Rojo como la sangre, rojo como Ferrari. Así es Charles Leclerc, un piloto que con tan solo 25 años ha sabido ganarse un lugar en la Fórmula 1. Debutó con Alfa Romeo, y de inmediato, todos los reflectores apuntaron hacia su presencia, su talento es innegable, su calidad es magistral, todo esto hizo que diera el salto a la Scudería Ferrari.

En su primer año con los de Maranello, se pensaba que llegaba para escuchar, aprender y seguir los pasos del tetracampeón del mundo Sebastian Vettel. Sin embargo, el Gran Circo experimentó todo lo contrario, pues el monegasco sacó la cara por el equipo y superó ampliamente al alemán, dejando claro que no llegó a vestirse de rojo para ser “el número 2”.

Tanto así que los italianos no dudaron en renovar hasta 2024 a Charles Leclerc, pasando por encima de Sebastian Vettel y sus cuatro campeonatos conseguidos de manera consecutiva con Red Bull entre 2010 y 2013.

Por ello, Charles Leclerc es el hombre rojo, o el hombre de rojo, como prefieran. Está destinado a ser la bujía de Ferrari, el capitán, quien lidere al equipo a su tan ansiado título de pilotos, el cual no consiguen desde 2007 cuando Kimi Räikkönen hizo lo propio ante Lewis Hamilton para llevarse el título.

Charles Leclerc: Gran poder conlleva responsabilidad

Ser el piloto del momento para Ferrari debe acarrear muchísima presión, ser el elegido para guiar un proyecto debe hacer que el peso de los hombros de Charles Leclerc sea significativamente doloroso.

Charles Leclerc (Foto: Dan Mullan / Getty Images)

Charles Leclerc (Foto: Dan Mullan / Getty Images)

Todo esto conlleva a que el monegasco dé todo para exprimir su máximo potencial dentro de la pista para traer de vuelta la gloria a Maranello.

También, toma en cuenta que su compañero de equipo es un hueso duro de roer. Se trata de otro piloto con sangre joven y hambre de triunfo: Carlos Sainz Jr.

Charles Leclerc Foto: (Mark Thompson / Getty Images)

Charles Leclerc Foto: (Mark Thompson / Getty Images)

En ese sentido, desde hace años Ferrari tiene la difícil tarea de balancear el ímpetu de ambos por ganar para sacar el mayor beneficio posible y que no se convierta en una lucha entre pilotos del mismo patio que rompan los autos, discutan y carguen de un ambiente negativo al equipo.

Será un trabajo complicado, pero los italianos saben en qué problema se metieron exactamente al firmar atraer dos promesas, que de seguro no aceptan ser “el número 2”.