“¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!”. El grito, en modo tributo enardecido, aún puede sentirse en la parte roja de Avellaneda. Alsina y Bochini (en aquellos años, Cordero) aún huele ese aroma a café colombiano.
¡Claro! Sobran los motivos. Sus deliciosos centros quedaron marcados en las retinas de los miles de hinchas que lo disfrutaron en el viejo estadio de la Doble Visera, como un colofón de los años gloriosos que los hinchas de Independiente se niegan (con justa razón) a dejar ir. Como quien se aferra a un pasado próspero, al tiempo que pelea contra un presente aciago y oscuro. Acaso, el peor de la riquísima vida de Independiente, uno de los equipos grandes de la Argentina. En verdad, uno de los precursores del paladar negro en el fútbol argentino.
En esa sintonía, el fútbol, como uno de los deportes más populares y apasionantes del mundo, entregó jugadores que llegaron a lo más profundo de los corazones. Grandes jugadores que, a lo largo de la historia, surgieron sin la necesidad de ser cracks. Exquisitos que dejaron una huella en la memoria colectiva de los hinchas. Algo así como mitos populares. Un ejemplo de ellos es el Palomo Usuriaga, quien se destacó como delantero en Independiente y cuya muerte dejó un vacío en el fútbol.
Albeiro Usuriaga López nació en Cali, Colombia, el 12 de junio de 1966. Desde joven mostró una gran habilidad para el fútbol y tras destacarse por algunos años en el fútbol de su país, llamó la atención de Independiente de Avellaneda. Club que a fines de la década de los años 80 y comienzos de los ´90 transitaba los últimos años de su máximo esplendor que lo impusieron como el Rey de Copas.
Épocas con dirigentes nobles y honestos que priorizaban todo por su club. Tiempos en donde la pertenencia marcaba el pulso de equipos que podían repetirse de memoria. Hoy, salvo excepciones, un ejercicio complicado.
Desembarco triunfal:
En 1994, Usuriaga se convirtió en jugador de Independiente, uno de los equipos más importantes de Argentina y del continente. Tan importante es, que hasta la actualidad sigue siendo el equipo con más Copas Libertadores (7).
El Palomo, como se lo conocía, rápidamente se ganó un lugar en el corazón de los hinchas gracias a su velocidad, técnica y capacidad goleadora. Con él como uno de los baluartes, el Rojo de Miguel Brindisi ganó la Supercopa Sudamericana en 1994 y la Recopa Sudamericana en 1995. En el plano nacional, se coronó como campeón del Torneo Clausura 1994, en un partido épico ante Huracán en la última fecha. En aquel plantel Rojo estaban Gustavo López, Sebastián Rambert y Luis Islas.
Para Brindisi se trató de su as de espadas. “Con él ganamos la Supercopa contra el Boca de Menotti, que tenía un equipazo, y el Palomo era nuestra carta de triunfo. Para ese plantel fue la incorporación más importante que tuvimos: al cuarto partido fue titular y no faltó nunca. La magia del Palomo era la impronta, tenía en velocidad, y una explosión que marcaba diferencia”, contó en el documental que salió en 2020.
Igualmente, el Palomo no llegó como un desconocido a Independiente, ya que en 1989 había ganado la Copa Libertadores con Atlético Nacional de Medellín. Ese hecho marcó un suceso en el fútbol sudamericano, ya que fue el primer equipo de Colombia en lograr llegar a lo más alto.
Repechaje, gol y regreso al Mundial:
El Palomo fue la llave que abrió la fiesta colombiana en 1990. En el partido repechaje, Usuriaga convirtió el tanto ante Israel que clasificó a Colombia para el Mundial, luego de 28 años de ausencia.
Pero el técnico Francisco “Pacho” Maturana no lo convocó para la cita en Italia porque adujo que no estaba en buen estado y su bajo rendimiento no ameritaba ser mundialista.
Antes, en 1989, lo había llevado a Nacional para ser ganar la Copa Libertadores. Luego, lo tuvo en el América campeón de 1992 y seis años después lo incluyó en Millonarios.
Mucho más que carisma:
Usuriaga era un jugador carismático y muy querido por la hinchada de Independiente. Su alegría y desparpajo en la cancha lo hicieron un referente dentro y fuera del rectángulo de juego.
Su talento era indudable y su presencia en la delantera del Rojo fue una garantía de gol. Si bien sólo jugó 63 partidos y marcó 20 goles, se ganó el afecto del hincha de Independiente casi de inmediato.
Doping:
En 1997, en su segundo ciclo en el Rojo, dio positivo un control antidoping tras un partido con San Lorenzo. Lo sancionaron por dos años pero fue condonado.
La AFA lo suspendió por dos años y recién pudo volver a jugar el 13 de agosto de 1999:“Todos hemos cometido errores. Nunca fui adicto, fue un problema que tuve. Fueron las ganas de probar y justo me tocó el control antidoping. Fue la única vez que consumí. No me sentí apoyado, pero me ayudaron Maradona, Caniggia y el ‘Cabezón’ Ruggeri”, dijo.
Última función:
Su última aventura como profesional fue en el 2003 con la camiseta del Carabobo de Venezuela, además de haber pasado por algunos equipos del ascenso argentino como All Boys.
Muerte trágica:
Pero la tragedia más grande de la carrera de Usuriaga ocurrió el 11 de febrero de 2004, cuando fue asesinado con 13 balazos en un barrio de Cali, a manos de un sicario, mientras jugaba a las cartas con unos amigos en un bar.
Tres días más tarde tenía que viajar a Japón para vivir su última experiencia futbolística. La noticia conmocionó al fútbol argentino y a la comunidad colombiana en Argentina.
La muerte del Palomo fue un duro golpe para quienes lo conocieron y lo idolatraron en un Independiente mítico, tanto en su país natal como en Argentina.
Las circunstancias de su muerte no están del todo claras hasta el día de hoy. Algunas versiones indican que el asesinato se debió a un ajuste de cuentas por un supuesto robo, mientras que otras hablan de un crimen pasional. Pero la más acertada es que vio algo que no debía ver. Hay otra más que dice que fue enviado a matar por el jefe de una banda de sicarios.
Lo cierto es que, tras una investigación, la Fiscalía sostuvo que el homicidio del Palomo fue ordenado por Jefferson Valdez Marín, jefe de la banda criminal “La Negra”. ¿El motivo? Usuriaga había iniciado una relación sentimental con la expareja del delincuente.
Lo cierto es que al Palomo lo despidieron tal y como era él. Alegremente, con música en la iglesia que le dio el último adiós en Cali. Así era el colombiano dentro de la cancha, un alto desfachatado que brillaba de alegría.
En una época donde las trenzas no eran tan normales y jugar con cadenas y aritos estaba aceptado. Tan querido es por la gente de Independiente que, si uno camina por las calles de Avellaneda, muy probablemente, se encuentre con una camiseta del equipo del ‘94.
El Palomo de la suerte:
Unas 1800 personas caleñas se ganaron, en 2019, la lotería. Lo hicieron tras apostar por el número de la tumba del Palomo, la 3582, en el cementerio Metropolitano del Sur de Cali.
“En un programa de televisión salió una vendedora de Chontico diciendo que era muy común que cada vez que se cumplía un aniversario de la muerte del Palomo salía el número de su tumba y recomendaba a las personas que lo jugaran, es así como hubo un aproximado de 1.800 ganadores”, explicó Mauricio Orozco, director comercial de la empresa Gane, a la radio La FM.
El Palomo, incluso después de muerto, sigue sacándole una sonrisa a los fanáticos del fútbol. Por eso, el “¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!, ¡Usuriaga!” aún puede sentirse. Sólo es cuestión de captar esa melodía llena de frescura y desparpajo. El mismo que supo engalanar el Palomo en cada cancha donde jugó.