La Selección Argentina cayó en la final del Mundial de Básquet de China 75-95 ante España y se quedó con la medalla de plata.
Ni el orgullo que genera verlos ni la gran actuación que han tenido a lo largo del Mundial de China serán atenuantes para decir que en la final Argentina jugó su peor partido del certamen. Lo sabe el entrenador y también los propios jugadores. Y por eso nos permitimos decirlo.
Scola estuvo controlado como nunca antes y casi no tuvo peso en ofensiva, Campazzo puso el corazón pero estuvo errático y a muchos jóvenes les pesó, por primera vez, la presión. Lo más sobresaliente fue, tal vez, Nicolás Laprovittola, que saltó del banco con soluciones cada vez que Sergio Henández lo requirió.
El camino inverso fue el que transitó España, duramente criticado por la prensa en el inicio de la competición; pero de enorme crecimiento en instancia de playoffs, llegando a disputar su mejor partido del Mundial en la final. Y eso ya vale el oro.
Dominada en los tres primeros cuartos, Argentina terminó con la frente alta con un muy buen cierre en el último, pero que no le alcanzó para descontar la ventaja que había concedido.
La medalla de plata vale y mucho para un equipo que invita a ilusionarse con muchos años más de protagonismo en el primer nivel Mundial. Pero es seguro que ellos, al menos hoy, no quieren que nadie los felicite. Porque un equipo tan competitivo como el que armó Sergio Hernández solo iba a conformarse hoy con ser campeón. Y eso vale mucho.
