Dimes y diretes son parte del folclore que rodea a un clásico en la semana del partido. Los días previos al juego son para provocarse unos a otros en defensa y presunción de su equipo. También lo hacen para retarse en demostrar cuál de los dos (clubes o futbolistas) es mejor. La expectativa que genera el intercambio de comentarios tiene como punto álgido verificar quién traslada a la cancha lo que pronunció a lo largo de varios días.
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En el Invierno ‘99, por ejemplo, la rivalidad entre América y Chivas alcanzó un alto nivel de confrontación debido a dos de sus protagonistas, Cuauhtémoc Blanco y Oswaldo Sánchez, quienes no dejaron de mandarse mensajes directos a través de la prensa para calentar no solamente el partido, sino además la reciente enemistad surgida entre ambos en ese momento.
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Fue en ese mismo año cuando el portero dejó a las Águilas para vestirse de chiva. A la afición americanista y al propio Blanco no les cayó nada en gracia que Sánchez aceptara irse con el acérrimo rival. Mientras que los aficionados lo calificaron de “traidor”, “mercenario” y “vendido”, el Temo simplemente advirtió que en el Clásico le iba a pasar la factura.
Previo al juego, presumiéndose plenamente identificado con los colores rojiblancos, Oswaldo declaró que Cuauhtémoc no le haría gol, que ni en sueños sería una de sus víctimas. Por su parte, el ídolo americanista le reviró que sí, que de él se iba a acordar, e incluso precisó que anotaría dos goles.
Llegado el día del partido, pisaron el césped sin poder verse mutuamente. Tal fue la tensión suscitada entre ellos que se llenó el Estadio Azteca porque nadie quería perderse la resolución de esa animadversión; la afición americanista hizo su parte metiéndose con Oswaldo mediante cánticos, gritos y apoyo total a Cuauhtémoc al vitorear cualquier jugada.
Después de intercambiar palabras a lo largo de la semana, el duelo lo ganó Blanco con hechos. Cumplió con lo que prometió: Sánchez recibió dos goles.
América venció a Chivas en un Clásico donde al final los americanistas celebraron por partida doble: el triunfo y el desquite de Cuauhtémoc en contra del “traidor”. Para Oswaldo no fue del todo negativo aquel resultado, porque le ayudó como punta de lanza para consolidarse como ídolo chiva en los años posteriores.
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