La comunicación ha cambiado de formas rutilantes, y con ella el periodismo. Pero no se queda ahí, las formas en que se manejan, o deben manejarse, ha mutado también. El caso del retiro de Aimar, paradigma de una nueva era.
River jugó el martes el partido más importante de su historia reciente, las semifinales de la Copa Libertadores de América. Horas antes del encuentro un rumor surgido del inframundo digital explotó con la potencia de una bomba de átomos: Aimar había decidido dejar el fútbol. Curiosamente, el protagonista de la historia nada había declarado al respecto. No hubo palabras del 10 que tantas veces demostró la misma agilidad con el micrófono que con la pelota. Todo lo que se sabía era la existencia de un mensaje de whatsapp del jugador a sus compañeros.
Ni siquiera una captura de pantalla, una transcripción de la supuesta comunicación de Aimar apareció en twitter, tomó peso a fuerza de RT y se implantó en el subconsciente Millonario.
Ante la llegada del plantel al estadio los periodistas interceptaron a un distraído Pisculichi, quien vaya uno a saber si estaba al tanto de estar al aire, que confirmó la existencia del mensaje. Seguido a él, Barovero enfrentó a la prensa y confirmó el contenido, mostrando la intención del plantel de convencer al jugador.
Terminado el encuentro y sellada la victoria de River Plate, Marcelo Gallardo solo tuvo que esperar un puñado de preguntas en conferencia de prensa hasta que lo interrogaron al respecto. Tampoco dio marcha atrás el entrenador, el daño de la primicia ya estaba consumado.
Todo gran avance trae consigo sus desventajas.
Horas después Twitter golpeó de nuevo: un audio personal de Aimar, enviado a un amigo, confirmaba su decisión y los motivos detrás de ella.
En toda esta secuencia Aimar no dijo una sola palabra. No habló en ningún medio. No llamó a una conferencia de prensa. Su decisión, personal y privada, fue pública por decisión de otros.
Tras 14 años de exilio en el fútbol internacional Aimar volvió a la Argentina con la intención de probarse a si mismo que sí, que puede, que tiene más cosas para decir con sus pies en su hábitat natural. Muchas cosas cambiaron desde que se fue, y tuvo que adaptarse rápidamente a todas. Con lo que Aimar no contó fue con la metamorfosis del periodismo.
La inmediatez y masividad de las redes sociales se comieron la práctica de un profesión antigua , forjada en la concurrencia a entrenamientos, a kilómetros caminados por los pasillos de los clubes en búsqueda de la noticia. Sí, la tecnología facilita la investigación y nos informa sobre todo dato de valor, suceda donde suceda. Pero todo gran avance trae consigo sus desventajas.
Daniel Hedrera es un futbolista profesional que se desempeña en la Segunda división B de España. Lamentablemente su club, el CD Lealtad, decidió no contar con él en una nueva temporada. Más lamentable aún fue la forma en la que se lo comunicaron:
El asombro de Hedrera, reflejado en su cuenta personal de twitter, quizá deje de ser tal en un futuro cercano, donde lo inmoral y lo improbable se vuelve lo cotidiano.