No podía ser de otra manera. Poco después de su retiro oficial de los tabloncillos, los San Antonio Spurs retirarán de manera definitiva el legendario dorsal número 20 de Manu Ginóbili.

Sean Elliott, Tony Parker, Fabricio Oberto, Gregg Popovich, y Tim Duncan bañaron al argentino en elogios, logrando conmoverlo casi hasta el llanto con sus sentidas palabras, destacando su calidad como estrella y también como ser humano.

Acompañado por su esposa y sus 3 hijos, el escolta, sumamente emocionado, se mostró agradecido con la franquicia, la ciudad, sus compañeros y con todos los que viajaron desde distintas latitudes para hacer acto de presencia en su noche histórica.

"Nunca imaginé esto cuando crecí, nunca pensé que podría pasarme. Pensé que podría tal vez tener una buena carrera en europa y quizás con el equipo nacional. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, gané campeonatos con estas leyendas que admiro y amo. Es una locura. (...) Sabiendo de dónde salí, reconozco que he sido muy afortunado toda mi vida. Nací en una ciudad que vive el baloncesto de una forma muy especial. Uno no elige dónde nace, por eso hablo de suerte (...) El día del Draft no sabía lo que estaba pasando. Me habían escogido los campeones de la NBA. Ahí empecé a cambiar mis metas, sabía que dependía de mí ahora, y eso fue otra parte de mi suerte. (...) Llegué a San Antonio sin saber nada de la ciudad lleno de dudas e incertidumbres, sin saber que jugaría con estas estrellas y tampoco sabía nada de ustedes, que me apoyaron desde el primer día".

Sin embargo, fue cuando le tocó hablarle a sus padres, esposa e hijos, que el zurdo de Bahía Blanca no pudo contener sus lágrimas por la emoción de lo que sucedía.

Cuatro anillos de campeón más y algunos cabellos menos, Manu sigue siendo el mismo tipo humilde que alguna vez llevó a la Argentina a la gloria olímpica, como se pudo apreciar en sus palabras.

Asimismo, Manu no se olvidó de sus fanáticos argentinos y a sus compañeros de la selección argentina, a quienes agradeció por los trasnochos y los gritos y celebraciones a la tele, afirmando que influyeron en su juego aunque estuvieran lejos.

 

Como siempre, Manu habló poco y dijo mucho, como lo hizo en las duelas de la NBA, donde se ganó el respeto de propios y de extraños, y escribió su nombre con tinta indeleble en la historia del mejor baloncesto del mundo.

Hoy, mañana y siempre:

¡Gracias, Manu!