No le quedó otra. No tenía más opción. Acaso eso habrá pensado el español Iván Zarco, quien representó a Honduras en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y terminó en último lugar los 42,195 kilómetros que se corrieron en el infernal asfalto de Sapporo. Con un tiempo de 2h44m36s, el nacido en Barcelona completó el maratón olímpico muy lejos de Eliud Kipchoge, el rey del maratón.
Lo peculiar del maratonista de 37 años no fue el puesto en la carrera que, desde el inicio, lo tuvo al final del pelotón de 106 atletas que iniciaron la prueba, de los cuales 30 abandonaron.
La historia previa a los Juegos Olímpicos enmarca a Zarco en la polémica. O mejor dicho, una trampa. Una picardía que, como atleta de elite, sabe que no debió competer. En el maratón de Dresden, en Alemania, que se corrió en marzo último, el atleta español Camilo Santiago corrió con su dorsal y logró un tiempo de 2h17m46s. Con ese registro, Zarco pasó a ostentar el récord de Honduras en la distancia. Al ser descubiertos, los implicados dijeron que Santiago iba a ser liebre de Zarco. Hasta allí, sonó creíble la coartada. Pero como, supuestamente, Zarco se bajó de la carrera y como a Santiago le había robado la mochila con todas sus pertenencias, incluido el número de corredor, corrió con el dorsal de su amigo. La organización negó haberlos autorizado y decidió descalificarlos y desacreditar la marca.
La trampa, desvelada por la revista especializada CORREDOR\, provocó una suspensión de dos años para Santiago por parte de la Real Federación Española de Atletismo. El máximo órgano del atletismo de Honduras, sin embargo, sí aceptó la versión del “error sin dolo” que expuso Zarco a la organización de la carrera y a la propia IAAF y le permitió ser su único representante en atletismo en Tokio 2021.
Un caso que aquí, en la Argentina, recuerda a la trampa de Rotterdam, cuando el atleta no vidente José Luis Santero montó una escena para completar aquel maratón en 2015 que lo hubiera clasificado a los Juegos Paralímpicos de Río.
Como suele ocurrir, el tiempo, las pruebas y las evidencias categóricas permiten comprender que hacer trampa o buscar un atajo, afortunadamente, no es para siempre.




