Es uno más. Se siente así. Anda por la vida ligero. Disfruta, dice, del anonimato. De ser apenas un comensal más en los asados. Es verdad que, cada tanto, alguno le pregunta lo que ya le preguntaron mil veces. Que Riquelme, si Bianchi, la gallinita de Tevez, el Mundo Boca. Franco Darío Cángele dice que son “cositas fáciles de responder” y sonríe. “Ahora estoy viviendo la vida que vivía cuando era más chico”, agrega en una extensa charla con BOLAVIP.
Hace cuatro años que se instaló en Pehuajó, provincia de Buenos Aires. Lejos del ruido de una Buenos Aires a la que le cuesta volver. Juega al tenis y al pádel -como muchos exjugadores de fútbol-. Nunca lo llamaron de Boca, como a tantos que vistieron esa camiseta, para sumarse al trabajo de Juveniles, aunque sigue en contacto con varios de los compañeros que tuvo a lo largo de sus dos etapas: cuando subió a Primera en 2003 y cuando regresó de Turquía, en 2013.
A su proyecto de inaugurar un polideportivo y comenzar a trabajar con las categorías formativas por ahora le faltan unos meses y por eso se dedica al deporte. Compite casi todas las semanas, un torneo acá, otro allá. “Me encanta hacer deporte, de hecho para mí es como el psicólogo”. También juega al fútbol, pero aclara que ya no le resulta tan fácil. “Yo tengo casi 40 años, juego un partido de fútbol y ya necesito dos días para volver a hacer deporte”.
“No puedo decir que me gusta más el tenis o el pádel que el fútbol. No lo puedo decir porque cada vez que juego al fútbol me pongo la camiseta como toda la vida”. Por eso es que disfruta, pese al paso del tiempo, de seguir compartiendo esas anécdotas que contó mil veces pero que son su historia. Su paso por un Boca histórico e inolvidable: dos finales de Libertadores consecutivas, con la vuelta olímpica del 2003, Apertura 2003, Intercontinental 2003, Sudamericana 2004 y hasta dos títulos con las Selecciones juveniles.
–¿Cómo es ser un pibe que hace las Inferiores en Boca y un día te tiran la camiseta y te dicen: ‘Bueno, saltás a la cancha‘?
-Llegar a Primera no es tan complicado. Porque a la mayoría le ha pasado de tener una buena práctica contra la Primera y que al día siguiente te digan ‘vení a entrenar’. Lo más complicado para los pibes es sostenerse. Es empezar a convivir con un plantel que ya es profesional y uno no saber cómo manejarse. Y de repente te dicen ‘volvé a tu categoría’. Cómo manejar los momentos, Yo eso lo viví con muchos compañeros. Tenés mucha competencia. Lo que yo aprendí fue a tener mucha presión de muy chico. Todos los años dejaban por categoría 10 ó 12 pibes libres. Entonces, quieras o no, el miedo a quedar libre a fin de año lo tenés. Entonces tenés que rendir en todos los entrenamientos, todos los días, desde los 13, 14, 15 años. Y ni hablar cuando subís a Primera, en Boca no podés regalar ni un entrenamiento.
Cángele llegó a Boca desde Deportivo Mac Allister de La Pampa en 1999. El mismísimo Colo -papá de Alexis, Francis y Kevin- fue quien lo llevó a probarse. Delantero zurdo, compartió las Inferiores nada menos que con Carlos Tevez, compañero de categoría. “Yo me acuerdo que en Séptima, a mitad de año más o menos, yo no estaba jugando. Iba al banco, a veces no me citaban. Y me dicen ‘a ver si empezás a jugar porque a fin de año hay muchos que se van a ir’. Yo me acuerdo que me puse serio… No se lo dije, pero ‘hace seis meses me abrazabas que venga, que me querías y ahora me vas a dejar libre’. Los últimos tres, cuatro meses empecé a jugar. Era un proceso de adaptación, haber pasado de Mac Allister a Boca fue un salto grande, tanto físico como de presión. Uno no se da cuenta en el momento. Empecé a jugar y no me dejó libre ni mucho menos, pero ese miedito que me tocó, me despertó“, relata.
-Y en Primera te pasó que debutaste y volviste a Reserva…
-Claro, debuté en Ecuador y después estuve un mes en el banco de Tercera. Eran cositas que había que manejarlas, no te podías pintar mucho de estrella porque un voleo y para abajo de vuelta. Son cosas que hoy, después de tantos años, de alguna manera me ayudaron.
-Bianchi era de hacer esas cosas, los trataba de mantener con los pies sobre la tierra a los pibes.
-Me acuerdo que por ahí hacíamos fútbol en Casa Amarilla y él no estaba en el entrenamiento, pero de repente subía y te decía “¿Qué pasa? ¿No tenés ganas de jugar hoy? ¿No tenes ganas de correr?”. Nosotros no lo veíamos, pero él sí nos veía por las ventanitas del vestuario te estaba mirando. Vos no lo veías entonces decías ‘bueno, me puedo relajar un poquito’. Y de repente subía y te hacía sentir que te estaba mirando. Así que al segundo entrenamiento que no lo veías, ya sabías que te estaba mirando igual. Esas cositas estaban buenas porque hacían que no te duermas.
-Sentir que todo el tiempo te están mirando.
-Sobre todo que el mundo Boca sigue afuera del entrenamiento. Te llaman todo el tiempo y todo el tiempo estás al límite de no saber qué responder para que no sea el título. Te desgasta esa parte de ser jugador de Boca. Muchas veces pasa que hay jugadores que juegan en clubes grandes que viven lesionados, pero cambian de camiseta y no se lesionan más. Bueno, ese es el cansancio mental que tiene un equipo como Boca. Vos seguís siendo jugador de Boca después del entrenamiento.
La entrevista completa a Franco Cángele:
La presión y las lesiones en Boca
-El Mundo Boca es esto, es todo el tiempo estar bajo la lupa…
-Exacto. Yo me di cuenta en la segunda etapa, en el 2013, lo que era el Mundo Boca. Cuando arranqué, no, era más pibe y como se ganaba más de lo que se perdía, era todo alegría. Me llevaba de jugador 19 a Ecuador y me dejaba en la tribuna y yo estaba contento igual. Diferente cuando ya a los 30 volví. Ahí me di cuenta realmente lo que generaba Boca. Ese cansancio mental. Por eso a veces las lesiones no son tanto por el entrenamiento físico, sino por la cabeza.
Sabe de lo que habla el bonaerense. Las presiones, las lesiones y el saber aprovechar estar ahí. Debutó tres veces: en sus dos primeros partidos no tocó la pelota. Ingresó en la Libertadores 2003, primero ante Independiente Medellín. Luego en Chile. Bianchi lo metió minutos antes del pitazo final y no llegó si quiera a tocar el balón.
“Primero fue en cancha de Boca, entré y como entré corrí hasta el túnel. A la otra semana, vamos a Colo Colo, el banco estaba en una punta y la puerta de salida en el otro arco. Y yo me fui a posicionar arriba y terminó. Así que seguí corriendo para el vestuario. Y el tercer partido, al que yo le digo debut, fue en Ecuador, con Barcelona, hago el gol, el pase gol y empatamos. Ahí toqué la pelota”, explica.
-Debutaste en una época en la que se ganaba más de lo que se perdía, tenías compañeros campeones del mundo, con mucho peso, con mucho nombre…
-No, fácil, sin dudas, pero también ayuda, porque jugar con jugadores de experiencia, sabés que responsabilidad no tenés. Todo recae en ellos y sobre todo en el técnico. Por eso los equipos que tienen técnicos que absorben mucha presión, el jugador juega más tranquilo. Si el equipo pierde, pierde el técnico. Y para el jugador es un… un pesito menos. Cuando yo arranqué, la mayoría ya tenía una Copa Libertadores, Intercontinental, eso te hacía jugar más tranquilo.
-¿Te gusta este Boca?
-Cuando se dice tiempo el entrenador, sí, tiene que tener cierto tiempo el entrenador o que sienta cierta banca desde la dirigencia, por ese miedo a perder tres partidos y que ya quedes en la cuerda floja. Lo que pasa es que Boca es grande y a veces los resultados mandan. Entonces es complicado. Pero así como es complicado, también si te va bien… A mí que se prioricen a los pibes y que les den oportunidades, que siempre se mantenga cierta columna vertebral con gente grande que los pueda manejar y demás, que el equipo funcione bien como para que los pibes puedan crecer. A mí me gusta este Boca, tiene buenos jugadores. ¿Podría jugar mejor? Sí, siempre se puede jugar mejor. Pero me parece que está jugando bastante bien. Y tiene buen plantel, no me animaría a decir que va a ser campeón, pero que va a pelear, eso seguro.
-¿Te sentirías cómodo jugando en un fútbol como el que se juega hoy?
-Yo creo que sí, porque hoy la técnica no predomina, hoy es más físico todo. Por eso los jugadores más técnicos se destacan bastante.
-¿Hay algún jugador en la actualidad que tenga un estilo similar al tuyo?
-El Changuito Zeballos, gambeteador. Lástima que tuvo tantas lesiones seguidas, pobre. Yo digo que antes había muchos más. No sé si era porque dejaban jugar un poco más. Hoy al ser tan físico todo, tampoco es que las canchas son billares, se frena más al habilidoso. Me gustan los zurdos a mí. Zenón juega bien, pero no sé si me siento parecido, él es más volante.
La rotura de ligamentos y la locura
-El doctor Jorge Batista habló de la epidemia de roturas del ligamentos cruzados que está habiendo en el fútbol local.
-La primera se toma como una lesión grave, pero no deja de ser una. La segunda ya te duele, te duele mentalmente, y la tercera ya te liquida. Con la tercera ya sabés que tenés cinco años menos de vida útil. Esa es más o menos la escala. Y después va a depender de lo joven que seas. Para tener más fuerza para recuperarte. Te agarra con 35 años un ligamento cruzado y ya no sé hasta cuándo podés volver a un nivel bueno. Por eso, por ejemplo, no sé, Zeballos es joven, va a tener tiempo para recuperarse y agarrar su nivel con tanta acción enseguida. Pero si te agarra de grande, de grande es más complicado.
-Muchas se están dando en situación de partido, y se habla de las canchas, de la cantidad de partidos, del desgaste que tienen los jugadores.
-Para mí tiene mucha razón Checho (Batista, médico de Boca y cirujano especialista en rodilla). Pasa por esa desesperación de que los jugadores pierdan la pelota y, desesperados, salen corriendo como locos, como queriendo recuperarla. O a veces salen corriendo por el solo hecho de que la gente diga “la perdió pero la corre”. Y se olvidan hasta de coordinar para salir corriendo. Y las lesiones generalmente pasan por eso, por no coordinar algún giro. El fútbol tiene eso, girás 360° todo el tiempo. No digo que los tapones tengan que ver o no, pero la locura con la que se está jugando y con la que se corre, y con lo que se desesperan los jugadores por querer robarla, a la mínima que no coordinen bien un giro y te rompiste. Y generalmente las lesiones de ligamento cruzado es solo, no te pegan ni te chocan.
Cangele sufrió tres. La primera fue por un choque con un arquero, de la que se recuperó en cuatro meses. Después tuvo otras dos. “Yo tengo las rodillas de una persona de 60 años, pero me mantengo en peso y entonces con un poquito de gimnasio la voy manteniendo”, cuenta sobre su actualidad. Se retiró joven, a los 32 años, después de pasar por Boca Unidos. Tuvo un breve retorno, para volver a ponerse la camiseta de Mac Allister.
“A nadie le gusta lesionarse ni que se te acorte la carrera tanto… También fue una decisión mía haber dejado. Cuando dejé, para Nacional B podía jugar tranquilamente. Pero el esfuerzo que yo hacía para estar a nivel con respecto a compañeros sanos, a mí me llevaba mañana y tarde de entrenamiento, 5 días a la semana, para jugar los 90 más o menos en Nacional B, que no es lo mismo que un ritmo de Primera. Me pasó de extrañar un poco jugar, pero después cuando te van pasando unos años decís ‘ya está’. El físico ya cuando descansó dos años, no vuelve más. Por más que te pongas a entrenar, ya después no arrancas más”.
River y la gallinita de Tevez
A los 20 años, Cangele estaba jugando su segunda Libertadores. Y aunque aquella final terminó en derrota ante Once Caldas, la semifinal ante River fue algo inolvidable. “Yo había quedado afuera del banco. Cuando entramos al vestuario, Bianchi me dice ‘Franco, quedás afuera’. Y a los cinco minutos viene y me dice ‘no, cambiate’. Eso es lo que más me acuerdo, yo ya veía que no iba a entrar. Y bueno, después entro tres minutos y justo se da la jugada del centro. Hay gente que al día de hoy se acuerda del centro atrás”.
Claro, porque terminó en el gol de Tevez que dejó mudo al Monumental en el partido de vuelta. Y que tras la conquista de Nasuti, se definió a favor de Boca. “No sabía si había sido o no, pero el recuerdo que tengo fue de ver al referí que ya lo había mirado a Carlitos porque había empezado a hacer la gallinita, y yo lo abrazo de atrás. Pero ya lo había visto a Baldassi metiéndose la mano como para echarlo así que no sirvió de nada abrazarlo de atrás. No lo abracé por el gol, lo abracé para cerrarle los brazos pero no alcanzó, lo echó igual“, dijo sobre la celebración de Tevez que terminó en roja.
-¿Qué te pasó por dentro en ese momento?
-Y, no hay otro partido igual, me parece. Es una locura. Ese cruce de ida y vuelta fue el primer cruce sin gente visitante en las canchas. Así que tanto la Bombonera como el Monumental explotados estaban. La verdad nunca más en mi vida jugué con una cancha llena, sí, pero no con esa con esa atmósfera.
-Y después el penal que ataja el Pato Abbondanzieri.
-Sí. Sí, fue como una… Fue ganar una final casi. Una locura. Tal vez algunos dicen que por ahí el equipo se relajó un poco en la final. Pero después, mirando los 180 minutos, Boca mereció ganar. Pero bueno, es fútbol.
Menotti, Bielsa y Riquelme
Tras aquella final, la salida de Bianchi y la llegada de Brindisi, Boca conquistó la Sudamericana 2004, que fue la despedida de Cangele del club, para llegar a un Independiente dirigido nada menos que por César Luis Menotti.
“Menotti era muy inteligente, y hablaba muy bien. Era de la vieja escuela: con la pelota hay que jugar. Para qué entrenar tanto si después no la podés parar ni dar un pase a cinco metros, una cosa así. Y como yo era un poco de eso, a mí me gustaba entrenar físico lo justo y necesario. Con el que mejor me sentí fue con Bianchi porque hacía fútbol 3 ó 4 veces a la semana. Hoy en día no se hace tanto fútbol, no sé si es porque cambió un poco el fútbol, pero hoy es más táctico. Yo me sentía cómodo con el entrenamiento de Carlos, era jugar a la pelota, como tener 10 años, íbamos y jugábamos”.
Además de Bianchi y Menotti, Cangele tuvo otro DT que lo marcó. Tras haber ganado los Juegos Panamericanos 2003 y de obtener un cuarto lugar en el Mundial Sub 20 del mismo año (por ese torneo no viajó a Japón para jugar la Intercontinental), fue citado al año siguiente para disputar el Preolímpico de Chile, en el que el equipo de Marcelo Bielsa fue campeón.
-¿Qué recuerdo te quedó de la Selección?
-Si andás bien en su club uno ya automáticamente piensa que lo pueden citar. A mí no me tocó la mayor pero sí estuve con Tocalli y después con Bielsa. Generalmente, en la Sub 20 si estás tocando Primera y estás metiendo algunos partidos, es normal que te llamen. No lo disfrutás tanto en el momento. Cuando estuve en el Sub-23, con Bielsa, como no jugaba tampoco es que lo disfruté mucho. Después de grande, te das cuenta lo que me enseñó. De hecho, siempre cuento lo mismo: me puso a ver 25 jugadas de entrenamiento para que vea qué hacía bien y qué hacía mal. Y claro, era muy fácil saber lo que hacía bien y lo que hacía mal. Y en vez de decírmelo, me lo hizo ver. Nunca se me va a olvidar, el día de mañana, cuando yo tenga que enseñar, probablemente lo haga igual. Es muy fácil de darte cuenta cuando vos te ves.
-¿Y qué hacías bien y qué hacías mal?
-Cuando yo intentaba pasar el cuarto, la perdía. Cuando pasaba uno, pasaba dos, tiraba una pared y llegaba a posición de gol muy fácil. Pero yo siempre quería hacer una de más. El me preguntaba por qué me gustaba gambetear tanto. No sé, de chiquito siempre era una pelota para mí y otra para el equipo. Como que si yo no gambeteaba no me sentía jugador. No veía nadie. Me sentó en un sillón y me dijo “lo voy a dejar mirando 25 jugadas, a los cinco minutos voy a volver y le voy a preguntar qué vio”. Y era eso.
Con Riquelme se cruzó dos veces en su carrera: en su primera etapa, apenas compartieron seis meses, hasta que Román se fue al Barcelona. “Me regaló una camiseta, en un partido con Racing en la Bombonera. Yo le había pedido las medias y me tiró la camiseta, así que fue uno de los días que más me duró la sonrisa en la cara, me acuerdo, estaba feliz. Y después en el 2013, y ahí sí compartimos cancha y vestuario y todo”, recuerda.
“Cuando te estás poniendo grande es cuando más disfrutás del vestuario, más temprano entrás, más tarde te vas. Los mates son de todos los días, con charlas de por medio, hablar de fútbol. Y ahí de alguna manera lo conocí más, y siempre me dio la sensación de que de fútbol sabe mucho. Nunca me había dado la sensación de que iba a dirigir, nunca se lo pregunté tampoco. Pero después terminó siendo dirigente y hoy presidente”.
-Pero siempre con una mirada muy por encima de las cosas, ¿no?
-Muy inteligente y muy fácil de… Cuando te explica algo, un funcionamiento y todo lo demás. Si juega Román, listo, entonces ya sabemos cómo va a funcionar el equipo. Pero para esos jugadores, ver bien el fútbol no siempre pasa. Y él era muy clarito para verlo, para reconocer tipos de jugadores. Siempre lo escuché muy interesante.
Presente, pasado y futuro
Además de jugar de vez en cuando al fútbol, hoy Cangele también disfruta de ver a su hijo de seis años de patear una pelota. Diestro, dice que quizá algún día lleve a Filippo a probarse a Boca. “Uno puede decir que en un club chico puede llegar más rápido, pero los clubes que te dan, como me dieron a mí, una pensión, organización, colegio, comida… En la etapa de crecimiento, eso es más importante que la ilusión de un pibe en un club que no esté tan organizado como Boca. A los 13, 14, 15 años vos necesitás estar o que tus padres se queden tranquilos que estás en un lugar que vas a comer, que te van a controlar, que vas a ir al colegio. Para esas edades es más importante eso que la ilusión de llegar a primera rápido”.
Aunque esté lejos, en tiempo y distancia, sigue valorando aquellos pasos que dio en Boca. No parece sentir nostalgia, todo lo contrario. Disfruta de este presente, de sus hijas y del pequeño Pipo; atrás quedaron las lesiones, las pérdidas familiares (perdió a su esposa en 2014) y un camino que por sinuoso no dejó de darle satisfacciones.
“Siempre me pongo mi propio ejemplo: había que gambetear para adelante. Cuando vienen las malas, hay que gambetear para adelante, para atrás no sirve”.