Dice que casi no toca la pelota desde que dejó de jugar. En su casa hay pocos vestigios de su etapa de jugador, que finalizó hace apenas un año y medio, aunque su contrato recién finalizaba en diciembre del 2023. No hay pelotas, no hay camisetas colgadas. Apenas un termo -que denota haber pasado muchas rondas de mate- con su imagen con los brazos en alto. Y con la camiseta de Huracán.
Patricio Toranzo sueña con volver a Huracán. Cada tanto visita el Palacio Ducó, la gente se saca fotos, lo abraza, se lamentan por la forma en que se fue. El sabe que volverá, a su tiempo y forma. Dice que es su casa. “Hoy no tengo las puertas abiertas en el club”, le dice a BOLAVIP en una extensa charla.
-¿Te retiraste como querías?
-No. No, al último tiempo, por muchas cosas que han pasado en Huracán internamente, yo no me retiré, me retiraron en este caso. Y eso quizás por ahí es lo que más duele. Y si bien yo no podía estirar la carrera 5 años más, creo que me daba para ser importante en otras áreas. En el vestuario, cuando a Huracán le iba mal siempre estaba bien predispuesto para ayudar a mis compañeros. Yo me preparé para ese momento. Para esos 20, 25 minutos que me ha tocado jugar o media hora o 5 minutos o 10, sabía que lo tenía que hacer a la perfección.
-¿Pudiste amigarte con las razones por las cuales Huracán decidió cortar tu contrato?
-No. No, la verdad que no. No me amigo porque creo que merecía o merezco haberme retirado del futbol de una manera sana. Por muchos motivos no lo pude hacer. Es más, la gente hoy me sigue escribiendo que ellos necesitan tener una despedida. Y eso a mí me pone súper feliz. Y yo sé que en algún momento lo voy a lograr. Muchos exjugadores pasaron diez años y después hicieron una despedida… Los tiempos de Dios siempre son perfectos y hoy no tengo las puertas abiertas en el club.
No habla del juicio, elige no hacerlo porque sabe que para el hincha no es fácil de comprender. Tras el accidente ocurrido en Caracas, Venezuela, en febrero del 2016 y por el cual le amputaron cuatro dedos del pie izquierdo, Pato inició junto con Diego Mendoza acciones legales en contra de CONMEBOL en las que Huracán quedó implicado. “Se ha cortado por cosas internas del club. No mías en este caso, pero sí sé entender todo. Supe caminar dentro de este deporte, si no no hubiese perdurado tanto tiempo“, dice sobre la intempestiva desvinculación del Globo.
-El año pasado te postulaste para volver, en este caso como entrenador en un momento en el que estaban necesitando enderezar el rumbo.
-Sí, hay cuestiones políticas del club, que lo conozco de punta a punta y sé por dónde caminar. Conozco desde el que limpia al vestuario, hasta cualquier persona del club. Me han quedado amigos muy importantes ahí adentro, pero yo creo que por algo pasan las cosas. Es porque ya no tenía que estar en el club. Seguramente voy a volver porque es el club que me pertenece. Ese sentido de pertenencia que la gente me lo hace saber. Día a día. Todas las cosas que viví en el club me hicieron crecer también como persona, como jugador. Y eso es muy reconfortable.
El accidente en Caracas
-¿Pensás en el accidente en tu día a día?
-Todos los días no lo pienso, pero lo tengo internamente. Siempre la gente quiere saber, siempre la gente me quiere mirar. Te doy un ejemplo: me fui a la playa y la gente por ahí que te reconoce, capaz no te quiere mirar el pie, pero sí. Quieren saber qué es lo que pasó. Entonces todo el tiempo está ese tema la vuelta a la esquina.
-¿Te incomoda o ya la naturalizaste?
–Sí, me incomoda, porque fue un antes y un después de mi vida. Yo nací con 20 dedos, 10 de la mano y 10 del pie. Hoy tengo 16. Y eso repercute muchísimo en la vida día a día. Es más, hace dos días yo estaba acostado en un sillón, y viene mi hijo que tiene 15 años. Yo a veces ando descalzo, que no podría porque tengo una zona bastante susceptible. Pero hacía calor y él venía del colegio y me preguntó: “¿Cómo podés vivir así?”. ¿Y yo que le tengo que contestar? Porque él me lo pregunta bien. Es una incomodidad y me tuve que reinventar en un montón de cosas. Fue muy grande lo que me ha pasado, muy grande. Yo jugaba con los pies, juego con los pies, camino.
El 10 de febrero de 2016, Huracán emprendía el regreso desde Caracas tras jugar por la Copa Libertadores. El micro que trasladaba al plantel se quedó sin frenos en plena autopista y tras algunas maniobras lograron detenerlo en una rampa de emergencia, con vuelco incluido. Toranzo, Diego Mendoza y el profe Santella fueron los que se llevaron la peor parte. De milagro no hubo víctimas fatales.
Él no entra en los detalles del accidente. Dice que hay cosas que todavía no contó. “Han pasado muchas cosas que no he contado, todavía no me sale hablarlas para no lastimar a la gente que está al lado mío, a mis hijos. Eso en algún momento lo voy a tener que sacar afuera porque no puedo irme de esta vida teniendo siempre todas las cosas adentro, las injusticias que hay”, dice.
“La primera información que llega acá es que yo estaba fallecido. Después de ocho horas hablé con mi familia, nadie quería llevar ninguna información, entonces no sabían si yo estaba muerto o vivo. Me tuve que hacer fuerte ante la adversidad, solo en Venezuela para que no me cortaran mi pierna, porque seguramente iba a haber infección”.
-¿No lo hablaste de terapia?
-Me pusieron, pero no. No quise saber nada. Mi terapia fueron mis hijos. que también en un momento me preguntaron cuándo me iban a crecer. Nunca. La terapia fueron ellos, mi familia, todo lo que hicieron por mí para que yo sea alguien en el fútbol. Hoy mi papá ya no está pero cada vez que hablaba con él, después del accidente se ponía a llorar, no podía permitir que a su hijo le haya pasado una cosa así. Yo les tenía que dar fuerzas a ellos. ¿Cómo? Haciéndome más fuerte en la adversidad y volver. Era una recuperación de 18 meses y volví a los 3. No estaba en condiciones para volver, ¿eh? No estaba en condiciones, porque yo pateaba la pelota y me sangraba el pie.
–¿Te hace mal recordar el momento del accidente?
-Sí, sí. Sí, es más, cuando yo voy manejando y por ahí aparece un micro es como que me alejo. Todo el tiempo estoy pisando el freno a ver si yo me quedo sin frenos. Las pastillas de frenos las tengo que cambiar cada 6 meses. Pero bueno, es lo que me toca. He tenido ataques de pánico que nadie lo sabe.
En mayo de 2016, Pato saltó a la cancha ante Unión. Al principio descreía del cuerpo técnico que lo veían para volver. “Me mostraban videos de un entrenamiento que me decían que no me podían parar. Yo les decía, ‘mis compañeros me están dejando pasar'”. De un día para el otro volvió a concentrar. Le avisaron que iba a disputar 15 ó 20 minutos. Y volvió.
“Por suerte salió bien. Después tuve idas y vueltas, me ha costado convencer a los técnicos que realmente estaba bien. La lupa estaba arriba de mi cabeza. Por ahí me caía o me tropezaba con ciertas jugadas, es un juego de fricción, te caes, te hacen falta. ‘Claro, si ves que no está bien’. Y yo lo percibía. Nosotros no somos tontos. Y estaba cada vez más afuera. Hasta que llegó Gustavo Alfaro, que realmente me ha dado la posibilidad de tener continuidad”.
Quienes siempre lo trataron bien fueron los rivales. Jamás se desubicaron. Sí, en cambio, la hinchada del eterno rival. “Cuando fui a la cancha de San Lorenzo, después del accidente me tiraron unos 1.500 dedos ortopédicos. No fue ni una ofensa, ni nada, lo entendí. El folclore del fútbol, a mucha gente le hizo mal, más a mi familia pero en ese caso si me ponía en el lugar de ellos les daba de comer, mi sonrisa fue como… ‘está bien, lo acepto‘”.
La entrevista completa de Bolavip a Pato Toranzo:
Huracán campeón y la final perdida
Quizás una fue consecuencia de la otra. Porque su regreso se dio por esa cuenta pendiente que le quedó: ser campeón con Huracán. Aquel equipo de Cappa que perdió la final con Vélez en el 2009 y que -como con el accidente- él decide contar sólo una parte.
-Si te digo Brazenas, ¿qué se te cruza por la cabeza?
-Un árbitro que le sacó la ilusión a mucha gente. Ese equipo del 2009 no solamente fue el equipo de los Ángeles de Cappa, fue el equipo del pueblo. Por cómo jugábamos, por cómo encarábamos cada partido. Nos habían instalado ese famoso tiki-tiki de Ángel Cappa . Hemos pegado una revolución en el fútbol argentino y mundialmente, por cómo jugaba ese equipo. Era un placer esperar el momento de entrar a la cancha y que todo el estadio, del minuto 1 al minuto 90, 93, la gente aplaudiéndonos . Fue algo extraordinario. Ahí empieza un amor sumamente extraordinario. Ese ida y vuelta con la gente, ese amor nació ahí.
-El cierre perfecto de la película hubiese sido…
-Salir campeón. Sí, y muy pocas veces recuerdan a un equipo que haya salido segundo. Muy pocas veces. Hasta el día de hoy voy por la calle y me preguntan ‘¿qué pasó en el 2009? Contame’. Bueno, yo sí hice la verdad.
-¿Y qué pasó?
–Me lo guardo. Hay cosas que se pueden decir, hay cosas que no. Hay cosas que están a la vista y hay cosas que no. No digo que Vélez no merecía ser campeón, era gran equipo. Esa final fue muy polémica. Muy polémica. Desde la falta a Monzón, de Larrivey, hasta miles de cosas que han pasado. Ese día cayó granizo. Habían cosas extra futbolísticas que realmente no estaban al alcance nuestro. Cada vez que habló de este tema me dicen “cómo llora con el tema de 2009, ya está, ya saliste subcampeón, Cebollita subcampeón”, siempre está el gaste. Nosotros estuvimos a siete minutos de salir campeón. Entonces, cuando me hablás de Brazenas, me sacó la ilusión a todos.
-¿Con el VAR podía ser campeón Huracán?
-Sí, claro. Sin ninguna duda.
Volvió a Huracán tras sus pasos por Racing , All Boys y el Shangai Shenhua de China. Lo hizo casi instintivamente. “Me volví de China, con otra infraestructura, otro dinero, a un Huracán en el Nacional B, a tres puntos de descender. Yo manifesté que volvía a Huracán para ser campeón. Todo el mundo me decía ‘estás loco’. Mi corazón sabía que tenía que hacerlo, había perdido una final de 2009″.
Fueron tres hitos: la Copa Argentina, el Ascenso a Primera y la Supercopa, nada menos que ante el River de Marcelo Gallardo. En su regreso a la máxima categoría, le hizo dos goles a San Lorenzo: una derrota 1-3 y una victoria 1-0 con un tiro libre que, dice, lo visualizó.
“Yo no venía bien en la institución. Y dije: lo tengo que visualizar. Había asumido Eduardo Domínguez, amigo mío desde siempre, él era el técnico y yo era su amigo, fuimos compañeros mucho tiempo, él tenía que tomar decisiones y al primero que saca fue a mí. Y a mí no me gustó de la manera que me sacó pero lo entendí, lo dejé trabajar. Al próximo partido estaba en duda si iba a jugar o no porque en los clásicos me iba bien. Esa semana, era levantarme y decir ‘este partido lo ganó yo y con un gol mío'”.
-Y después le ganaron una copa a Gallardo.
-Sí, fuimos uno de los equipos que le ha ganado la final en la Supercopa. River se estaba construyendo en ese momento, no es el River de Gallardo de los años que salió campeón de todo, pero sí, se la ganamos dignamente. Y ganar de esa final y levantar la Copa fue extraordinario. Tanto eso como la Copa Argentina. Nosotros ganamos la Copa y estábamos en el Nacional B todavía. Fue medio raro, nos quedaba una semana y media para jugar la final con Atlético Tucumán para poder ascender. Entonces, “¿qué hacemos? ¿festejamos o no? “.
Toranzo asegura que después de aquel triunfo, el resto de los equipos comenzó a darle otra importancia a la Copa Argentina, porque lograron además la clasificación a la Libertadores 2015. “Antes se estipulaba que a los titulares los guardaban para el torneo y a la Copa Argentina se iba con un equipo alternativo. Pero ahora van con el titular. En cinco partidos se entra en una copa internacional”, explica.
Racing, un rayo y el arma de Teo
Entre sus dos pasos por Huracán, también se dio una vuelta por Racing. Sus dos años en Avellaneda quedaron marcadas por dos eventos. Otra vez, como en Venezuela con Huracán, estuvo coqueteando con la muerte. Un rayo que cayó en plena práctica, una infección que se complicó y casi le provoca daños irreversibles y el arma que Teo Gutiérrez sacó en pleno vestuario.
La primera de esas historias ocurrió en enero del 2011, en plena pretemporada con el equipo que dirigía Miguel Angel Russo. Un rayo cayó en pleno entrenamiento y César Nardi -Chechu, masajista del plantel, murió instantáneamente. Toranzo estaba a metros de él.
-¿En ese momento entendiste lo que había pasado?
-Sí, sí, claro que sí. Estábamos en Open Door, estaba todo negro, relampagueando. Le digo al profe. (Cinquetti, ayudante de Russo): “Están cayendo rayos por todos lados, profe”. Se empezó a cubrir el cielo para este lado. “Profe, ¿por qué no le decís a Miguel? Vamos al hotel”. Yo agarro los botines, me voy al hotel, no me importa nada. “Mirá lo que es eso, es una locura”. “Profe, mirá que nosotros nos vamos, nos vamos, nos vamos”. “Bueno, hagan lo que quieran”, nos dice. Agarro los botines. Cuando agarro el botín, yo quedo frente a él, y veo una luz que cae y le pega en el hombro. Y voltea como a 5 o 6 jugadores que tenían tapones de aluminio. El se quedó así parado cuatro segundos y se cayó. Salimos todos corriendo para el hotel. Cada uno corrió para cualquier lado, cuando vamos corriendo cae otro en un arenero cerca nuestro. Nos encontramos todos mirando desde el hotel, haciendo RCP al masajista, que no lo pudieron salvar.
Días después tuvieron que volver al lugar para continuar con la pretemporada, que ya estaba paga. “¿Cómo convivís con eso? La misma cancha, mirabas para allá y estaba Chechu, donde cayó el rayo”, explica. Esa experiencia también lo traumó.
-Se nubla y te querés ir…
-No, no, es más, se pone nublado ahora, mis hijos ya saben, empieza a lloviznar… Los chicos quieren jugar en la lluvia, es hermoso, porque te limpia, porque te embarrás. Yo cae una gota, ni una gota, todo negro, todos adentro. Tengo esa persecuta, todos adentro.
Con Teo Gutiérrez, después de aquella historia del arma en el vestuario y su pelea con Sebastián Saja, se vio en un partido en el que se enfrentaron, pero nunca supo a ciencia cierta si el arma que le puso en la frente aquel día era de juguete o era real.
“Son cosas que vivimos en el fútbol, tan dinámico, tan loco. A veces tan bizarro, no podemos llegar a una situación así. Pero pasan las cosas. Era un grupo bastante fuerte, con muchos pensamientos diferentes en el plantel, con personalidades diferentes y bueno, pasó lo que quizás percibíamos que iba a pasar”.
-¿Se percibía, se sentía que estaba…
-No sé si a esa magnitud, pero no veníamos con buenos resultados, estábamos queriendo salir de un pozo ciego y sí, había discusiones dentro del plantel por las situaciones, había compañeros que no estaban caminando bien, no hace falta nombrarlos, pero siempre está el que se cuida, el que no se cuida. Es un mundo bastante complicado.
-¿Cómo fue el día después de toda esa situación?
-Sí, bastante tirante. Teo era un jugador muy importante, fue uno de los mejores nueve con los que me ha tocado jugar y de repente no tenerlo por estas situaciones, nos habían sacado una de las figuras. Estaba bastante tensa la situación, porque hubo no solamente la de Teo y el Chino Saja, hubo piñas en el vestuario para varios. A quien no le gustó en la semana lo que le dijo, hubo una trompada para ese. Se había armado un quilombo tremendo en el vestuario.
-No se bromeó después de eso, entiendo.
-No, no, no. Ahí renuncia el Coco Basile. Basile estaba ahí, por toda esa situación, con el nombre que él tiene en el fútbol. Creo que era lo que nos convenía, ¿no? Él no puede parar una cosa así que le espera al día de mañana.
Sus inicios en River y su primer trabajo
River no sólo fue el club que lo acunó durante 14 años. También fue el que le permitió trabajar para ganarse el mango y sostener su carrera hasta que llegara su primer contrato. “El club en ese momento que te daba la posibilidad de trabajar o de estudiar . Y yo necesitaba trabajar, yo no estudié, no empecé ni primer año. Hacía los carnet de socios, trabajaba de 1 a 5 de la tarde”.
-¿Hasta que edad lo hiciste?
-Yo creo que los 13 hasta los 17, más o menos, y firmé mi primer contrato.
-¿Ahí firmaste contrato y se acomodaron un poco las cosas?
-La seguí luchando, me habían hecho contrato por tres años, así todo con todos los jugadores que había, jugué un par de partidos y uno de los partidos hice un gol importante contra Lanús en 2004, que era el técnico Leonardo Astrada.
“River te va preparando desde chico para que cuando llegues a la Primera no sientas tanto el cambio. Nosotros éramos alcanzapelotas. Y ellos nos iban preparando. Cuando terminaba el primer tiempo todos adentro del vestuario escuchábamos la charla del técnico. Eso nos fue preparando, cuando vos llegás a Primera ya conocés el sistema, entonces no te pesa tanto “, cuenta sobre su pasado en la famosa Vitroleta comandada por Jorge Ghiso.
-¿Te quedaron recuerdos de esas charlas técnicas?
-Si, recuerdos de táctica, de movimientos. Pero nosotros teníamos prohibido hablar de lo que pasaba dentro del vestuario.
-¿A quiénes escuchaste? ¿Qué técnicos tuviste la posibilidad de escuchar?
-Estaba Ramón Díaz, estaba el Tolo Gallego. Y había en el vestuario jugadores muy importantes. Y uno va aprendiendo de todo eso, va mamando desde chico, y cuando llegás a Primera vos ya viste a un Ortega, a un Aimar, a grandes jugadores que ya los viste adentro del vestuario. Gallardo. Fue muy importante.
-¿Cómo fue tenerlo de compañero a Gallardo?
-Los que son líderes son líderes. Uno se da cuenta enseguida. Yo jugaba en la posición de él. Y era muy difícil sacarle el puesto. Era muy difícil. Jugadores que son de elite. Yo venía remándola de abajo. Era difícil, fue un ídolo para mí porque de repente estar entrenando con él, compartir una cancha, quedarme a ver cómo le pegaba la pelota. Siempre quise aprender desde todo punto de vista, porque yo sabía que era por ahí. Acercarme a ellos era tener un plus para el día de mañana poder enfrentar cualquier tipo de situación. Uno se da cuenta cuando atraviesa una puerta que es líder. Líder sobre el habla, líder de un vestuario, líder como sobrelleva cada situación. No todos son líderes, siempre hay uno que lleva la cinta de capitán pero hay muchos líderes dentro de un vestuario.
-En esa época River tenía también mucho nombre.
-Sí, sí, mucho nombre, mucho nombre. Hermoso, porque nosotros decíamos “hola, buen día. Chau, hasta mañana”.
-No volaba una mosca
-No podías ni siquiera meter un bocado porque ellos mismos te dejaban de lado.
–¿Quiénes estaban?
–Uy. Astrada, Ramon Díaz, Celso Ayala, Comizzo, Ricky Rojas… Muchos, muchos.
-Pedían para permiso para saludar.
-Sí, permiso y hasta por ahí le teníamos que limpiar los botines.
-¿Te ha pasado eso?
-No. Pero si le limpiaba los botines a Marcelo Gallardo era con orgullo. Yo disfrutaba todo ese momento. Digo “mirá con quién estoy”, es el sueño de todo chico que empieza esta carrera. De repente estar con ellos entrenando, cambiándome con ellos, no quería desenfocarme de lo que yo quería, pero sabía que al lado tenía unos monstruos y poder compartir con ellos era excelente.
Habla de los valores, de los chicos que aparecen, de haber tenido que aggiornarse en los últimos años compartiendo planteles con jugadores más jóvenes que quizá daban por sentado estar en Primera. “Tenés que valorar desde un pase, la ropa que te dan, de cuidar. El utilero va y te la deja en un canasto como tiene que ser. Vos al utilero no se la podés tirar en el piso. Tenés que ordenar. Todos tenemos nuestro canasto, tenemos que dar a las medias, el pantalón, la pechera o la remera, la toalla, se la tenés que dar al utilero. Muchas veces hemos tenido problemas porque hay chicos que no se dan cuenta y la dejan tirada”, cuenta como ejemplo de respeto.
Eso, dice Pato, es lo que lo hizo diferente al resto en su carrera. Ser siempre respetuoso. Con todos. Lo remarca. Sin embargo, se lo escucha desencantado con el mundo del fútbol del que fue parte hasta hace un suspiro y al que piensa volver, recargado. Dice que cuando corta el pasto y se cruza con una pelota no la patea, la corre con la cortadora. A ese punto parece haber llegado.
Pero sueña. Sueña con su despedida. Con el Ducó lleno. Con los hinchas dándole el último aplauso. Con entrar por la puerta grande y poder decirle él adiós a la pelota. Quizá logre amigarse allí, donde el amor fue más fuerte.