Tocar, pisar, gritar un gol. Pero no en cualquier lugar. En lo alto de un cerro a 5.870 metros sobre el nivel del mar. Con sus clásicas polleras pero enfundadas en camisetas de Bolivia y sobre la nieve, ellas, las Cholitas Escaladoras una vez más hicieron historia. 

"La gran meta es demostrarle al mundo entero que con un buen estado físico y mental es posible jugar al fútbol o cualquier otro deporte en la altura", dicen estas mujeres que no parecen detenerse.

El pasado 17 de agosto salieron desde la base del cerro Mururata, en el departamento de La Paz, para alcanzar la cima a las 7, a 5.870 msnm, y así disfrutar del amanecer. Fueron 14 de estas escaladoras quienes entonaron las estrofas del himno nacional boliviano y luego se dispusieron a jugar al fútbol en la nieve

No es la primera vez que lo hacen: ni escalar ni llevar una pelota. Este grupo de mujeres que nació en el 2015 con la idea de conquistar las cimas de cerros y montañas ya tienen su propia película, estrenada en 2020, en la que cinco de ellas suben al Aconcagua, el cerro más alto de Sudamérica, ubicado en la provincia de Mendoza, Argentina.  

Ellas, las Cholitas, son indígenas, de la cultura aymara. Recorren las montañas desde pequeñas, en general por trabajo. Lidia Huayllas Estrada es su coordinadora, ascendía para trabajar como cocinera en las zonas turísticas, a 5.200 metros de altura. Hasta que un día decidió ir más allá y hacer cumbre. Y se fueron sumando otras mujeres, en busca de reivindicación. Les decían que no iban a poder, que no estaban preparadas.

De diferentes edades, vestidas con sus clásicas polleras, trabajadoras y relegadas por la sociedad, se desariaron subiendo al Huayna Potosí, al Illimani para luego ir por el Aconcagua y ahora soñar con el Everest. Con sus logros lograron visibilizar su cultura y se convirtieron en un símbolo de lucha. 

"Yo me siento una mujer más libre, más feliz, cuando hago cumbre", dice Lidia. Los turistas ahora las reconocen, les piden fotos, ellas le cuentan su historia al mundo y buscan más retos. Dicen que sus maridos, la mayoría de ellos guías de montaña, las apoyan, y sus hijas las acompañan a las travesías. Se han convertido en una fuente de inspiración para muchas jóvenes bolivianas. Y piensan seguir gritando goles.