Antonio Mohamed lleva gran parte de su vida viviendo en México, en donde ha conseguido la mayoría de sus éxitos como jugador y como entrenador. El presente de sus Rayados de Monterrey no es el mejor.
$bp(“Brid_80802740”, {“id”:”6126″,”width”:”100%”,”height”:”400″,”video”:”43573″});
“Soy mucho más reconocido en México que en la Argentina. Me doy cuenta cuando salgo a la calle. Si en Monterrey voy a caminar o a un shopping tengo que estar dispuesto a sacarme fotos, a charlar con la gente. Es el precio de ser una persona pública. Es parte de mi trabajo. Pero es lindo ese reconocimiento” dijo el Turco parael Diario Clarín.
Sobre sus inicios en el futbol Azteca, afirmó: “llegué muy joven, con 23 años. No esperaba quedarme tanto tiempo ni que me fuera tan bien. Me abrieron las puertas de México. Y por eso tengo tanto cariño hacia ellos”.
“Mohamed es, no sólo para el fútbol sino para todo México, una estrella. Un personaje que excede los colores de cualquier camiseta que usó; y también el campo de juego…” reza el libro de Leandro Sánchez dedicado al Turco.
“Hay mucha pasión, pero no fanatismo. Se puede ir a la cancha tranquilo. La rivalidad es sólo deportiva. Desde Argentina exportamos jugadores y técnicos, pero por suerte no violencia. No hace falta la barra brava para que haya espectáculo en las tribunas” ¿Nunca te fueron a “apretar”? Jamás. Ni cerca. Y eso que la gente es muy exigente con el resultado y con el juego”.
-Hubo otra ciudad relevante en tu camino: Tijuana. ¿Cómo fue aquello?
-Llegamos para salvar al equipo del descenso y salimos campeones. Y casi llegamos a semifinales de la Libertadores. Nos quedamos afuera sin perder un partido, por un penal increíble (contra Atlético Mineiro, luego campeón). Fue la experiencia más linda que me tocó vivir en el fútbol.
-¿Por qué?
-Tijuana era completamente distinto a Monterrey. Los hinchas no eran de fútbol, preferían cruzar a Estados Unidos para ver béisbol. Y de a poco la gente se fue involucrando con el equipo, a entender el juego. Y mirá ahora: ahora juegan la temporada con todos los abonos vendidos.
-Fundaste la pasión…
-Yo no… Ese equipo. Cambió a la ciudad. Al final nos venían a ver cinco o seis mil personas desde Estados Unidos. Mucha gente de trabajo. Se venían el fin de semana. Incluso hasta se mejoró la seguridad a través del fútbol. Ahora, el Tijuana es un ícono de la ciudad, un motivo de orgullo.
-¿Y eso modificó la impresión que había de una ciudad asociada a la violencia y al narcotráfico?
-Antes había una mirada de Tijuana: la de una frontera caliente, siempre vinculada a todo eso. Ahora ya no es tan así. Y en eso mucho tuvo que ver el equipo. Yo estoy muy contento de haber sido parte de ese cambio.
-Hablando de “fronteras”, Donald Trump prometió, entre otras cosas, un muro para los mexicanos. ¿Cómo lo viven?
-Estamos todos en puntitas de pie. Porque no sabemos qué va a pasar. No queremos que cambien las cosas. Esperamos que siga todo igual. Pero habrá repercusiones…
-¿Hay miedo?
Y sí, claro. Porque la llegada de Trump como presidente de Estados Unidos puede influir mucho en la economía de México. Y yo me siento un mexicano más en esta situación. Y la preocupación también es para Sudamérica, para todos. Por ejemplo acá, si van a poner más impuestos a las exportaciones se va a complicar. En Monterrey hay empresas automotrices que hacen los autos con mano de obra local y los mandan a Estados Unidos. Y si eso se corta, va a generar desocupación. Hay mucha incertidumbre…
-Dijiste que sos un mexicano más, ¿como entrenador también?
-Como técnico me siento más mexicano que argentino… Es más: creo que tengo más posibilidades de dirigir a la Selección de México que a la de la Argentina. Pero ojo, también me gustaría volver a dirigir allá…
-¿Cuál es tu mirada de este fútbol argentino en días de crisis?
-Es un lugar muy difícil para trabajar. Nunca sabes ni cuándo vas a jugar. El calendario se resuelve dos días antes. Tenés que hacer algo previsible. Que se respeten los días de partido, las fechas de pago. Algo normal. No se entiende que genere tanto y haya tantas deudas. No hay claridad. No hay seriedad.
-Este año se cumplió una década del fallecimiento de tu hijo: ¿cómo es la vida sin Faryd?
-Desde que falleció mi hijo, mi vida cambió para siempre. El tiempo va acomodando todo. Pero la angustia aparece en algún momento, por supuesto. Es un dolor que nunca termina. Toda la persona que pierde un ser querido sabe: cuando se muere tu viejo estás unos años triste, pero después lo recordás con una sonrisa, cuando te viene a la cabeza las cosas que compartías con él. Con tu hijo eso no pasa. Es distinto. Es lo único que no tiene nombre. Por eso todavía no lo pude recordar con una sonrisa. Ese día voy a volver a ser feliz del todo. Pienso que cuando tenga un nieto quizá se dé ese clic para dar el paso… Para sonreír de nuevo” finalizó el Turco para Clarín.