Los últimos meses del 2001 no fueron para nada alegres en Argentina;La economía pasaba por uno de sus peores momentos y el pueblo estaba triste, sin salida y desanimado. Pareciera a propósito, aunque no lo fue, pero todo estaba dado para que el salvador, el superhéroe, llegara una vez más para alegrar al país. Fue un 10 de noviembre, hace exactamente 20 años, cuando los argentinos volvieron a ser felices gracias a Diego Armando Maradona.
Aquella tarde de sábado se venía gestando desde hace mucho tiempo, más o menos desde que Diego estaba en Cuba. Una idea que Maradona aceptó rápidamente y que en cierto punto fue uno de los motivos que lo empujaron a recuperarse; el 10 estaba internado por sus adicciones y necesitaba una urgente operación en su rodilla.
Cuando se pactó la fecha del partido, 10 de noviembre del 2001, Maradona comenzó a prepararse y volvió de Cuba. Primero pasó por Colombia para operarse y llegó al país solo cuatro días antes del encuentro homenaje…si homenaje. Nada de despedida, o al menos eso pidió Diego: “Esto es un partido homenaje, no despedida, yo nunca me voy a despedir del fútbol”, tiró en la conferencia de prensa previa al cotejo.
Hospedado en el Hotel Hilton, Diego recibió visitas de todas partes. Músicos, políticos, actores, actrices y deportistas de todos los tipos y tamaños. Parecía la pascua maradoneana con el partido oficiando de Domingo de Ramos. Los días pasaron y el partido llegó.
A estadio lleno como todo el mundo, menos Diego, podía suponerlo (y se dice menos Diego porque el 10 estaba asustado de no poder llenar la cancha, realmente increíble), las figuras que pisaron el césped de la Bombonera hicieron del partido un mega evento internacional.
El partido lo jugaron la gran Selección de Bielsa ante las Estrellas del Mundo, donde jugaban los argentinos Riquelme y Leo Rodríguez, y terminó con un 6-3 para Argentina con un doblete de Maradona de penal. Justamente, después del segundo fue que se sacó la camiseta durante el festejo y completó el encuentro con la mítica 10 Xeneize de Juan Román.
Las formaciones de aquel día aseguraban un partidazo: Por el lado de Argentina estaban Burgos; Zanetti, Ayala, Samuel, Sorín; Kily González, Almeyda; Verón, Maradona, Aimar; y Claudio López (Cavallero, Pochettino, Berizzo, Placente, Husain, Cruz y Castromán)
Mientras que para el equipo de las estrellas jugaban: Córdoba; Ferrara, Bermúdez, Gamarra, Ivan Córdoba; Nolberto Solano, Juan Román Riquelme, Valderrama; Francescoli; Davor Suker y Stoichkov (Higuita, Fabián Carini, Recoba, Careca, Leo Rodríguez, Cantoná, Aguilera y Matthäus)
El partido fue un expectáculopor donde se lo mire, lleno de lujos y buen fútbol. Sin embargo, la frutilla del postre fue lo mejor del homenaje…lo que lo dejó en la memoria de todos. Una vez terminado el juego, Maradona se posicionó en el centro del campo sobre un pequeño atril y de puro corazón, aseguran que no tenía nada preparado, dio uno de los discursos más épicos y recordados de la historia del fútbol.
Fue en ese momento cuando ante la emoción de todo un estadio, Diego se abrazó como lo hubiesen hecho millones de argentinos y con el corazón abierto admitió todo su pasado dejando una enseñanza eterna: “Yo me equivoque y pague. Pero la pelota…la pelota no se mancha”, dijo de la manera en la que solo Maradona podría hacerlo.
Aquella tarde del 10 de noviembre del 2001 fue un antes y un después para el fútbol y para la vida de Maradona, ya que luego de eso comenzó el juicio contra Coppola y varios de sus allegados. Sin embargo, lo que sin dudas no terminó siendo, por suerte, fue una despedida del fútbol. Como él mismo lo dijo.