El 7 de febrero se hizo público que más de 80 pruebas habían sido presentadas en la audiencia contra Joao Maleck, porel accidente donde una pareja perdió la vida debido a que el jugador estaba conduciendo bajo los efectos del alcohol. Lamentablemente el caso del delantero no es el único: hubo más compatriotas que pasaron de la cancha a los barrotes.
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En 2015 a las afueras de un centro nocturno en Aguascalientes, el defensor Alejandro Molina junto a Luis Gorocito tuvieron un altercado con unos jóvenes, a quienes posteriormente golpearon fuertemente, ocasionándoles contusiones y fracturas. Uno de los muchachos, indentificado como Luis Mariscal se llevó la peor parte, recibiendo una lesión en la base de su cráneo.
Inicialmente, el jugador que debutó en el Monterrey fue sentenciado a a tres años y once meses de cárcel, situación que cambió luego que, a tres meses del incidente, Mariscal falleciera debido a la gravedad de sus heridas, haciendo que el delito mutara a homicio calificado.
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Otro futbolista mexicano que forjó un mal destino fue Omar “Gato”Ortíz, quien en 2010 protagonizó una polémica por dojape, situación que ni siquiera llegó a los talones del escándalo que se reveló después.
En 2012 el ex Necaxa fue detenido luego de meses de investigación y sospechas de una red de secuestros de la que el jugador formaba parte activa. Dentro de las acusaciones se le relacionó con al menos tres casos de rapto, por lo que habría recibido 200 milpesos.
El 8 de enero de 2019 culminó su proceso legal decantando en su ingreso a la cárcel, donde deberá cumplir 75 años de presidio.
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El último caso se remonta hace más de 20 años, cuando Aurelio Rivera, central del Puebla, cobró la vida de una pareja de maratonistas por manejar bajo la influencia del alcohol.
El coreano fue condenado a seis años tras los barrotes, pero debido a un informe por buena conducta su sanción fue reducida a sólo dos años. Al salir del encarcelamiento, Rivera volvió a Puebla y jugó allí hasta 1999.
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