La irrupción de Messi en el fútbol europeo invita a replantear la concepción de un juego que desde su creación tuvo récords bien distribuidos pero que en la actualidad se subordinan a un orden monopólico.
Desde su debut oficial en 2004, en un clásico ante Espanyol, Lionel Messi comenzó a revolucionar los sistemas estadísticos del fútbol. Es casi imposible seguir el ritmo de un hombre que, desde ese 16 de octubre en que se estrenó, condenó al olvido, o al menos a un segundo plano, a grandes estrellas históricas. Su primer récord, el del debut que lo convirtió en el jugador más joven de Barcelona en disputar un partido de La Liga, fue una de las pocas marcas que no pudo mantener ya que Bojan Krkic se lo arrebató en 2007.
En adelante, se dedicó a hacer pedazos todo aquello que al fútbol y sus protagonistas les había costado décadas construir. Hasta suena irrespetuoso que ese futbolista que no alcanza el metro setenta de estatura y se expresa entre murmullos se haya atrevido a instalarse en las páginas doradas que pertenecieron a hombres como Alfredo Di Stéfano, Michel Platini y Gerd Müller, entre otros tantos.
La coyuntura invita a plantear un nuevo escenario, Porque el fútbol fue uno antes y otro después de la aparición de Lionel Messi.
Sólo la presencia de un jugador galáctico como Cristiano Ronaldo parece amenazar, por momentos, el reino que el argentino se fabricó para si mismo y del que convida a unos pocos privilegiados que se benefician de su éxito. Puede gustar más o menos ese vértigo, puede extrañarse con melancolía la suela y la pausa, pero es imposible negar que Messi reinventó el fútbol y que hasta suena extraño estar hablando de un mismo juego si se mira antes y después de su aparición.
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