Jossimar Mosquera llegó a la Argentina desde Colombia a finales de 2004 para probarse en Godoy Cruz. Tres años después, en su vitrina personal había un ascenso, un título local y una copa internacional.

Hoy, a cinco años de su retiro después de haber pasado por clubes del ascenso como Almirante Brown, Guaraní Antonio Franco y J.J. Urquiza, entre otros, disfruta de sus hijos en su hogar de Ituzaingó y en diálogo con BOLAVIP, recordó sus épocas gloriosas en el fútbol argentino. Desde compartir vestuario con Enzo Pérez, Juan Sebastián Verón y Papu Gómez, entre otras glorias, hasta ser dirigido por el Cholo Simeone y Gustavo Alfaro.

-Leí que llegaste a la Argentina por recomendación de Chicho Serna, ¿puede ser? ¿Es verdad eso?

-Claro. Yo jugaba en segunda división del fútbol colombiano. En ese momento el club se llamaba Cauca, hoy es Águilas Doradas, pero en ese momento 2003-2004 jugábamos en Caucasia, en Antioquia. Es una zona pequeña, yo soy de Zaragoza, pero bueno, los municipios quedan ahí cerquita. Entonces, ahí Chicho Serna me recomienda como para venir a prueba, al Tomba directamente, o sea, yo vine directo al Tomba. Sin embargo, pasé por el CEFAR que hoy es el predio de Riestra. Ahí antes era la Candela, que era de Boca. En ese entonces manejado por Coqui Raffo, en diciembre de 2004.

-¿Pero, Chicho Serna cómo te conoció a vos?

-No, claro, lo que pasa es que Alejandro Domínguez es un tipo que es muy ligado al fútbol colombiano, estuvo presidiendo, creo que por ahí la Federación, algo así importante, y era muy amigo o es amigo de Chicho, entonces por medio de él y de don Néstor Fabián, fue que me brindaron la oportunidad de venir al fútbol argentino en ese momento, donde casi todos queríamos estar por acá.

-Y cuando llegas a Godoy Cruz, equipo de B Nacional en ese momento, ¿con qué panorama te encontrás?

-Yo llego para el Clausura del 2005, de enero a junio. Y bueno, yo hago la prueba y quedo en ese equipo de Pedro Troglio. Troglio arranca su debut como entrenador y yo llego como refuerzo a prueba y firmo, y quedo como uno de los cuatro refuerzos del mercado de verano.

-Y en ese plantel te encontrás con algunos jugadores que después terminaron siendo estrellas. Caso Enzo Pérez, por ejemplo.

-Enzo Pérez, sí, pero en ese Clausura casi no tuvo mucha participación. Era como que recién estaba acomodándose. Y ahí ya, cuando llega el profesor Chocho Llop es cuando él se afianza y ya era suyo el puesto. También estaban Sebastián Torrico, Diego Villar, Nicolás Olmedo, Ibáñez, entre otros, grandes jugadores.

-Cuando empezaste a compartir con Enzo Pérez, ¿Vos le veías chapa para después jugar en Europa y en la Selección?

-Sí, sí, sí. Total, total. Era un tipo que el entrenador le empezó a sacar lo mejor de sus virtudes, jugaba de 5, jugaba de doble 5, de volante por derecha, por izquierda, jugaba de delantero y en todas las posiciones eran siete u ocho puntos, o sea, no bajaba de ahí, era un rendimiento extraordinario, era un tipo que decía, guau, ¿cómo puede ser? Porque, no sé, vos jugás en una posición, en dos posiciones y ya te sacan de ahí, es como que te perdés. Pero el tipo de mitad del campo para adelante, respondía en todas las posiciones y todo lo hacía bien y sencillo, era muy versátil. Un polifuncional de los de ahora, ¿no?.

-¿Y vos con qué fútbol te encontraste acá? Cuando llegás a la Argentina y empezás los primeros entrenamientos, los primeros roces.

-No, no, a mí me fue muy duro, pero creo que me salvó el hecho de haber hecho una pretemporada muy difícil. Creo que yo estaba acostumbrado a correr dos o tres kilómetros en ese entonces, cuando se corría muchísimo. Después trabajo de fuerza y potencia, velocidad y listo. Cuando yo llego, te largan en una plaza de Mendoza, 10 o12 kilómetros, una locura. Yo recuerdo así, 60, 70 kilómetros en 15 días, aparte de eso, sumarle toda la fuerza, el trabajo de reducido, el trabajo de pelota parada. Entonces, cuando salías de la pretemporada, volabas. Pero ya cambió esa metodología, pues algunos entrenadores todavía creo que conservan, pero ha ido evolucionando mucho, ya no hacen ese tipo de pretemporada. Hoy vos ves a los jugadores más fuertes, más rápidos, más de todo. Pero bueno, qué sé yo. A los de esa época era lo que nos tocaba pasar para poder estar bien a la altura de las circunstancias.

-Cuando logran el ascenso en Godoy Cruz que le ganan la final a Chicago. ¿Cómo fueron esos festejos?

-Antes del ascenso, nosotros ganamos el Apertura en Ben Hur, diciembre de 2005. Eso fue una locura, nunca había visto algo semejante en la segunda división, pero ya cuando conozco acá, ya me doy cuenta que no es solo la segunda división, es la B Metropolitana, es el Argentino A, es el fútbol en general. A nosotros nos toca en Ben Hur, un día de mucho calor, ganar 1-0 allá en Rafaela, y la multitud espectacular. Cuando fuimos llegando a Mendoza, nos tuvieron que montar en el camión de los bomberos, era la ciudad paralizada, paralizada totalmente, fue algo histórico, creo, histórico, histórico. Todavía uno ve las fotos por ahí, que a veces las suben y dice ‘Mira qué lindo recuerdo’. No podíamos llegar al estadio. Sí, fue mucha la emoción. Y después el ascenso fue algo muy lindo. Nos tocó en el Malvinas, allí, pero ya fue algo soñado, realmente.

Simeone lo pidió para Estudiantes de La Plata

-Apenas lográs el ascenso con Godoy Cruz, pasás a Estudiantes. Calculo que fue un cambio fuerte porque era un Estudiantes repleto de figuras.

-Otro momento que vos decís, ‘No te puede tocar algo así’, o sea, viste cuando uno dice, ‘Guau, me tocó’. Hoy uno lo cuenta, me tocó vivir eso. No, lo duro que fue, fue una experiencia brutal, porque de todas manera, yo había tenido la oportunidad de haber jugado casi todos los partidos en Godoy Cruz, de ser titular, de estar, digamos, que entre todos bien, ¿viste? Llegar a un club, Primera División con la calidad de los jugadores, hacer los reducidos, trabajos donde ya no era esa. ¿Cómo te explico? No era ese juego de segunda división, sino que ya era un juego de los pases de primera, perfilarte, ir a presionar, saber dónde presionar, empezar a entender eso. La velocidad con la que jugaban esos chicos, imagínate, Sosa, Verón, Chapu Braña, Maggiolo, Lugüercio, Pavone, Calderón, el Tano Ortíz, Alayes, el arquero era Herrera y después Andújar. Imagínate, Angeleri, Casierra, por el otro lado, Pablo Álvarez, bueno, entre otros, que uno de los que más uno se acuerda, ¿no? Era, aparte en City Bell, o sea, que yo no tenía que andar en un colectivo toda la mañana para ir a entrenar a una plaza, sino que llegabas ahí. Eso también te ayuda a mejorar. Vos tenías el hotel ahí, el desayuno, el gimnasio al lado y la cancha. O sea, que vos no salías de ese predio. Y, bueno, aparte, yo llego y me lesiono. Yo llego, voy dos partidos al banco y en un amistoso me fracturo el empeine, y ahí fue como que lo peor. Pero bueno, gracias a Dios, me encontré en un cuerpo étnico que me supo apoyar y compañeros que también.

-¿Y cómo era ese vestuario con Verón adentro?

-Todos los pergaminos. No, no solo él, sino todos los compañeros, pero nos pasaba que después lo hablábamos algo particular y era que el equipo, cuando él jugaba, todos jugaban, era como que ganábamos. Era como que había un plus extra que generaba tener al tipo dentro de la cancha que hacía que vos hicieras el 110%, a full. Si yo era defensor, no era que me decían, ‘tirá un caño o salí jugando’, no, vos hacé lo que vos sabés hacer, pero hacelo bien y punto. Si vos sabés recuperar y entregar, recuperá y entregá. Pero hacelo al 1.000%. Y el cuerpo técnico que teníamos también habían logrado todo como jugadores, pero tenían un hambre de gloria y, bueno, eso también ayudó mucho al entorno, a la ciudad. Todo a que fuese el comienzo de unos años muy exitosos para Estudiantes de la Plata.

-Sin dudas. Ahora, a vos te toca un Simeone que recién arrancaba como técnico, pero que era un Simeone muy distinto al que después terminó siendo porque se lo criticaba hasta por ser muy ofensivo.

-Es que viste que pasan los años y uno lo ve en la tele y uno dice, pero yo jugando con Simone, como juega ahora, yo sabés qué, hubiese sido Gardel, hermano. Mira, arrancábamos los partidos a los 15 minutos y ya te tenías que ir a parar a mitad de cancha a presionar, y a veces los equipos te obligan a retroceder y él gritaba, ‘No metás el trasero atrás, salí, salí, tenés 25 años, salí’. Después llegaba al entretiempo. Pero, ¿qué le pasa? ‘No, acá no venimos a empatar’, y si iba 0-0, te sacaba un defensor y te metía un delantero, y vamos. Y hoy en día vos lo ves que es otro fútbol, es otra calidad de jugadores. Pero bueno, uno aparte era, no sé qué sé yo, tenían ganas de ganar y posiblemente el fútbol era mucha presión y no había otra cosa. Hoy el fútbol lo veo un poco más pausado, porque se estudian un poquito más, salen a leerse, es muy táctico, antes era presionar y correr y meter y saltar, y presión y punto. Y así.

-Ese Estudiante tiene un partido icónico, que es la goleada Gimnasia. Quiero saber si, ¿Antes se imaginaban semejante triunfo o simplemente era un clásico más que no se les cruzaba ni por la cabeza golear?

-Pero ese clásico tenía algo particular porque era la vuelta de Verón. Yo recuerdo, yo estaba lesionado, yo estaba con la fractura de empeine y estaba en la tribuna, pero hermano, el marco que había ese 15 de octubre era un sol espectacular. Ganar lo íbamos a ganar, el equipo en ese momento venía creciendo y veníamos de un montón de partidos sin perder, ya venía afianzado todo y Gimnasia venía más o menos. O sea, que teníamos muchas posibilidades, pero un 7-0 ya era mucho, ya era algo, pues, soñado, obviamente, pero algo increíble. Las cosas se fueron dando así, muy rápido. Aparte, no sé, Pavone estaba en su mejor momento, Calderón, Andújar, creo que ya era el titular, ya había agarrado la titularidad y ese fue el equipo.

-Vos te lesionaste de arranque, pero ¿cuándo te recuperas? ¿Cuándo vuelves a los entrenamientos?

-No, yo ese semestre casi no jugué. Yo regresaba a entrenar y otra vez me lastimaba. Hay una anécdota por ahí con Lugüercio. Yo pensaba que en diciembre me iban a dar salida porque yo no podía jugar y la presión. Entonces, cuando termina el campeonato, Simeone me dice, ‘Felicitaciones por el campeonato’, yo digo que ni había jugado. Me dijo, ‘Felicitaciones, vaya a disfrutar con su familia y el 8 de enero te quiero acá, a las 8 de la mañana, y que seas el primero’. Y ahí, ahí sí, empecé a disfrutar del logro de mis compañeros, ¿me entendés? De haber estado ahí, y cuando yo debuto, empiezo a andar muy bien, ¿viste? Y estoy en la ducha, diciendo, ‘Gracias a Dios, Dios mío, pude andar bien’. Y entra Lugüercio, se me para y me dice, ‘Discúlpame te tengo que decir algo, pensé que eras el peor jugador que había vestido la camiseta Estudiantes’. Y me dice ‘Lo que pasa es que te lesionabas, te salías de las prácticas, era algo que no se podía creer, cómo un jugador pudo haber llegado así, pero hoy me doy cuenta por qué’. Un pensamiento que quizás uno también lo tenía. Entonces, siempre era como esa preocupación, pero cuando él me lo dijo, pues uno lo toma de todas maneras como un halago al final, porque fue un premio al esfuerzo y al querer revertir la situación hay un Estudiante que después terminé jugando un par de partidos más.

-Y en los entrenamientos de ese Estudiantes, ¿sufrías marcar a esos jugadores?

-Imagínate que yo me recupero y de una me meto a tratar. Entonces, yo tratando de luchar con la lesión y enfrentarme a esos jugadores que volaban. Entonces, era, no sé. No terminaba los entrenamientos, salía contracturado porque pisaba mal, esos jugadores eran aviones, todos los entrenamientos, para mí eran un sufrimiento, yo te juro. Ese semestre era un sufrimiento, porque yo, cuando salía a entrenar, yo ya quería demostrar para qué me habían llevado a mí al club y no podía. Entonces, los entrenamientos de ese semestre fueron muy duros, fue muy duro. Fue un semestre muy, muy difícil, pero bueno. Queda lo lindo haber jugado con todos esos jugadores en ese gran nivel, ese campeonato, toda la experiencia, todo eso fue una época muy linda.

Mosquera junto a Julito Grondona en el aniversario por los 10 años de la Copa Sudamericana

-Ahora, es increíble, pero tenías un aura, porque ascendiste con Godoy Cruz, fuiste campeón de Estudiantes, pasás a Arsenal y sos parte del equipo que gana la Copa Sudamericana.

-Escúchame, cuando subo a Primera fue todo después del sufrimiento, ya iban a darme continuidad y llego tarde a la pretemporada de Estudiantes. Entonces estaba el Chavo Desábato que estaba haciendo una pretemporada muy buena y ahí el Cholo me dijo, ‘Tenías que llegar hasta el 2 de julio, apareciste como el 16, no. Desábato apareció el 2 de julio. Está Desábato, Alaya, Domínguez, Fede Fernández y otro más. Así que vos vas a pasar a ser el quinto o sexto defensor’. Pero bueno, yo ya llegué tarde y en ese profesionalismo ahí las cosas son muy estrictas, es un nivel, no es para cualquiera. Entonces, ahí me tocó que salir a buscar club, mi representante habló con Alfaro y nos abrió las puertas de Arsenal de Sarandí. Y otra historia, ¿no?.

-Justo nombraste a Alfaro, hoy dirigiendo selecciones, y se hacen muy viral sus charlas en todo el mundo. ¿A ustedes, cuando les hablaba, les citaba también poetas, escritores?

-Siempre. Por ahí, a veces, cuando uno habla con algunos de los que estuvimos en Arsenal y uno dice, a veces el tipo te estaba retando, y vos no sabías si te estaba retando o te estaba elogiando, porque empezaba diciendo ese montón de palabras, y yo decía, ‘Dios mío, ¿qué será? ¿hice las cosas mal? ¿las dice bien? Bueno, ¿qué se yo? Ya pues, sigamos mientras nos ponga a jugar’. Pero uno después tiene que ir a buscar esas palabras en el diccionario y qué carajo habrá querido decir con eso, hermano. Pero bueno, lo que pasa es que también fue un momento de mucha alegría, porque en ese equipo humildemente le ganamos a los grandes y les jugábamos de tú a tú. Entonces era como que era un motivo de mucha alegría y mucha confianza.

-Hoy en día pasa con Barracas Central en Primera, que se lo señala mucho por ser “el equipo de Tapia”. En ese momento, con Grondona en AFA, se señalaba mucho a Arsenal como en equipo del poder. ¿Vos, estando ahí dentro, viviste algún tipo de situación anormal dentro o fuera de la cancha?

-No, no, mira, se habla mucho hasta que el árbitro inicia el partido, y después es 11 contra 11, y si la pelota pegaba en el palo entraba, era gol. La verdad que, primero, con Alfaro, empezamos a encerrarnos muy bien. Él tácticamente nos ordenaba mucho y nosotros éramos un equipo muy ordenado, y aparte, en ese equipo teníamos a un Papu Gómez, que era un pibito que la rompía toda. Después teníamos la experiencia de Calderón, después entraba Yacuzzi, a San Martín, a Castiglione, a Villar, a Israel Damonte, o sea, a Cristian Díaz, no éramos un equipo que íbamos a hacer mucha tenencia de pelota. Era un equipo que nos encerrábamos, utilizábamos la pelota parada y bueno, si ganábamos no era que los árbitros iban a venir a cabecear una pelota, no, eso es bobadas me parece. A nosotros nos costaban mucho. Todos los partidos nos costaban. También íbamos de visitantes, a veces nos comíamos tres o cuatro goles, y nadie te ayudaba ahí. Entonces, era más para el afuera.

-¿Y el Papu cómo era en ese Arsenal?

-Bueno, yo no estoy descubriendo nada, pero es que jugaba mucho, jugaba mucho. Y ahí, al final, jugaba libre, o sea, él tenía la libertad de pararse por donde él quisiese y atacar y el tipo, no sé, por ahí se te desaparecía cinco o seis minutos, después agarraba esa pelota, se sacaba tres y hacía un golazo. Ahí en ese Arsenal era mucha la diferencia que hacíamos con el Papu.

-Antes de llegar a la final de la Sudamericana, ustedes eliminan al River de Passarella en el Monumental. ¿Cómo vivieron ese partido? ¿Sentían presión en la previa o sabían que la presión estaba del otro lado?

-Lo que pasa es que vos, a medida que ibas pasando de fase, te empezabas a ilusionar, pues ¿y cómo? No sé, arrancó con San Lorenzo, que era el último campeón, y le ganaste. Después vas a Brasil, que vos decís, sos Arsenal, vas a Brasil por más de que sea Goias, lo goleamos. Después Chivas en México, contra un equipo que es muy bueno, uno de los equipos protagonistas de ese momento del campeonato local y pasas. Entonces, bueno, te toca River, el monstruo, te toca Falcao, Carrizzo, el Burrito Ortega, Buonanotte, René Lima… Bueno, nosotros quedamos 0-0 en el partido local y vamos de visitante. Cuando arranca el partido, ellos nos empiezan a atacar pero nosotros tenemos una buena situación con Yacuzzi que pega en el travesaño. Entonces, ahí es como que uno creía que se podía ganar, pero después River nos entró por todos lados. El otro día me mandaron un recorte así y empecé a ver un poquito, ese River nos atacó por todos lados. Bellucci tuvo una jugada en el primer tiempo, que no sé por dónde se filtró entre el 6 y el 3 nuestro y definió mal. Y después, bueno, Mario Cuenca, teníamos nuestro arquero. Viste que para ser el campeón siempre tenés que tener ese arquero que te salve esas pelotas. Y bueno, nosotros contábamos con Cuenca.

-¿Y cómo fue ese momento después del penal de Cuenca? ¿Cuánto duró el festejo en el vestuario?

-Viste cuando piensas, ¿será verdad?. Nada más que un ratito, vámonos a casa. Imagínate que nosotros ascendemos y terminamos en el obelisco. Solamente los jugadores y un par de los hinchas tomando un par de fotos y ya está. Los festejos sí, es muy lindo, porque de todas maneras eliminás a un grande y en su casa. A esos equipos, siempre que tener la oportunidad de ganarles, hay que celebrarlo bien.

-Cuando logran el título de Sudamericana, ya salen campeones en un partido tremendo. Además, habían ganado allá, se terminan sufriendo más de local. ¿Ahí le juro un poco en contra de la presión en ese momento?

-Es que, bueno, fue el mejor partido que jugamos. En el vestuario, la charla con el video emotivo de la familia, hubo lágrimas, como que fue un vestuario muy sentimental. Salimos a la cancha y creo que fue el mejor partido que jugamos. Atacamos al América, Ochoa sacaba pelotas de todos los costados, yo erré un gol, Calderón también y en un momento nos encontramos perdiendo 2-0, pero bueno, teníamos el esfuerzo del Papu Gómez, ya lo teníamos más retrasado, ya cansado, pero bueno, por suerte ese día entró Andrizzi y nos salvó las papas.

-¿Hubo después, una presencia de Grondona, un mensaje, una felicitación, algo?

-En el vestuario, no. Sí el hijo, o sea, el presidente, que era Julito, y toda la familia al final. Sí tuve la oportunidad de saludarlo, en la Suruga Bank en el vestuario de saludarlo, de darle la mano y conocerlo, porque de todas maneras era el tipo del mundo.

-Y después, en tu carrera, estuviste mucho por el ascenso. ¿Cuándo es que te retiraste vos?

-Yo, la verdad es que ya en J.J. Urquiza dejé profesionalmente en el 2017/18 a los 36-37 años, ya fue como la última etapa, ya tenía mucho dolor, ya venía con mucho dolor y mucha molestia, pero sí alcancé a jugar bastante, pero ya el cuerpo no respondía. Mentalmente podía resolver, pero ya físicamente ya era como que ya te cansa también, apartarte el Ascenso es muy diferente a lo que uno vivió en Primera. Ya pasa por un tema, no sé, las comodidades. Ya era otra cosa, ya era hora. El fútbol del Ascenso es muy competitivo, es muy bueno, te encuentras con canchas espectaculares, jugadores muy buenos. Pero bueno, hay otras necesidades, viste, otro mundo.

-¿De qué tipo de necesidades hablás?

-Y de la C, claro, tenían que salir a trabajar y eso. Mira, necesitan mucho desgaste, por ahí pues no concentrar para ir a jugar, simplemente te dan un almuerzo y a la cancha y a veces teníamos que ir a Rosario en el mismo día y volver. Y eso, aunque no creas, ya te gasta, ya cuando uno es grande, ya viste, ya le duele. Pero bueno, es el fútbol, es el Ascenso.

-¿Y te queda alguna cuenta pendiente en tu carrera?

-No, no. Puede disfrutar de todo la verdad. Tuve la oportunidad de disfrutar los lugares donde fui, me presionaba mucho cuando perdía, porque siempre quería estar y me esforcé demasiado, lo disfruté, disfruté todo lo que pasó. Lo que pasa es que ahora que uno está más tranquilo es que se empieza a realizar y decir, mira, qué loco, ¿no? Qué mal me quedaba yo cuando perdía un partido, sabiendo que lo único que era entrar al vestuario y disfrutar de los compañeros, del mate, del lugar de donde estaba la gente. Por ahí de pronto, en Independiente de Rivadavia nos quedó como una cuenta pendiente porque fuimos muchos jugadores y era como una oportunidad de haber hecho algo mejor. Fue el Ogro Fabbiani, Marco Berítez Ojeda, estuvo Josué Ayala, el pelado Gómez, varios jugadores que habíamos estado en Primera, que no sé, podíamos haber hecho una mejor performance.

-Con toda tu experiencia, cuando te encontrás con equipos ganadores, ¿eso está más ligado a la calidad de los jugadores o a lo mental?

-A veces no importa si venís ganando o muy bien, sino por el estado de ánimo. Yo estuve en partidos que no sabes ni cómo los ganaste porque todos los números indicaba lo contrario. Creo que pasa mucho por lo mental y hoy eso es muy importante. Antes tal vez vos decías que necesitabas un psicólogo y te decían no, andate y que venga otro. ‘¿Terapia? No, no estás mentalmente capacitado para lo que no estamos jugando’, mirá lo que te decían. Entonces cuando te preguntaban cómo estabas decías 100 puntos, no importa nada. Y a veces por ahí no estabas bárbaro, pero esa incomodidad había que dejarla afuera. Por suerte eso ha cambiado. Uno hoy lo ve a Dibu Martínez que habla mucho de su psicólogo y qué loco que eso ha pasado siempre y ahora gracias a Dios se puede hablar.

-Y para hablar justo sobre el tema de racismo que estalló por Enzo Fernández, ¿vos viviste en Argentina algún episodio dentro o fuera de la cancha de racismo?

-Nunca. Ni compañeros, rivales ni en la tribuna. Siempre fue con un respeto total acá en Argentina. Siempre muy agradecido a este país. Sí en la cancha algunos insultos por tal vez cómo uno defendía o metía, pero nada de comentarios por el color de piel. Ni la prensa tampoco, puedo decir que acá en Argentina estuve con otros compañeros como Roger Martínez y también lo mismo, siempre respeto total. Cero comentarios. Creo que lo de Enzo es más una canción de la alegría, del momento del vestuario, del chiste, pero bueno, a veces uno juega muchas finales contra el mismo rival y quiere encarnarse, pero no pasa nada.