Messi es todo lo que no sería. Estar lejos de su posición no me imposibilita pensar cómo serían mis reacciones en su lugar. Un distinto.

Todo el país le dio la espalda cuando él más lo necesitaba. La historia es conocida, no la vamos a repetir, pero Lionel Messi tuvo que viajar a España para poder crecer, para lograr introducirse en el mundo del fútbol.

Barcelona le pagó el tratamiento y creció en Europa. ¿Guardó algún tipo de rencor por el país que lo vio nacer? No, nada que ver, eligió vestir la camiseta de la Selección Argentina. Imaginándome en esa situación me permito decir que mi decisión, por ahí, hubiese sido defender los colores de la tierra que me entregó su corazón.

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Fama, dinero y poder. Un cóctel explosivo. Futbolistas que reúnen estas condiciones deciden aprovechar este trinomio para la conquista de mujeres. Ponete un segundo en su lugar. Y ahí es cuando volvemos a lo mismo. ¿Cuántos seguirían de novios con la primera mujer que los enamoró? Messi. Paren de contar.

Son detalles de su personalidad. Ni mejor, ni peor. Mucho menos juzgar si está bien o está mal. En su segunda casa, el campo de juego, le pegan, el rival necesita recurrir a la violencia para poder detenerlo. Cualquiera podría decir que la reacción lógica del dueño de este deporte sería de igual magnitud. Claro, pero La Pulga no. Él se levanta, callado, agarra el balón y quiere jugar. Sí, como un nene.

Él es lo que yo no podría ser. Me subo al éxito profesional de él y no puedo comprender cómo no responde cuando alguien lo critica. Si yo, un simple mortal, discuto todo a muerte. Él, que para muchos es Dios, acepta las críticas por más agresivas que sean.

Porque es distinto. Sí, como cada uno de nosotros. ¿Cómo puede ser que nunca sienta la presión de las miles de personas que todos los días le piden un autógrafo? ¿Cómo puede ser que siempre sonría ante la asfixia popular? Él lo hace. No puedo explicar cómo.

Lo destruyeron porque no cantaba el himno. Le pedían que lo grite, que llore para demostrar que amaba al país. Lo tildaron de todo. Sólo tenía que recordar las palabras que aprendió en la niñez. Era un simple gesto para cerrar bocas. Claro, es verdad, algo fácil para mí, pero él nunca les dio el gusto.

Y ahí es cuando entiendo todo. Cuando comprendo que Messi no sólo tiene condiciones para jugar al fútbol. El destino no le dijo “vas a ser el mejor del mundo”. Él construyó una personalidad distinta, única. Y, por más que lo intente, nunca sería como él.

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