La Selección Argentina no tenía margen y apareció. El verbo aparecer le cabe mejor que el verbo jugar, pero no es contexto para despreciar lo primero. El gol que abrió la cuenta ante México fue producto de una genialidad individual de un Messi que, sin hacer un gran partido, sacó a relucir la rutina de lo extraordinario. El segundo es de un Fernández que irrumpió muy bien en el proceso de Scaloni, que parecía sellado, y hoy deja en claro que las variantes eran necesarias. Lionel apareció. Enzo Apareció.

Getty

En el primer tiempo a Argentina le costó sumar pases. No tenía jugadores en distintas alturas para progresar. De Paul no influyó ni cerca de Guido Rodríguez, ni pegado sobre la raya. Así, México discutió la posesión. Contó con la chance en un tiro libre, pero Dibu Martínez también apareció.

En un momento fue Di María, en otro los laterales, pero había demasiados futbolistas argentinos delante de la línea de la pelota y quedaban de espaldas. Faltaba desorden en ataque, diagonales, presencia por el medio, agruparse con movilidad a favor del pase corto. El que más hizo por ese plan fue Alexis Mac Allister, la figura del equipo en la etapa inicial. Fideo también fue más peligroso cuando abandonó la raya derecha.

Lautaro Martínez quedó muy solo y sobrecargado en el rol de la presión. En la Copa America 2019, punto crítico del ciclo, nació el eje del MAL. Messi, Agüero, Lautaro. Ese esquema rompió con una posesión inofensiva y activó al equipo. Desde el juego, el contexto es muy parecido. Hay una chance de armar otro eje del mal con Julián por Kun, pero Scaloni optó por un punta en lugar del otro. Si se combinaran los delanteros del City e Inter para ahogar la salida rival, le generaría muchos problemas a cualquier rival.

Los primeros quince minutos del complemento fueron una continuidad de la primera parte. Enzo reemplazó a Guido, Molina al amonestado Montiel y Julián a Lautaro. Todos cambios de nombre por nombre. Entonces, el capitán apareció para hacer lo que tenía que hacer: mover el resultado. No es que Argentina hubiera hecho demasiado mérito, no es que él haya tenido un rendimiento excepcional. Pero si el 0-0 pesaba en el juego, no iba a ser el juego el que moviera el 0-0. Tenía que ser una genialidad y nadie mejor que Messi para eso.

Getty

Con el primero vino el movimiento táctico. Cuti Romero por Di María y la línea de tres que se convertía en cinco. Además, Exe Palacios por Mac Allister. Desde el rendimiento, no se justificó la salida del colorado y la presencia de un deslucido De Paul. Enzo Fernández empujó con el primer pase un poco más de lo que lo habían hecho hasta entonces en el Mundial Paredes y Guido. Un rol más parecido al de Defensa y Justicia que al de River. Y entonces, la segunda aparición.

Para ser crack tenés que hacer cosas como lo que hizo, en el contexto más jodido de un gigante como Argentina en una Copa del Mundo. Hablemos de personalidad y categoría para jugar. Lo hace con la arrogancia del que se siente bueno. Pero una arrogancia necesaria, no sobradora. No cualquiera impone su ritmo, no cualquiera tiene esa afinidad con el gol. Y solamente con 21 años.

Otro que se merece ser destacado es Nico Otamendi, probablemente el más regular del equipo argentino en Qatar. Hoy jugó en modo imperial, sacando absolutamente todo lo que le pasó cerca. Ya jugó por derecha, por izquierda y en línea de tres. Una fiera.

Este plantel sufrió un traspié y no hay dudas de que le pesó contra México. Hay problemáticas del debut que se repitieron. Pero cualquier corrección se hace más tranquilo con el resultado en el bolsillo. Haber sacado adelante este partido les permite quitarse peso de encima. Una aparición se da cuando hay ausencia. Por ahora, eso que falta es el estilo de juego que construyó el qué y el cómo a Qatar. Si lo que irrumpe es otra vez esa construcción colectiva, Argentina tendrá más chances de seguir avanzando.