“Hasta el día de hoy me cuesta. Me extraño un montón. A lo mejor ahora estaría canoso, con mi melena, con otra imagen”. Oscar Alberto Dertycia tiene 60 años pero no peina canas. Después de un Fiorentina – Napoli, de una caída de Diego Maradona sobre su pierna, de una lesión que le costó 10 meses de recuperación, no sólo perdió absolutamente todo su pelo: también se perdió de ir a un Mundial. Ya se había perdido uno por decisión de Bilardo y tras aquel choque se quedó sin su revancha.

Por su forma de hablar parece estar sonriendo siempre. Hasta cuando comienza a relatar en la charla con BOLAVIP aquellos tiempos oscuros. A todo parece encontrarle un sentido positivo y hoy capitaliza todo ese aprendizaje charlando con chicos: Oscar trabaja en la Agencia Córdoba Deportes y tiene a su cargo el Museo Provincial del Deporte que se encuentra ubicado en el hall central del estadio Mario Kempes, casualmente, o no, su ídolo de chico. Muchos de los objetos que componen la colección, unas 250 prendas de todo tipo, son suyas.

Pero además, dirige la escuela de fútbol que funciona también en el estadio. Se nota el orgullo que siente y lo traslada a los números para dar a entender también porqué Córdoba siempre fue una usina de jugadores: “Un día sábado tenés 12.000 niños que están jugando en distintos lugares”. En el Kempes tienen unos 300, aunque no compiten oficialmente. Cuando aparece algún “polvorita”, como les dice Dertycia a los talentosos, siempre terminan en algún equipo.

“Cuando vienen les hacemos una guía turística sobre el vestuario donde estuvo la Selección Argentina, donde estuvieron Messi, Di María, Higuaín, Agüero,  Mascherano, Chiquito Romero, Julián Álvarez, les damos esa charla, les cuento algo de mi historia, de mi vida y salen a la cancha de fútbol”. Menciona a la Araña del Atlético Madrid por primera vez y cuenta.

“A los 10 años me lo presentaron, que fui a una entrega de premios, y Piero Foglia, que creo que fue el descubridor, me dice ‘Oscar, este niño de 10 años ya lo tiene fichado River‘. Es un distinto. A esas edades ya te das cuenta. Y ya sabés que en un futuro, en un no muy largo tiempo ya va a estar en un equipo de los grandes. Después, cuando vino a jugar con la Selección, fui a los vestuarios, cuando iba saliendo y le pedí la camiseta para el museo y te imaginás que sin ningún problema dejó la camiseta firmada del partido”.

Dertycia y Maradona juntos en la Selección. Foto IG Dertygol.

El Museo en su casa

La de Julián Alvarez, nacido en Calchín, Provincia de Córdoba, es una de las tantas camisetas que están en el museo. El se encarga muchas veces de acercarse a las figuras -hace poco lo hizo con Cavani, quién le donó un short de Boca– para seguir sumando ítems a la colección. Quizás estos sean los más recientes pero el acopio comenzó cuando llegó a Europa, tras surgir en Instituto y pasar por Argentinos Juniors.

“Cuando llegué a Italia, empecé a guardar camisetas, porque antes no se cambiaban tantas como ahora. Y cuando tenía oportunidades cambiaba, cuando me fui a Italia la segunda vez me llevé camisetas, réplicas de Independiente, de San Lorenzo, de Racing, de Boca, de River. Algunas se las regalé a Roberto Baggio, por ejemplo y a otros chicos”.

-¿Qué camiseta le diste a Baggio?
-No me acuerdo si fue la de Boca, la de River, y él me regaló la número 10 de la Fiorentina, tengo la suerte de enfrentármelo en la Copa UEFA, un Juventus – Tenerife, nos deja eliminados en octavos de final y me dejó cinco camisetas, dos blancas y negras y otras amarillas, yo me quedé con la amarilla porque me gustó más y la blanca y negra se la regalé a Jorge Valdano para el hijo; después no sé a quién más le regalé. Y así fui coleccionando, la de Franco Baresi, la de Fernando Redondo del Real Madrid, la de Caniggia del Atalanta, la de Guardiola del Barcelona, de Valverde, la del Atlético Bilbao, la número 7. Esas camisetas las tengo acá en mi casa y las otras que están en el museo. La de Eduardo Saporitti de River, la número 4 de la época que no tenían publicidades, la de Sotomayor de Vélez, la de Talleres de Julián Maidana, la de Marioni, la de Wanchope Abila, la de Cristian Bernardi, la de Pedro Troglio de Gimnasia, cuando ascendieron creo, me la regaló, tiene manchas, con barro, todo. La de Diego Cagna, la de Diego Latorre de Racing, de Central, de Boca. Me faltó la de Chacarita. Camisetas de distintos jugadores que pude rescatar. Porque en la época mía, como te digo, no se cambiaban tantas camisetas. La de Maradona, la número 10, la número 16, la única vez que jugó con la número 16. Con el Napoli. 

Sí, esa camiseta histórica de Diego se puede disfrutar en el Museo.

-¿Por qué tenés esa reliquia en tu poder?
-Tiene una historia muy linda. Diego en ese momento estaba peleado con Ferlaino (Corrado, presidente del Napoli), no había hecho la pretemporada, venía con unos kilos de más, barbudo, y en ese momento jugaba Napoli – Fiorentina, y ahí entran del 1 al 11, y del 12 al 16 los suplentes. Ese día la número 10 la llevó otro jugador. Íbamos ganando 2-0 con dos goles Roberto Baggio y te imaginás en el entretiempo 50.000 personas ‘Diego, Diego, Maradóó, Maradóó’, entró Diego con el número 16 y a los cinco minutos penal para el Napoli, se lo ataja Alan Ducci, el arquero nuestro y, lo que tienen los distintos como Diego, ese talento, esa diferencia. Bueno, Diego en 30 minutos que faltaban, tres jugadas de él, tres maravillas y tres goles de Napoli. Y la camiseta 16, cuando vamos por el túnel, se la pido, me la cambia y le están haciendo el reportaje y él tiene la camiseta número 9 puesta, la mía blanca. Y la número 16 la tengo yo en mi poder.

Dertycia y las dos camisetas de Diego que están en el museo, la celeste tiene el número 16. Foto Prensa Córdoba

Su colección no se limita a camisetas y pelotas. También a fotos. Sus redes sociales están inundadas de fotos con futbolistas históricos, jugadores de renombre, recuerdos que conserva y que muestra con orgullo. Dice que junta sus goles, que a veces aparecen en videos perdidos y él los va recolectando. Los pasó de VHS a DVD y ahora a un pendrive, según va avanzando la tecnología.

Es que hizo muchos goles. En el 83 ya había jugado un Mundial Juvenil. Y en el 84 Carlos Bilardo ya lo había llevado a jugar a la Mayor. Para el Mundial 86 tenía apenas 21 años y el Doctor eligió no llevarlo. Pero él se siente campeón del Mundo igual.

-Alguna vez dijiste que también te sentiste campeón…
-¿Qué le pasó al Kun Agüero? No pudo jugar el Mundial, pero estuvo en las Eliminatorias, en la previa. Yo estuve en las eliminatorias del 85-86 y quedé afuera de la lista como el número 23. Y uno se siente campeón del mundo porque el día antes de la final hablaba a la concentración. Hablé con Pumpido, con Madero, con el profesor Echeverría, con Bochini, con Giusti, con Ruggeri. Y ellos me dijeron ‘si salimos campeones, te esperamos en Ezeiza’. Listo. Salió campeón Argentina, me fui de Córdoba con mi señora a Buenos Aires, me esperó un tío que tenía ahí, y me llevó a Ezeiza. Los esperé, los saludé, los recibí. Diego mismo me dice: “Cordobés vamos a la Casa Rosada”. Y ellos me subieron al bus y me fui a la Casa Rosada. Y cuando estábamos en el balcón, que estábamos con el presidente en ese momento, Diego ofrece la Copa del Mundo y yo estoy atrás de él, sin darme cuenta, abrazándolo. Y salí en todas las tapas de los diarios, en las revistas, las noticias, El Gráfico. Y sale Diego, salgo yo. Y por eso en ese sentido me siento campeón del mundo por haber participado, haber estado y como argentino en ese sentido de campeón del mundo. Y es como le pasó ahora. Bilardo decidió que no iba a estar en ese Mundial. Y después en el Mundial de 90 me lesiono en un choque con Maradona y no pude jugar al Mundial 90, cosas del fútbol.

La Selección campeona del 86, Maradona, la Copa y detrás Dertycia. Captura de TV.

-¿Qué te decían en aquella charla previa?
-Yo, felicitándolos y extrañando no poder estar ahí. Deseándoles lo mejor, yo había visto todo el Mundial, que faltaba el último paso. Ya estaba en la final y el último paso era conseguir la Copa del Mundo y se consiguió. Estaban muy contentos, valía el esfuerzo que habían hecho de 60 días de concentración, que eso también los marcó mucho y significó mucho, para que el jugador interpretara lo que es una competencia de alto nivel. Charlamos como media hora, estuve hablando por teléfono y al último cuando termino de hablar con Pumpido, con Ruggeri, ellos son los que me invitan a que esté para recibirlos, si salían campeones del mundo, esperarlos en Ezeiza el día lunes. Así fue.

-¿Te quedó algún rencor con Bilardo?
-Muchos me preguntan si me quedó rencor. Me quedaron muchas anécdotas y aprendizaje. Un hombre que de 24 horas, dormía 4 y las otras 20 estaba con detalles del fútbol, con entrenamientos, buscando siempre lo mejor para el equipo, para la Selección. Cómo trabajaba, lo que hacía, lo que me decía. Lo que hace Julián Álvarez hoy en día en la Selección o en el Atlético de Madrid o lo hizo en River y en el City, yo lo hacía con la Selección en los entrenamientos, como delantero; Bilardo me trabajaba de esa manera, cortando los circuitos, presionar, siempre en esos detalles, para que la pelota no volviera hacia el arco y que tuviéramos la presión alta. Yo eso ya lo hacía.

Cocayo, su apodo de siempre, siguió en el radar para la Copa América y los Panamericanos del 87 y el Preolímpico del 88. Esos gritos lo catapultaron al fútbol europeo en una época en la que no era tan común: de Argentinos saltó a la Fiorentina.

Gloria y dolor

Aquellos meses iniciales de 1990 eran claves: ya en Firenze, donde jugó con un joven Roberto Baggio, tenía el Mundial 90 a la vuelta de la esquina. El aclara que fue enero de aquel año el partido que lo marcó, un Fiorentina – Napoli por la Copa Italia. Maradona y Dertycia, dos hombres de la Selección de Bilardo en cada bando. Uno de los dos no terminaría el partido…

“Fue en el estadio del Perugia, yo por anticipar en una pelota a Diego, él se me cae encima, sin ninguna maldad. Cuando me lo saco de encima, quiero salir corriendo y los tapones de aluminio se quedaron trabados y rompí los ligamentos. Eso fue un día miércoles y cuando fui el día jueves al entrenamiento tenía un poco de líquido y como tenía muy buena masa muscular quise entrenar y los médicos me dicen: ‘No, tenés los ligamentos lesionados, la operación ya está programada para el sábado’. El domingo jugábamos Fiorentina-Napoli por el campeonato,  así que me operaron el sábado, mi esposa vio la operación. El día lunes llegó Diego al hospital a verme y ofrecerme lo que necesitaba. Me regaló una camiseta y ahí me regaló el reloj de oro, el exclusivo de Maradona que nunca estuvo a la venta, es un reloj exclusivo que me lo regaló y está en el Museo del Kempes. Y esa generosidad y esa amabilidad y ‘lo que necesités, Córdobés, me llamás. Tenés que ir a Nápoles, me llamás y te mando lo que necesites'”.

Bilardo y Dertycia en la Selección. Lo citó cuando tenía 20 años. Foto IG Dertygol

A fines de ese mismo enero llegaba Bilardo a Europa a ver a los jugadores que serían citados para viajar a Italia. Caniggia, Troglio, Maradona, Lorenzo que estaba en el Bari, Dezotti en el Cremonese… Y a Dertycia, ahora lesionado. “Esa lesión me marcó para toda la vida. Quedamos solitos con mi esposa Sandra, Jonathan, Ariana, en una jaula de oro. Esa depresión y ese estrés no lo supe manejar, no lo supe dominar y me hizo tener una alopecia, la pérdida de pelo de todo el cuerpo. Y ese look, de repente de tener mi melena que a lo mejor ahora, en el día de hoy estaría como Giusti, que está canoso. Y de repente de la Fiorentina con este look irme a España. En esos 10 meses la pasé mal, no sabía si volvía a jugar al fútbol. Ahí después mi cabeza hizo un clik y me preparé mentalmente, físicamente y futbolísticamente para no lesionarme nunca más”.

-¿Lo resolviste solo? ¿Sin apoyo psicológico?
-Sí, bueno, en ese momento, el Galgo Dezotti jugó la final contra Alemania, del Mundial, y a lo mejor si no hubiera lesionado hubiera estado… hubiera sido… No sé, podemos hablar tantas cosas con el diario del lunes. Pero en ese momento sí, No le pedí a la Florentina y la Florentina tampoco me ofreció psicólogo deportivo. Vuelvo a la Argentina con mi familia a bautizar a mi hija, y salí al centro de Córdoba y la gente me miraba y “Dertycia tiene Sida, tiene cáncer, tiene leucemia”. Y no había redes sociales, no había celulares. Ahí me decidí, me volví a Italia a hacer la pretemporada, la rehabilitación. No hay mejor psicólogo que uno. Porque te conocés el cuerpo, te conocés los músculos, sabés hasta qué límite, hasta dónde podés dar. Y desde los 23 años hasta los 38 no me lesioné nunca más. Ahora cuento lo que viví, todo lo que sufrí, a esos chicos o adolescentes para que no les pase lo que me pasó a mí y que estén preparados, porque siempre puede haber -nunca les nombro la palabra lesión- pero puede pasar. Esa charla me hubiera gustado tenerla con gente experimentada.

Con Redondo, ya en Cádiz y con nuevo look. Foto Dertygol.

-¿Cómo soportabas la mirada ajena y lo que se decía?
-Eso es lo que más te duele, porque encima el quincho que tenía, la pelamina que tenía y de repente no me podía peinar o no podía tapar los huecos que me estaba generando la alopecia y es feo. Y que la gente te mirara, “éste tiene una enfermedad fea, una enfermedad grande”, y que esto y que lo otro. Con las redes sociales hoy en día me hubieran matado más todavía, me hubieran dicho otras cosas, o tal vez me hubieran ayudado de otra manera. Cuando llego a España, los médicos, los dermatólogos, estudiaban mi caso; las cosas que me regalaban para que yo usara a ver si me crecía el pelo, y en ningún momento me creció. Debe haber sido que yo bloqueé tanto el bulbo capilar por los nervios.

-¿Te costó acostumbrarte a tu nueva imagen?
-Sí, me costó. Hasta el día de hoy me cuesta. Me extraño un montón. Por eso digo, a lo mejor ahora estaría canoso con mi melena, con otra imagen. Llegué a España con mi look de pelado y estaba el Míster Músculo de acá, allá era el  Míster Proper y era la misma imagen. Y toda España me conoce por Míster Proper. Y después cuando fui a Tenerife muchos niños se rapaban, estaban en la tribuna todos peladitos por la imagen mía. Pero sí, extrañaba, extrañé mucho el cambio, el pelo.

Diego siendo Diego

Pese a que esa lesión, ese cruce fortuito con Diego le cambió la vida para siempre, él elije recordar a Diego con sus anécdotas. La última vez que se vieron fue en el Kempes, en la visita de Maradona entrenador de Gimnasia al estadio. No lo dejaban acercarse hasta que lo vio y lo abrazó, hablaron y se quedó con las ganas de llevarlo al Museo para firmar aquellas camisetas del Napoli. Fue su última vez entre muchísimas.  

Dertycia y Diego, la última vez. Foto Archivo Dertycia.

“Estábamos en Colombia y le llegó mercadería de la marca Puma que usaba él. Me llamó a la habitación ‘Cordobés, vení a a la habitación, elegí’. Y elijo, por respeto, como todo jugador joven que está al lado de Diego, un par de botines, tapones de aluminio y otro de tapones bajos. Se lo habían mandado de Europa. Y cuando me estaba yendo me dice ‘no, no, llevá más’. Así que me llevé cinco pares botines, cinco pares de zapatillas, me regaló un buzo, remeras. Ahora viajan con la valijita y todo eso, antes viajábamos con el bolso Le Coq que te daban, las zapatillas, dos pares de soquetes, los dos shorts de tenis, las dos remeras, el buzo y el neceser. Y los botines que te los daba el utilero. ¿Y cómo me llevo todo esto ahora? Así que fui y le golpeé la puerta a Diego, ‘por favor, ¿me podrás prestar dos bolsos de estos?’. Sí, y me dio cinco bolsos Puma, ¿entendés? Ahí cargué las zapatillas, los botines, la ropa nuestra, los regalos. Era un Ekeko con todos los bolsos y todos los regalos para llegar acá a Córdoba”, relata.

“Verlo a Diego entrenar con nosotros en Europa, se divertía con los arqueros, después terminábamos nosotros el entrenamiento que nos había hecho el profe Echeverría a full, y cuando íbamos llegando al hotel ‘Diego, Diego’ y la voz del Profe Signorini y lo llevaba ahí al jardín o a una canchita que había y le hacía un entrenamiento específico, me saco el sombrero por cómo entrenaba él y cómo se preparaba. Por eso marcó mucho la diferencia. El era así y era muy competitivo y quería ganar todo”.

Un viaje a otra ciudad: “Cuando llego a Florencia, que me contrata la Florentina, después de un partido, un domingo, hay un auto esperándome en el hotel y me dicen ‘venimos de parte de Diego Maradona que te tenemos que llevar a Napolés porque estás invitado al programa de televisión del lunes a la noche’. Me preparé, llevé un saco, una camisa y corbata para estar bien vestido y los dos choferes me llevaron en un Alfa Romeo hasta Nápoles, 500 kilómetros. Voy al programa de televisión, termino como a las 12 de la noche, a cenar. Digo ‘no, yo me tengo que volver’. No, vamos cenar, yo entrenaba el martes a las 2 de la tarde. No, no, quedate. Lo convencí y los choferes me trajeron de vuelta a Florencia. Llegué como a las 6 de la mañana al hotel. Voy al entrenamiento, y el jueves, señor Dertycia, a la sede. Hablo con los dirigentes. ‘Mire, usted se ausentó de Florencia sin permiso, así que la próxima vez va a ser sancionado por no haber avisado’. Esas cosas con Diego, pero la pase bárbaro, estar ahí con él. ¿Cómo no vas a ir?”.

Córdoba cantera eterna

Dice que cuando era apenas un pibito, llegó un dirigente de Boca a Córdoba con un maletín y 500.000 dólares para llevarse a la joya de Instituto. Pero lo mandaron de vuelta a Buenos Aires. Tiempo después, Argentinos lo pagó un millón y medio, además de un intercambio de jugadores y él fue el goleador del torneo, con 20 gritos. A su regreso de Europa, paseó por toda su provincia: jugó de nuevo en Instituto, pasó por Belgrano, Talleres y General Paz Juniors. En total, en Argentina, fueron 236 partidos y nada menos que 105 goles.

Hoy desde su nuevo rol quiere seguir alimentando esa cantera enorme que tiene la provincia. “Córdoba va a ser una ciudad futbolera donde siempre va a haber materia prima, siempre va a haber jugadores”.

Dertycia en Instituto y Ruggeri en Boca. Foto Dertygol.

“Hay un estadio en cada parte de Córdoba, o un predio. Córdoba y el interior de Córdoba siempre va a tener jugadores, siempre va a tener talentosos de una forma de otra, sea de arquero, de defensor, volante o delantero o un enganche, siempre va a haber uno que va a tener ese don”.

El, por lo pronto, se encarga de estar cerca de esos pibes, contarles su historia, sus anécdotas y por supuesto mantener la llama de Maradona prendida siempre.