Si bien el término existe hace casi una década, desde hace un tiempo “Bover” se volvió de uso común. Este concepto, salido de @negrocasla en Twitter/de Boedo Vengo, es utilizado mayoritariamente por los hinchas que no son de River ni de Boca para referirse a las similitudes que tienen estos dos clubes. Es una forma de señalar un nosotros y un ellos. Una manera de unificar a quienes se consideran opuestos: “Ojo, porque tienen mucho que ver entre ustedes”.

Aunque hayan llegado por caminos distintos, aunque los motivos sean diferentes, hoy podemos hablar sobre la crisis de Bover. River tenía los problemas latentes e irrumpieron. Boca se los creó en seis días.

Autoinflingido

En el caso de Boca tenemos que hablar más de problemas personales que futbolísticos. Previo a la eliminación en esa obsesión llamada Copa Libertadores, el equipo venía de obtener la Copa Argentina 2021 y la Copa de Liga 2022, en un proceso futbolístico en el que los resultados vinieron primero y el rendimiento se encauzó después. Tan cierto es que en diciembre del año pasado había razones deportivas para encarar un nuevo proyecto, como que en julio actual Sebastián Battaglia no se merecía ser despedido.

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Podemos hablar de errores puntuales desde el banco ante Corinthians, así como también de definiciones deficientes muy marcadas que podrían haber cambiado el panorama, y que no son culpa del ahora ex DT. Al jugador más ganador de la historia del club lo echaron a partir de una decisión mucho más emocional que racional. Eso sienta un peligroso precedente hasta para salir a buscar un reemplazo en el futuro. Battaliga sufrió el peso de sus palabras en conferencia, pero no fue el único…

El reclamo por los premios adeudados no se discute. No hay un problema de “qué”, hay un problema de “cuándo”. La antesala de la revancha no era el momento estratégicamente más conveniente, incluso para quienes llevaban la razón: una derrota los expondría -como finalmente sucedió- la victoria en el bolsillo los hubiera fortalecido.

Los coletazos de la reunión provocaron consecuencias impensadas: la arenga de Benedetto con el plantel y contra el Consejo de Fútbol (el enemigo interno, algo de lo que conocen los que hoy están del otro lado), el género periodístico “familiares de publican en redes” y la más llamativa de todas, la ausencia de Cali Izquierdoz en el partido contra San Lorenzo por motivos que de ninguna manera se pueden justificar en algún aspecto del juego. El abrazo de Marcos Rojo a su compañero habitual de zaga dijo todo sin decir nada.

Por lo pronto, el “tridente técnico” Ibarra-Pompei-Gracián fue ratificado hasta fin de año. El estreno no fue para nada auspicioso. Desde lo táctico, intentaron con un 4-3-1-2 que descuidó los costados, aprovechados por el Ciclón, y cometieron el pecado de romper la conexión más natural que tenía el Boca de Battaglia con Fabra y Villa por el sector izquierdo. El 4-2-4 del final fue un aquelarre que potenció la apatía constante del equipo. Después del shock-eliminación en Libertadores, y con la clasificación para la edición 2023 ya asegurada, el proyecto futbolístico parece moverse con gradualismo hacia el post Qatar 2022.

No le encuentra la vuelta desde la vuelta

Tras la eliminación contra Tigre en cuartos de final de la Copa de la Liga, publicamos que el resultado sorprendía por los nombres, pero no si se tomaba en cuenta el rendimiento de River en 2022. Desde entonces, magros resultados en el torneo y eliminación en Libertadores contra un Vélez que fue más en los 180 minutos. El equipo campeón de 2021 se armó con lo que había a partir de las ausencias: De la Cruz, Suárez y Angileri, un titular por línea, se perdieron casi todo el trayecto. Los reemplazantes se fueron acomodando. Sin demasiadas opciones, las piezas disponibles encastraron con naturalidad.

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El inicio de año parecía encontrar a River con la necesidad de darle profundidad al plantel. Llegó una línea de fondo completa con Herrera-Mammana-González Pirez-Elías Gómez. Ninguno se asentó. Pochettino y Barco, como alternativas en el medio. No se puede cuestionar el regreso de Juanfer Quintero, pero estuvo limitado por los problemas físicos. La única venta que se concretó a principios de año fue en la delantera, aunque Julián Álvarez recién ahora se fue a Manchester City. No se sumó ningún atacante para ir fogueándose. En tres años pasó de Borré-Suárez-Pratto-Scocco-Araña a Beltrán-Romero como únicas alternativas contra Godoy Cruz. La sobrepoblación de mediocampistas hizo que Gallardo optara por sacar un delantero y jugar con cinco volantes. Se resintieron los aspectos ofensivos y defensivos.

La falta de respuestas futbolísticas provocó una rotación que fue desgastando la confianza. Esa caída en la confianza generó que no aparecieran respuestas futbolísticas. Piezas claves del equipo campeón como David Martínez y Santiago Simón sufrieron un bajón en su rendimiento. Braian Romero vio cómo ni siquiera había lugar para un jugador de sus características dentro del esquema. Otros alternaron buenas actuaciones cuando fueron recambio y sintieron el peso de la titularidad posterior. Al plantel desequilibrado tampoco lo completan juveniles que vengan pidiendo pista.

River se encontró con una imagen distorsionada a partir de algunas goleadas puntuales en las que concentró un altísimo promedio de goles. Eso sirvió para engrosarestadísticas que no sirven. El acumulado de puntos decía otra cosa. Los problemas estaban ahí, solo era cuestión de encadenar un par de malos momentos.

Marcelo Gallardo tenía todo para irse a fines de 2021. Había levantado el pagaré pendiente del campeonato de liga local. Podía haber cerrado la gestión más importante del club a nivel títulos e impacto institucional. Pero eligió acompañar a Jorge Brito en el inicio de su presidencia. Está claro que el 2022 no se está desarrollando como él quisiera y su fastidio es evidente. Intercambios con árbitros, con colegas e incluso con jugadores, como el “estate quieto” a Herrera ante Atlético Tucumán. La reacción desmedida por los minutos adicionados en un partido que su equipo perdía 0-2 es una muestra de que hay una procesión que va por dentro.

River y Boca se llevaron los últimos cuatro títulos que se disputaron en el fútbol doméstico: Liga 2021-Trofeo de Campeones 2021 y Copa Argentina 2021-Copa de la Liga 2022, respectivamente. Aun así, la obligación de ir siempre por más multiplica exponencialmente lo que se vive. Lo personal y lo futbolístico se entrelazan de formas inimaginables. Es tan cierto que Bover está en problemas, como que son los que cuentan con más herramientas para salir adelante en este momento.