Cada piloto que alcanza la Fórmula 1, con o sin éxito, resalta lo difícil que es llegar a la máxima categoría del automovilismo a nivel mundial. Y quizás haya una misión aún más complicada, que es la de mantenerse con vigencia carrera tras carrera. El caso de Nigel Mansell tiene un poco de todo esto, incluyendo victorias épicas y una historia de superación que vio afectado tanto su mente como su cuerpo con el fin de conquistar el título y grabar su nombre en la F1.

Nacido el 8 de agosto de 1953 en Upton upon Severn, Worcestershire (Inglaterra), el británico conoció el éxito desde muy joven en sus inicios en karting: fueron 15 títulos entre 1970 y 1976. Nunca tuvo el apoyo que necesitaba de su familia ni el dinero necesario para triunfar, pero ninguno de estos obstáculos se comparan a lo que le tenía preparado el destino.

Con 17 años, Mansell se enamoró de aquella mujer desconocida que lo iba a apoyar al circuito cada vez que corría. “Nos conocimos un día que viajaba al colegio cuando vi a esta encantadora joven, a quien había visto por ahí, y le ofrecí llevarla”, contó sobre Roseanne, pilar fundamental para que el piloto mantuviera vivo su fuego interno de querer ser una estrella del automovilismo.

1976 fue el año en donde Mansell logró debutar en la Fórmula Ford y 1977 el que se pudo haber despedido para siempre de las competencias. En plena sesión de clasificación en el autódromo Brands Hatch, el británico se fracturó el cuello y tuvo que ser hospitalizado. Los médicos le dijeron que estuvo cerca de quedar cuadripléjico y que no podría volver a correr nunca más, pero haber vendido su casa y hasta lo que no tenía para subsistir en la categoría hizo que su sueño sea indetenible.

Después de un exitoso paso por la Fórmula 3, donde logró una increíble victoria en Silverstone, aparecería el hombre que le cambió la vida. Colin Chapman, dueño de Lotus, le ofreció hacer una serie de pruebas mientras se recuperaba de un durísimo accidente que le costó serias fracturas en las vértebras y, con un importante suministro de calmantes para soportar el dolor, impresionó a la escudería para formar parte del equipo como reserva.

Su debut en la Fórmula 1 se produjo en agosto de 1980, cuando corrió el GP de Austria. Sin embargo, tuvo que abandonar por fallas mecánicas. Más tarde, se dio cuenta que había disputado su primera carrera en el Gran Circo con quemaduras de primer y segundo grado en su espalda por una filtración de combustible detrás de su asiento en el cockpit. Así arrancó su camino en la máxima categoría.

El camino hacia el triunfo se hizo tortuoso. Desde su estreno en la F1 hasta su primera victoria pasaron cinco años; como si fuera obra del destino, ese triunfo fue en Brands Hatch, donde casi deja para siempre las cuatro ruedas. Desde entonces, fue considerado como uno de los pilotos más relevantes del circuito, luchando con Michael Schumacher, Ayrton Senna y Alain Prost, entre otros.

Schumacher, Mansell y Senna compartiendo el podio. (Foto: IMAGO)

Mansell se retiró de la Fórmula 1 en 1992, pero no lo hizo sin antes ganar su único título. En el medio pasaron tres subcampeonatos en una era dominada por leyendas, pero ese fue su año: récord de pole positions (14) y consagración en Hungría con Williams, todo con 39 años de edad.

A la temporada siguiente, le puso fin a su historia en el Gran Circo: Williams fue a buscar a Prost y Mansell se sintió tan menospreciado que lo dejó todo. Luego, arrancó de cero en Estados Unidos y triunfó en IndyCar, algo inédito para aquel entonces para un expiloto de la Fórmula 1.