Un hombre culto, experimentado y de estilo europeo, todo producto de sus varios años vividos en España, primero como jugador y después como entrenador. 

Nadie puede negar la sabiduría que adquirió Juan Antonio Pizzi con un currículum que tiene a San Lorenzo, Valencia y a la Selección de Chile como estandartes.

Hoy, instalado en la Argentina más turbulenta de los últimos tiempos, es puntero de la Superliga y el candidato que más se acerca al campeonato, con la importante ventaja que implica jugar un sólo partido por semana.

A diferencia del resto de los rivales, los de Pizzi duermen tranquilos, piensan con tiempo y pisan el césped descansados. Se aprovechan my suman puntos mientras los de atrás quedan distraídos con tanto ruido y tanta competencia ajena al torneo local. 

Se reforzó, mucho y bien. Pidió por lo menos diez jugadores, se deshizo de varios que no encajaban en el esquema y, con mucha convicción, trajo de la muerte a varios a los que veíamos desahuciados. Se hizo de la estrella que en si misma forman los hermanos Romero y le puso la cinta a Blandi en brazo. 

En el día a día, el Lagarto sabe atacar por las bandas y usa laterales con mucho peso ofensivo. Trabaja bien la pelota parada, su defensa cierra a tiempo y Navarro es infalible debajo de los tres palos. Todo siempre con altísima posesión de pelota.

El Ciclón parece no querer dejar ni un punto perdido. En dos fechas lo recibe a Boca en el Nuevo Gasómetro y si pega como viene pegando, quizás ayude a calentar la ida por la Copa en el Monumental. Es cierto que el San Lorenzo de Pizzi no pelea casi nada, pero en la atmósfera podría jugar su propio partido.