De común acuerdo con Ernesto Valverde, Lionel Messi inició sentado en el banco de suplentes el Derbi entre Espanyol y Barcelona. Y aunque fue Gerard Piqué quien se terminó por robar todo el protagonismo, por el gol que salvó el invicto del equipo culé, tuvo tiempo para hacer de las suyas.

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Es que cuesta encontrar a otro futbolista capaz de hacer lo que el crack argentino hizo en pleno diluvio, cuando el campo de juego no hacía tiempo a drenar el agua que estaba cayendo en Cornellá.

Messi, que supuestamente quería cuidar las piernas pensando en la Champions League a corto plazo y en el Mundial, tomó el balón detrás de la mitad de la cancha y aceleró el paso limpiando rivales, hasta terminar derribado.

Y si tal acción fuera poco para enaltecer todavía más al mejor jugador del mundo, vale la pena recordar que fue él quien le sirvió el balón a Piqué para que el defensor pudiera silenciar a toda la afición del Espanyol. Nunca menos.