River sufrió y padeció, pero sobre el final encontró el oxígeno que necesitaba para seguir soñando. En una noche adversa, el Millonario cayó 2-1 ante Palmeiras en el Monumental, por la ida de los cuartos de final de la Copa Libertadores, pero un zapatazo lejano de Lucas Martínez Quarta logró mantenerlo con vida de cara a la revancha en Brasil y dejar a los de Gallardo con una dosis de ilusión para la vuelta.

El primer tiempo fue un martirio para River, que se mostró desconocido y sin respuestas. A los cinco minutos, Gustavo Gómez aprovechó una desatención defensiva y con un cabezazo silenció Núñez para poner el 1-0. El baldazo de agua fría golpeó fuerte y Palmeiras, con José López encendido, siguió lastimando. El ex Lanús fue una pesadilla para la defensa local y a los 41 minutos habilitó a Vitor Roque, que mano a mano con Armani no falló: 2-0 y sensación de pesadilla para el Millonario.

En el complemento, Gallardo movió el tablero y le cambió la cara al equipo: dejó atrás la línea de cinco, metió a Quintero y el equipo cambió la cara. Con más fútbol y decisión, River empujó a Palmeiras contra su arco y generó varias situaciones. Sin embargo, la polémica también se hizo presente: el VAR llamó al árbitro Valenzuela por un posible penal de Weverton a Montiel. Tras revisar la jugada, sancionó la falta y amonestó al arquero, pero anuló la acción por offside previo del lateral, lo que desató la bronca en el Monumental.

El desahogo llegó recién a los 44 minutos de la segunda mitad. Martínez Quarta sacó un derechazo que se desvió en el camino para sellar el descuento. Gol que no solo despertó al estadio e invitó a ilusionarse con el empate, sino que le dio a River el aire necesario para viajar a Brasil con la serie abierta. El próximo miércoles, desde las 21.30 en el Allianz Parque, el Millonario tendrá la misión de revertir la historia, pero lo hará con autoestima, sabiendo que un solo tanto iguala la llave, y con la certeza de que la remontada es viable.