Floyd Mayweather derrotó a Connor McGregor por nocaut técnico en el décimo round para extender su marca a 50 victorias sin conocer la derrota y anunciar su retiro definitivo del boxeo.
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Fue la pelea del dinero y el mundo la compró, con tanta obstinación que incluso la misma debió retrasarse porque en Estados Unidos se habían saturado los servicios de Pay Per View. Es que cualquiera que algo entendiera de boxeo podía darse cuenta de que el luchador de artes marciales mixtas nada tenía que hacer en un cuadrilátero, enfrentando bajo sus reglas al mejor boxeador de los últimos 20 años. Nada excepto llenarse los bolsillos.
Y tras un primer asalto en el que golpeó, porque Floyd lo dejó mostrarle qué tenía para dar, a Connor McGregor solo lo salvó su altura y los aparentes 10 kilos de ventaja, unas tres categorías si se habla de boxeo, de hacer un verdadero papelón en Las Vegas.
Mayweather le había prometido noquear a sus aficionados y lo buscó a partir del tercer round, dejando de lado su tradicional estilo de defensa y contrataque para fajarse con un gigante que ni siquiera pudo hacerlo retroceder con la mano izquierda que en la previa quisieron vender como pesadilla para Money.
Y en el décimo round el irlandés ya no aguantó el castigo. Solo se mantuvo en pie para demostrar que es un gladiador, hasta que el árbitro tomó su única decisión acertada durante el combate y decidió terminar con la pelea.
McGregor amagó con quejarse, pero no pasó de la declaración diciendo que le pelea debería haber seguido, aunque no logró instalar en nadie la duda del final polémico, que tanto a perseguido a Floyd en sus últimos combates.
Mayweather celebró con cautela, como diciendo yo les avisé, y sorprendió diciendo en pleno cuadrilátero que ya no habría más show, que esta, la que le permitió igualar el 50-0 de Rocky Marciano, había sido su última pelea. Y no parece haber desafío ni deuda pendiente que haga que Floyd revea su decisión.