En junio de 1943, el Real Madrid que hoy mismo cumple 115 años de vida consiguió su máxima goleada de la historia nada menos que ante el clásico rival.

La Guerra Civil ya era historia y la dictadura de Francisco Franco hacía esfuerzos por continuar dividiendo España, suprimiendo lenguas y anglicismos para castellanizar el país en busca de la paradoja de un Estado unitario. Fue entonces que la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona alcanzó su máximo grado de tensión, que fue incluso más política que deportiva.

En 1943, cuando la Copa del Rey había mutado en la Copa de su Excelencia el Generalísimo, a merengues y culés les tocó enfrentarse en semifinales. La ida, disputada en Les Corts, la ganó Barcelona por 3-0 y los madrileños volvieron a casa enfurecidos con el trato recibido, aunque en realidad no había existido mucho más que una silbatina magnificada por la prensa franquista.

Tal fue la bronca que se generó en la capital española que se preparó intencionadamente una revancha desde las tribunas, vendiéndose pitos en la Calle de la Victoria para facilitar el estruendo. Contó el periodista Alfredo Relaño que cada vez que Barcelona tocaba el balón se podían oír unos 20 mil pitidos, provocando el desconcierto de los blaugranas y permitiendo que antes de la primera media hora de juego la serie estuviese ya igualada.

En los 15 minutos posteriores, el Real Madrid castigó con cinco goles más y se fue al vestuario con un marcador de 8-0. En el complemento llegaron más tantos y el equipo Merengue logró construir una goleada de 11-1 que, hasta el día de hoy, es el triunfo más holgado de su historia.

Cuenta la leyenda que la esposa del portero culé, que había salido al cine con amigas, se desmayó al enterarse de lo sucedido. Sin dudas, el golpe había sido fuerte, porque Luis Miró, de 30 años, decidió ya no volver a atajar nunca más.

En Barcelona se dijo que la policía había intimidado al equipo para que se dejase ganar, algo que con el tiempo fue desmentido por los propios protagonistas, quienes reconocieron que fue el ambiente lo que terminó por desbordarlos.

El escándalo fue tan grande que los presidentes de ambos clubes fueron obligados a dejar el cargo. Los nuevos, tuvieron como primera medida organizar un partido de ida y vuelta "por la paz". José Antonio Albert Muntadas asumió en Barcelona; en Madrid, nada menos que Santiago Bernabéu.

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