Un día Tevez volvió a su casa y fue noticia en cada rincón del planeta. ¿Por qué? Porque todos necesitamos este tipo de héroes.

No tenemos rumbo. Los avances de la tecnología, la acumulación ilimitada de capital, la guerra, la desigualdad y otros factores, han transformado en este mundo en un lugar horrible para habitar. Quizá mejor que antes o que otras formas posibles, pero aún así horrible.

Somos presos de una dinámica frenética que nos lleva a aspirar a lugares inalcanzables, como ratones que giran para siempre en la misma rueda. Obsesionados por bienes materiales, efímeros, que nunca nos satisfacen, que solo nos generan más y más ansiedad.

El fútbol es un exponente clarísimo de esta realidad. Millones y millones que van y vienen, sin disimulo. Cifras obsenas, disparatadas, que se cuentan adelante de los pobres. Lujos, mansiones, chicas vip e información las 24 hs los 365 días del año.
Pero hay instantes de escape. De exilio, de alegría en este contexto desalentador. La pasión que sentimos por unos colores, la admiración hacia el talento ajeno, al arte, nos distraen de la locura, y eso está bien, es válido.

Se fue en 2004 y prometió volver en su plenitud. Lo cumplió.

Tevez se aburrió de este circo. De la Champions League, de las preguntas en inglés, de las comparaciones, de la opulencia europea. Y decidió bajarse, frenar la maquinaria y volver a casa.

Y si bien esto no deja de ser un pase entre dos clubes que manejan mucho dinero, las diferencias entre los mismos simbolizan este cambio radical. Los millones ya los tiene, cierto. La diferencia ya la hizo, no lo hace esto un revolucionario. Pero sí. Porque no es fácil desconectarse de tal modo, no es fácil rechazar un cheque en blanco como el que le ofreció el Atlético Madrid, escaparle a la revancha de la Champions que quedó tan cerca, de otro Scudetto servido.

Decidió recuperar la sonrisa, sin importar el precio, las pérdidas materiales. Decidió recuperarla y ofrecérsela a su pueblo, que lo ama. Pero mucho más aún. Decidió devolverlos la ilusión a los que todavía encontramos recovecos entre tanta guerra, locura y desigualdad.

El mundo habló de Carlitos, porque el mundo necesita más Carlitos.

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