Hubo un instante en que el genio se cansó de que se hablara de Cech y se las arregló para cambiar la historia para siempre.

No le vengan a decir a Messi que hay algo imposible para él. Aunque a veces no se note, y mucho ha ayudado para ello la contraposición con el excéntrico carácter de Cristiano Ronaldo, el orgullo del argentino también está por las nubes. ¿Quién podría culparlos? Los dos son los astros del deporte que paraliza al mundo.

Pero no le vengan a decir, entonces, a Messi que hay alguien invencible. Porque aunque no lo demuestre la inexpresividad de sus facciones, eso es algo insoportable para él. ¿Cómo negarlo? Si hasta le molesta que Thiago le ataje la pelota de goma, que va impulsada sin violencia, para no lastimar; pero cargada de efecto, para ganar.

Los 474 minutos que Petr Cech había resistido sin que él pudiera anotarle un gol jugaron en la cabeza del crack culé desde que piso el césped del Emirates. Quizás desde la noche anterior, en la que habrá repasado cien veces la mejor manera de terminar con esa hazaña que, para su fastidio, lo tenía como protagonista sin que fuera suya.

¡Qué mal le vino al checo que la prensa contabilizara sus minutos de resistencia ante La Pulga! ¿Para qué llamar la atención de alguien que, tal vez, estaba pendiente de otra cosa? Y por desgracia para Cech los 474 minutos ya habían mutado en 543, indicándole a Messi que era el momento.

No podía ser así nomás. No era cuestión de empujarla adentro y terminar con todo. Mucho menos un penal. Y no es que el crack culé haya fallado adrede aquel tiro desde los 12 pasos que, en la Champions 2011-2012, lo puso cara a cara con Cech, todavía en Chelsea, y que decretó la eliminación del equipo de Guardiola. Pero cuando se trata de cracks, los astros suelen alinearse de una manera incomprensible y la historia no podía terminarse antes de empezar. ¡Y mucho menos con un penal!

Otra vez al Emirates. El reloj marca 69 minutos de juego y, tras resistir varios embates blaugranas, el ésta vez no tan ofensivo Arsenal intenta crear peligro en el arco de Ter Stegen. Pero algo sale mal. Mascherano se convierte en ninja y saca una contra antes de que Wenger pudiera pestañar.

Messi siente mariposas en el estómago. Es esa sensación inexplicable que tiene cada vez que empieza a sentirse en oportunidad de gol. Sabe que Ney y Lucho, sus dos amigos, se van a encargar de que esa pelota que hace dos segundos era tan lejana le llegue en una bandeja de oro para que sentencie.

Serán menos de cinco segundos para repasar las más de 100 definiciones que soñó la noche anterior, cuando leyó ese fastidioso primer artículo que hacía referencia a esos malditos 474 minutos.

Nada. No hay tiempo. Mejor confiar en una vieja aliada, que sabe entenderlo mejor que cualquier pizarrón. Toca improvisar. ¡A ver qué hace Ney! El pase llega a tiempo, pero un poco atrás para darle de primera. Ya deben ir quinientos minutos y pico. Basta. ¡Basta!

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