Cada vez que Ander Herrera explica las razones que lo llevaron de Bilbao a La Boca para darse el gusto de defender la camiseta del Xeneize y jugar en La Bombonera antes de un retiro que con 35 años todavía no considera cercano, se remonta a las historias repletas de encanto que le contaba su padre sobre ese club argentino en el que había sido testigo de una pasión que no podía compararse con la de ningún equipo europeo.
“La sensación de salir a La Bombonera con la camiseta de Boca y disfrutar de esos recibimientos históricos es algo que lógicamente está en mi imaginación. Mi padre trabajó mucho en el fútbol, pudo venir a Argentina y visitar La Bombonera. Siempre me dijo que no hay nada comparable. Cómo La Bombonera tiembla, siempre me ha dicho que es algo único“, había dicho al momento de su presentación formal en una conferencia de prensa en la que lo acompañó Juan Román Riquelme, antes de poder cumplir ese sueño alineando como titular en el partido que terminó igualado sin goles ante Argentinos Juniors.
Ese trabajo al que hizo referencia Ander más de una vez es el de director deportivo, el rol en el que su padre Pedro María Herrera Sancristóbal se mantuvo ligado al fútbol después que una lesión lo obligara a poner fin a su carrera como jugador profesional de manera prematura. “Pedro Herrera tiene el cartílago destrozado, con derrames de liquidez sinovial, lo que perjudica seriamente los tejidos. De continuar jugando al fútbol, corre riesgo de quedarse inválido”, fue el dramático parte médico que recibió en Celta de Vigo, antes de retirarse con 30 años.
Todavía le quedaban dos años por delante con el club y los cumplió dando inicio a su carrera en la gestión deportiva, como ojeador de nuevos talentos. Sus pasos previos por Athletic de Bilbao en inferiores y ya como profesional por Erandio, Salamanca y Zaragoza, equipo con el que conquistó la Copa del Rey en 1986, pero sobre todo su don de minucioso observador, le daban gran conocimiento del fútbol español. Su propia curiosidad lo llevó a especializarse mucho más allá de esas fronteras.
Ander Herrera se enamoró de Boca a través de los relatos de su padre.
En el cargo de director deportivo que también desempeñó para el Zaragoza en los años noventa, Herrera Sancristóbal viajó en reiteradas ocasiones a Argentina y se quedó en el país por importantes períodos de tiempo. De entre todos los clubes que conoció, generó especial simpatía por Boca y se encargó de transmitirla a su hijo Ander, quien la siguió alimentando desde mucho antes de fichar con El Xeneize, por su relación con otros jugadores que tuvieron paso por el club, como Leandro Paredes, con quien compartió plantel en PSG.
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“Los argentinos no te dejan tirado nunca. Cuando las cosas van mal, siempre van al frente y pelean”, había sido una frase de su padre que Ander siempre recordó. “Él venía a Buenos Aires cada año. Mantengo la pasión por Boca desde pequeño. Es un club gigante, especial, con mucha historia”, fue otro de los recuerdos que alimentaron el cariño a la distancia.
El título en común que comparten Pedro y Ander Herrera
Antes de fichar con Boca, Ander Herrera se dio el gusto de conquistar la Copa del Rey con el Athletic de Bilbao en 2024, un título que le faltaba a su laureada carrera profesional y que lo ligó deportivamente a su padre, quien la había ganado con Real Zaragoza en 1986, venciendo en la final nada menos que al Barcelona.
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