Enviados Especiales – San Juan. Argentina volvió a la victoria en Eliminatorias en una noche mágica de Messi. Crónicas de una fiesta bicentenaria que no debe esconder las miserias debajo de los manteles.
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“Le pido a la gente un poco de paciencia. Sabemos que la gente está cansada. Tenemos que estar todos juntos para salir de esto”, rogó Messi tras la humillantes, por las formas, derrota ante Brasil. En San Juan hubo paciencia y el rey respondió.
El sol fue el primero aparecer por la región cuyana, no quería perderse al crack de la Selección Argentina, quizá empatizando con el nuevo tono de pelo, y gobernó la tierra sanjuanina desde muy temprano, con la potencia de 32 abrumadores grados. O quizá más.
En San Juan paciencia sobra, por eso la fiesta se vivía con poca ansiedad. Uno se acercaba al estadio y los que más ruido hacían eran los colombianos, que se empezaron a juntar desde temprano y, comandados por el Cole, ponían la música.
Con el viento como cortina, el sol empezó a ceder en fade para darle lugar a su par en la tierra.
Cuando Messi entró en calor con algunos zurdazos en la previa, cuando ingresó ya con la cinta y la 10 tatuada en la espalda y resonó un contundente “Que de la mano, de Leo Messi”; ya no había dudas. El público respondió al pedido de paciencia y con un plus, el de la ilusión.
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En cada intervención, Lionel le dio claridad, luz, a la Selección Argentina. A la relación de la misma con la gente, al sistema de juego, a sus compañeros, al DT, al periodismo, a todo lo que lo rodeó.
Sacó a la luz la prueba de que la Selección aún existe, que el pueblo, o al menos mucha gente, aún puede disfrutar de ver a Messi, de verlo jugar en su máximo nivel, como en Barcelona, como en Champions League, pero en casa, en cualquier rincón del país, tenga o no capacidad hotelera a la altura.
San Juan pudo ver al crack en su máximo esplendor
Que puede haber, aunque sea por momentos, un hincha de la Selección. Que el esfuerzo de Mascherano puede seguir siendo reconocido y hasta a veces útil, que alguno de acá, o al menos de acá al lado, como Pratto, pueden ser más, en un momento determinado, que los de allá. Al menos mentalmente. Lo que no es menos en el fútbol.
Que la Selección puede llegar a ser una fiesta. Así como, sin Messi, Córdoba despidió con hostilidad al equipo (lo merecía), San Juan lo recibió con optimismo, y el 10 ayudó a cohesionar esa relación, a mantenerlo durante todo el partido, para rendirse ante sus pies tras cada intervención magnífica, para terminar con un show de pirotecnia y hasta aplaudiendo al público colombiano por ser parte de la fiesta.
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Pero ojo, que muchas de esas luces son artificiales. “El conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra”, explicó alguna vez el filósofo francés Gaston Bachelard. Y la iluminación al mando de Messi del equipo argentino ante Colombia, tiene debajo, y delante, una oscuridad infernal.
Problemas estructurales, un subterfugio de miserias, que condena al fútbol argentino en general y a la Albiceleste en particular. La luz de Messi ilumina y emociona, pero que no nos encandile. Listo, ya disfrutamos al 10 y al acogedor público sanjuanino, ahora se vendrán varios meses en los que habrá que hurgar en la oscuridad para no quedar ciegos.
+ La derrota en Córdoba ya había marcado muchas falencias colectivas