvieron demasiadas chances en el corto segundo ciclo de Gallardo porque, más allá de la lesión de Agustín Ruberto, que en la previa tampoco había sumado muchos minutos, Mastantuono es el más creativo del conjunto. Pero, aun así, su estatus recién se elevó hace poco. Él, con personalidad y calidad, está haciéndose cargo de muchas cosas que no debería a su edad.

Es cierto que River perdió apenas un partido liguero, pero el equipo de Gallardo transmite poquísimo y los refuerzos no escapan a esa indiferencia. Gonzalo Montiel es el único que pudo erigirse como figura, Marcos Acuña tuvo problemas físicos y futbolísticos, Germán Pezzella fue de mayor a menor y todavía no está al nivel de lo que mostró en Betis. En tanto, del medio hacia adelante, el Muñeco no tiene garantías y le cuesta, salvo Mastantuono, saber quién tiene que jugar porque a veces decide por el que está menos peor.

El problema colectivo es grave. River no conecta salvo en determinados momentos, no presiona colectivamente, su circulación de pelota no es positiva, no hay creatividad y, en muchos casos, es muy predecible. Gallardo no le encuentra la vuelta y esto no quiere decir que no la encuentre, pero sí sorprende la falta de méritos de cara al gol siendo un entrenador que, si de algo se valió durante su tiempo en la primera etapa, era de aprovechar las oportunidades y crear o pulir grandes figuras.