Hay quienes no saben pronunciar su nombre. Le dicen “el choguaquila”, “cholhualaquila”, “la chaguaquila”, “el choloquila”. Se les dificulta decir con precisión cómo se llama esta ranchería perteneciente al municipio de Navojoa, Sonora, donde nació el legendario Fernando Valenzuela. Parece un trabalenguas.

Por otra parte, este rincón sonorense es pieza de un rompecabezas sobre la vida de quien es considerado el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos. Alrededor de ‘el Toro’ giran mitos, leyendas e historias con relación al lugar que le vio nacer y sus habitantes.

 

Etchohuaquila, hoy día, es una región identificada por la venta de artesanías y productos elaborados por la comunidad étnica indígena de los mayos (o yoremes). Además es una zona de actividad beisbolera; el rey de los deportes es una tradición y se practica incluso en cualquier pedazo de tierra.

Mucho se habla de Valenzuela, pero ¿qué? Para nuevas generaciones y habitantes es un misterio. Si bien han escuchado hablar sobre sus proezas deportivas, también es que les resulta un personaje enigmático y distante porque nunca lo han visto en la ranchería o en sus alrededores.

 

 

En todo caso, se trata del protagonista de un sinfín de relatos que, entre verdades o mentiras, se acerca más a una trama de cabos sueltos que a una épica del deporte. Jóvenes han escuchado de los viejos que al padre de Fernando no le agradaba la idea de que su hijo fuera beisbolista, motivo por el que no iba a verlo al estadio.

Cuentan que su hermano Rafael era mejor que él y tenía pegue con las mujeres. Se rumora que era muy enamoradizo hasta que quedó cautivado con una mujer que se convirtió en su novia y a la que le prometió hacerla feliz. Justo cuando lo impulsaban para hacer carrera en el béisbol, renunció a esa posibilidad porque prefería invertir tiempo en su noviazgo y no a los entrenamientos. Eso favoreció a Fernando para no ser opacado por su hermano.

De igual manera se han manejado versiones de que se preparan fiestas para recibir al ‘Toro’ como hijo pródigo, lo que incluye elaborar discursos para que los menores los digan de memoria frente al histórico pitcher, sin embargo, las promesas (ilusiones) de que pisará el pueblo se esfuman por engaños, más que nada, de la clase política. El problema es que los lugareños crecen desconsolados y decepcionados con Valenzuela.

Así, a través de mitos y leyendas, con el transcurso del tiempo, la gran historia e imagen del pitcher en Etchohuaquila se pierde entre una generación avejentada que vive del recuerdo y una joven generación que casi no lo conoce, o bien percibe como a un ser extraño, misterioso.