Comenzó su carrera en Atlético Nacional, pasó por el Zurich suizo y en 1994 llegó a Boca con cartel de crack. Para entonces, había integrado el proceso de la Selección de Colombia previo al Mundial de 1990, jugando las copas América de 1987 y 1989, pero una lesión lo había dejado sin boleto a Italia. Solo era el comienzo de una maldición que lo acompañaría durante toda su carrera.
JhonJairo Tréllez cumplía con todos los requisitos para llamar la atención, incluso sin jugar. Con su melena reggae y una actitud festiva, el colombiano se había ganado la simpatía de los Xeneizesantes de tocar el balón. Pero lo suyo no fue nada bueno: apenas llegó a disputar 16 partidos, en los que registró tres goles.
Su pobre rendimiento, otra vez condicionado por las lesiones, lo desafectó, también, del Mundial de Estados Unidos de 1994 a pesar de que, al igual que le sucedió en la previa de Italia 1990, ya era parte del álbum de figuritas.
“No fui a ningún Mundial, pero por lo menos salí dos veces en el álbum”, tuiteó ayer el jugador que se retiró en 2006, jugando en la Primera B de Colombia con el Bajo Cauca, habiéndose quedado muy lejos de la promesa que fue cuando le aportaba fútbol y goles al Atlético Nacional de sus amores.