“Habíamos descendido, en 2013, por un punto. Yo estaba con mi profe en la concentración, con la ventana abierta y tomando mate. Entra una camioneta negra que, no sé, ¿es una camioneta o un ovni? Una cosa infernal. Infernal. Bajan dos personas. Uno era un representante, yo lo conocía porque me había traído un jugador. Y venía un grandote que parecía… no sé, era una cosa inmensa, de pelo largo. Y me dice, ‘¿permiso puedo entrar?’. Sí: Era Iván Zamorano. Yo te lo juro por la memoria de mi hijo. Mi profe se quedó con la boca abierta, no teníamos celular. No lo podíamos creer. Iván Zamorano se sentó en la mesa de la concentración conmigo: ‘Quiero compartir un mate con vos. Yo quería conocerte’, me dijo. Te lo juro, te lo juro por la memoria de mi hijo. No lo puedo atestiguar porque no teníamos celulares. Yo me quería morir. Iván Zamorano se sentó a tomar un par de mates en la concentración de Brown de Adrogué. Me dijo: ‘Te prometo que voy a volver’. Bueno, no vino más, jajaja”.
Lo cuenta con una pasión, un orgullo que traspasa el teléfono. Pablo Vicó está en su nuevo departamento, al que se mudó después de su salida de Brown tras 15 años como entrenador y más de 20 años como empleado en diferentes áreas del club. Buscó, como siempre, un lugar cerca de alguna cancha para poder ver fútbol no sólo por TV. Hace 30 días que dejó de ser entrenador de Agropecuario y dice que extraña, que necesita el fútbol.
“Me gusta, me gusta, extraño mucho el estar en el ruido, viste. En la adrenalina de estar trabajando, de estar hablando con un jugador, hablando con otro, intercambiando opiniones con técnicos. Lo extraño, sí que lo extraño. ¿Qué es lo que hago? Cuando estoy en mi departamento, empiezo a hacer zapping y dejo donde hay fútbol. Y siempre algo se aprende. Uy, mirá éste movimiento. Mirá esto, a ver qué ruta de pase tiene como para progresar al arco enfrente. Juego mirando los partidos a ver el cambio que yo haría, si acierto o no acierto. Vos decís: éste está loco. Pero bueno, hago eso. Me gusta”.
Tras su salida del Tricolor, agarró Agropecuario en la B Nacional con el objetivo de salvarlo del descenso y firmó por cuatro meses. Estaba a cinco puntos de perder la categoría y lo dejó a 16. Pero en la última fecha se quedó en la puerta del Reducido y por eso se fue. “La ambición mía era tan grande que dije ‘con la plantilla que tenés podés pelear cosas importantes’. Bronca, no se nos dio“, dice y se lamenta.
-¿Fue raro después de 15 años dirigir otro equipo?
-Para nosotros era un desafío, después de 15 años de estar en Brown de Adrogué, probarnos a nosotros mismos a ver si podíamos estar en otro lado, lograr cosas en otro lado. Sacamos el 52, 53% de los puntos, creo que fue importante. Para nosotros fue bastante importante el saber que realmente podemos.
Pablo Vicó es un ícono del Ascenso vernáculo. Tras un corto paso como jugador, sus inicios como leyenda lo encuentran siendo sereno de Brown de Adrogué, también canchero del sector tenístico y luego entrenador de Baby e Infantiles. Hasta que le ofreceron la Primera del Tricolor y no la soltó por 15 años. No sólo eso: vivía en el club, a escasos 70 pasos de la cancha, debajo de una platea. No hay rincón que no conozca.
Volver al eterno amor
-¿Te imaginás volviendo a Brown?
-Yo creo que no es el momento. “¿Te gustaría, Pablo?”. Y sí, me gustaría. Tomar una revancha, me gustaría. Algunos dicen: no se puede, nos dejó. Yo sabía que si me quería quedar, me quedaba, porque el presidente me lo había propuesto. Pero por qué atarme si no le puedo encontrar la vuelta, mejor darle la posibilidad a otra persona que sacar a Brown de esa situación que estaba viviendo.
Ese técnico fue Jorge Vivaldo, el exarquero de Chacarita entre otros, que no pudo enderezar la nave y Brown terminó cayendo nuevamente a la Primera B. Y dejó de ser el DT. “Hay una linda amistad, hizo un lindo trabajo y creo que se ganó un mérito como para que pueda volver cuando él esté dispuesto”, dice sobre el Flaco.
Dice que todavía no volvió al club, porque lo entristece. “Yo a Brown lo amo, si vos te ponés a mirarme los brazos estoy lleno de tatuajes con los colores del club. Pero bueno, tengo que seguir trabajando, tengo que vivir de algo”. Está a la espera de algún llamado que ponga en funcionamiento a su cuerpo técnico. Hasta lo llamaron representantes para ofrecerle jugadores, pero les avisó humildemente que todavía no tiene club.
“Se está haciendo difícil, no he tenido mucho ofrecimiento. Esperar, y si no me tendré que dedicar a otra cosa. Yo creo que este cuerpo técnico hizo cosas muy lindas en una institución como Brown, que los presupuestos no son tan grandes, son austeros y se lograron cosas importantes. Fuimos a Agropecuario y sacamos el 54% de los puntos. Nosotros estamos estamos a la altura, estamos continuamente mirando mirando videos, mirando trabajos nuevos, hemos ido a recorrer cuando no estábamos trabajando, ver otros otros entrenamientos así que uno está preparado pero bueno… Se ve que tendremos que seguir esperando”.
Cuando dice que mira entrenamientos no miente. Muestra enseguida las fotos de cuando estuvo con Martín Demichelis en River y enseguida suelta la anécdota. “Me ha pasado que he ido a jugar con River y Demichelis me manda a decir por el coordinador general ‘decile a Vicó que me espere 5 minutos’, y después lo esperé 10 y me pidió disculpas. ¿Cómo? No, te juro. Le digo, ‘no, maestro, ¿cómo voy a pedir disculpas a usted?’“. Se llevó un par de fotos que, según él, le pidieron los propios jugadores. Y una camiseta autografiada que guarda junto con otras “entre 90 y 98” que tiene.
También mantiene una gran relación con Diego Martínez, el ex DT de Boca. “Yo lo admiro porque arrancó de la nada, arrancó de Cañuelas para adelante y año tras año fue progresando. Lástima que no le fueron bien las cosas en Boca, es un tipo muy trabajador, muy inteligente, un tipo que se brindaba a la gente del Ascenso. Yo he charlado con él para ir a ver entrenamiento, me dijo ‘Pablo acá tenés la puerta abierta, avísame así te dejan entrar en el predio’. Y ésas son cosas muy lindas”, cuenta.
El encuentro con Riquelme que no pudo ser
Sin embargo, nunca se pudo cruzar con Riquelme. Ni cuando iba seguido al predio mientras Claudio Vivas era coordinador y lo invitaba. Cuenta, una vez más, cuando Román le envió por medio de sus hermanos entradas para su partido despedida. Y también cuando el presidente de Boca lo llamó para fin de año pero Vicó no lo atendió.
“El año pasado, 31 de diciembre yo estaba en la casa de mi hermana haciendo los mandado en Mar del Plata. Y me llegó un llamado de Juan Román Riquelme. Yo no lo escuché, me quería morir. Pero me quería morir, literalmente. Y yo le mandé un mensaje pero nunca me lo contestó. Ese recuerdo lo tengo guardado”, dice entre orgulloso y apenado.
Recuerda que alguna vez Román dijo que le gustaban sus equipos y a Vicó le quedó grabado eso. Pero no se ilusiona con que pase de nuevo: “Es muy difícil, tiene sus compromisos, tiene estar en el armado de su nuevo Boca, ¿viste? En algún momento a lo mejor Dios me lo pone en el camino y lo pueda saludar”.
Un amor en Globo
Más allá del amor a Brown, siempre aclara que también es hincha de Huracán. Nacido en Parque Patricios, le tocó no sólo enfrentarlo en la B Nacional: también le ganó. “He enfrentado a mi Huracán querido, en el Nacional B, he ganado en el Palacio 1-0 y el Turco Mohamed dejó de ser un técnico y yo lo corrí hasta la mitad de la cancha para pedirle por favor, yo como Quemero, no se vaya, te lo juro”.
-¿Cómo se sintió enfrentar a Huracán?
-A cara de perro, jaja. Pero jugar contra el Turco y tenerlo al lado mío, una cosa, es lo mas grande que me pudo haber pasado. Y cuando le gané a Independiente estaba Brindisi. Cuando me vino a saludar, disculpá, pero me orinaba. Me han pasado cosas lindas.
Vive todo con una mezcla de espectador de lujo y apasionado laburante. Dos ascensos a la B Nacional logró con Brown, 569 partidos dirigidos en el club.
–¿Dónde quedó ese sueño de dirigir a Huracán?
-¿A quién no le gustaría estar metido en el mundillo de Primera División? ¡A todo el mundo! Como hincha de Huracán me gustaría, pero no quiero que se me malinterprete. Vos me preguntás ¿cuál es tu sueño el día de mañana? Y yo te digo: me encantaría dirigir Huracán. A lo mejor hay personas que no le caen bien, pero estamos hablando de un sueño, que por el momento no es realidad.
Sueños de Selección
Admira profundamente a los Lioneles, Scaloni y Messi. Con ninguno tuvo la oportunidad de cruzarse. “Me gustaría verlo en algún momento y felicitarlo por todo lo que nos dio”, dice. Sí fue a la AFA cuando Sebastián Becaccece lo invitó a jugar con la Sub 20 de Argentina en tiempos de Sampaoli, y su cruce con el ex DT nacional se hizo viral. El destrato del técnico, el ninguneo, lo marcaron. Y aunque elige no repetir la historia, aclara sobre aquel cruce: “No solo Pablo, eh, hubo varios. Por eso te digo: el respeto y la humildad. A través del respeto y la humildad uno puede lograr cosas más importantes que con la soberbia”.
-¿Y a Messi te lo cruzaste?
-Le he dicho a Chiqui Tapia 20 veces. Yo, Chiqui, te juro que no lo molesto, solo dejame verlo. Y a la distancia si puedo me saco una foto, pero no tuve esa suerte. Sí con Maradona, Diego iba mucho a la cancha de Tristán Suárez. Había 200 personas alrededor y yo no quise ser cholulo, no le pedí foto y me arrepentí. Sí me mandó por intermedio de Trotta y del Negro Enrique, desde Dubai, una camiseta firmada por él. Pero no era para Vicó, era para Brown, así que está en el club, bajo cinco llaves.
Un gentleman en Burzaco
Se le infla el pecho cuando relata que entró a la cancha de Belgrano y 25.000 cordobeses lo aplaudieron. Pero no tiene ni un ápice de soberbia. Lo cuenta con la emoción de un chico que sale al mundo y se sorprende. Ahora es vecino de Burzaco, tiene cerca varias canchas que visita siempre que puede.
“Yo estoy cerca de la cancha de Claypole y escuchaba ruido de pelotas. Me fui, estoy a cuatro o cinco cuadras. Pedí permiso para entrar, me senté en la tribuna y estaban probando jugadores. Y yo era el tipo más feliz del mundo. Me encanta. O soy de parame en un potrero... Si es por mí, voy a tratar de estar trabajando con con los técnicos barriales. A veces me meto en el Municipio a dar charlas. Si en algún club de barrio quieren que vaya a dar alguna charla, yo la doy. Me gusta, yo no reclamo plata, no reclamo nada. Y estás involucrado siempre en el fútbol, esperando que en algún momento se dé alguna oportunidad para seguir trabajando“.
Dice que se cuida mucho. Que tiene una nutricionista, come sin sal, muy sano. Se cuida el famoso bigote en la barbería. Tiene además una marca que lo viste, se hace las uñas y se depila. Lo cuenta con seriedad y aclara que no le da vergüenza. Y sorprende con una afirmación: “Me pongo plasma”.
“Soy un tipo que me cuido mucho, hago mucho plasma, me cuido muchísimo. En la cara. Tengo una dermatóloga amiga que antes me lo hacía cada seis meses, ahora me dijo pará, lo hacemos una vez por año, así que ahora me tocaría. Uno tiene que cuidar todo, no solamente la cabeza. Yo veo personas con la misma edad que yo y, disculpame, están hechos mierda”. Y aclara: “Siempre me ponen mal la edad: tengo 68”.
-¿Y hasta cuando piensa dirigir?
-Hasta que el cuerpo me dé. El cuerpo me da, ¿viste? Y vos te ponés a mirar, en el fútbol argentino quiénes son los técnicos que hacen mejores campañas: son los veteranos.
“Yo tengo muchísimas ganas de trabajar, estoy activo. A veces me dice mi gente: ‘Pablo, dejate de joder’. Pero yo soy así”.