Mientras brilla en la Premier League, Alexis Sánchez vuelve a Chile para alcanzar la gloria en la Copa América. Regresa a su tierra, donde los recuerdos del desierto, la pobreza y el esfuerzo de su madre le recuerdan su procedencia.
Uno puede ir a cualquier lado, pero siempre hay que recordar de donde viene. Alexis Sánchez llegó desde muy lejos, con mucho sacrificio. Un verdadero campeón, que nunca olvidó sus orígenes.
Su infancia se llevó a cabo Tocopilla, una ciudad minera considerablemente pobre del Norte Grande de Chile. Ahí Alexis ya sorprendía desde bien joven en la liga regional, donde era conocido como “Ardilla”, por su agilidad.
Mi mamá es mi ídolo
A los 8 años su tío lo llevó a Rancagua, a 1.700 km de casa, para que forme parte de la escuela de fútbol de la Universidad Católica. Pero el pequeño no se adaptó y volvió a casa. A Tocopilla, al desierto de Atacama, el más seco del planeta.
Tierra de mineros y pescadores, de droga, alcohol y fracaso escolar. Una tierra vulnerable donde trascender es casi una osadía.
Alexis lo logró, pero no sin esfuerzo. Especialmente el de su madre, Martina, una soltera que trabajaba todo el día como limpiadora de pescado en la ‘caleta’, o como empleada del hogar, para dar de comer a Alexis y a sus hermanos Humberto, Tamara y Marjorie.
Fue campeón con Colo-Colo, River, Barcelona y Arsenal.
Su profesor de educación física asegura que el sacrificio de su madre salvó al Niño Maravilla de quedar expuesto a las vulnerabilidades típicas del barrio donde se crió. Si hoy cuenta con más de 10 gritos de campeón, mucho le debe a ella.
Pero el propio Sánchez tuvo que poner su parte. Desde chico lavaba coches luego del entrenamiento, hasta que al fin logró dar el gran salto y recalar en las divisiones menores del equipo más fuerte de la región, Cobreloa, que rápidamente lo puso en Primera (a los 16 años).
Hoy es la máxima figura de Arsenal de Inglaterra y de todo Chile. Será el gran abanderado de un país que busca su primera consagración continental, en casa. En casa, donde jugaba descalzo porque no tenía dinero para un par de zapatillas. Gracias a su familia, y especialmente su madre, el Niño Maravilla puede sentirse campeón.
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