El fútbol, a nuestro entender, es el deporte más hermoso del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo, tiene apostillas realmente insólitas y difíciles de entender.
Una de ellas tuvo lugar el pasado fin de semana en el marco de la máxima categoría del fútbol francés, más precisamente en el clásico entre Saint-Etienne y Lyon.
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Es que el portero del conjunto anfitrión, que finalmente terminó quedándose con los tres puntos, ingresó al campo de juego con su hijo, pero de una manera particular.
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El protocolo de dicho evento obligó al pequeño niño a vestir los colores de Lyon, contrincante del equipo de su padre. Y, por supuesto, no lo tomó muy bien.
Como consecuencia de ello, el niño se puso a llorar de manera deconsolada mientras el portero de Saint-Etienne intentaba calmarlo. Sinceramente inentendible.
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