Para los futbolistas de Atlético Nacional, clasificados a los cuartos de final de la Libertadores, la historia se cuenta de manera diferente a la que relataron los vencidos.

Desde hace ya un largo tiempo, el fútbol se volvió una de las disciplinas más egoístas en las que puede verse involucrado un ser humano, donde la figura del rival siempre sobresale por encima de la del colega y donde son pocos los gestos solidarios con el otro.

Atlético Nacional aprovechó la superioridad numérica para ganar la serie con autoridad

Por eso suceden situaciones como la que anoche se vivió en Medellín, con un equipo eliminado que abandonó el campo furioso, sintiendo que el juego no había sido otra cosa que una estafa; y con un ganador orgulloso, que no quiso ver o permitir que una seguidilla de situaciones polémicas les empañara la clasificación. Así, entonces, se construyeron dos relatos acerca de los mismos 90 minutos, donde todos tienen parte de razón, pero ninguno aceptó las razones del otro.

Y mientras la prensa argentina resalta y fogonea el enojo de Huracán; la colombiana tilda al equipo argentino de conflictivo y de haber estado desde el primer minuto de juego buscando ensuciar el juego. Que increparon al árbitro, que se enfrentaron a la policía, que hicieron tiempo, que se la pasaron protestando, son algunas de las razones que se esgrimen en tierras cafeteras.

Incluso los propios futbolistas de Atlético Nacional, como Sebastián Pérez y Alexander Mejía, se refirieron a su rival de turno diciendo que “los de Huracán son malos perdedores”. Un análisis tan pobre como la autocrítica del equipo argentino.

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