Para pretender el reconocimiento mundial que tienen Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, hay que tener la regularidad de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo. Porque Neymar le valió demasiado dinero al PSG como  para que le permitan solo tener algunos destellos por partido, como el del taco con el que asistió a Rabiot en el gol que abrió el partido.

El brasileño ni de cerca fue el peor de la cancha, apoyado por actuaciones tan grises como la del argentino Giovanni Lo Celso, que todavía se debe estar preguntando dónde lo paró a jugar Unai Emery y por qué. Pero el ex-Barcelona tampoco estuvo ni cerca de ser el que brilló junto a Suárez y Messi.

Por eso, cuando ya no quedó partido en el Santiago Bernabéu, las luces fueron todas para Cristiano Ronaldo, esa máquina creada para la Champions, y las sombras fueron para Neymar, el más castigado en la derrota del PSG, incluso el foco de las burlas de quienes cantaron victoria.

El brasileño, por ahora eligió el silencio. Sabe que tendrá revancha, en París, para torcer la historia. También sabe que si no lo logra, podría haber llegado a su fin aquel sueño que lo motivó a dejar Barcelona y que consistía en destronar a Messi y a Cristiano, y quedarse con el primer Balón de Oro de su carrera.