América y Europa vivían en mundos distintos dentro del mismo planeta. Eran los extremos. Mientras que en un lado del globo terráqueo la preocupación era deportiva, del lado opuesto la prioridad era la supervivencia. Entre esos frentes tan dispares, nació el Atlas.
En Buenos Aires, Argentina, se disputaba la primera edición de la Copa América, un torneo oficial de futbol con carácter internacional que enloqueció a los pueblos sudamericanos participantes. Uruguay se presentó en el certamen dando un fuerte golpe de autoridad para demostrar que en nación extranjera quería ser campeón. Los charrúas golearon 4-0 a Chile en su primer juego.
Prosiguió con triunfo de 2-1 sobre Brasil y un empate sin goles contra Argentina. Se coronó gracias a que lideró el grupo en que competían esas cuatro naciones. Ese fue el cimiento exitoso de lo que posteriormente se iba a conocer como “la garra charrúa” en la primera mitad del siglo XX.
Al mismo tiempo surgió la leyenda de Isabelino Gradín, el primer gran ídolo uruguayo que terminó sus días en extrema pobreza durante 1944. Fue la figura de esa Copa América, el futbolista más comentado de Sudamérica por distintas razones, una de ellas fue su color de piel. Descendiente de africanos originarios de Lesoto, Gradín fue tratado por sus críticos como un jugador no auténtico del Uruguay pese a que creció en el barrio Palermo, de Montevideo.
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Gradín era el personaje futbolístico del momento. En ese contexto, pero en México, el 15 de agosto de 1916 nació el Atlas. El equipo rojinegro vio la luz justo cuando la Primera Guerra Mundial estaba en su punto más álgido; Rumania le declaró la guerra al imperio austro-húngaro e Italia hizo lo propio con Alemania.
El conflicto bélico entre naciones europeas, iniciado dos años atrás, se estaba intensificando. Lejos se veía el final de la guerra porque no había acuerdos y sí constantes ataques. Si bien la guerra culminaría en 1918, en este lapso se recrudeció el conflicto.
México estaba atento a esas informaciones, mismas que eran publicadas en gacetas y periódicos de la época. También se hablaba mucho sobre Pancho Villa, quien había emprendido batallas contra soldados estadounidenses en Columbus, Nuevo México, y era considerado el hombre a seguir en nuestro país.
Ante esa atmósfera de situaciones, Atlas comenzó a escribir su historia en el futbol mexicano.