Actualmente los futboleros que siguen partidos de la Liga MX a través de la televisión, se manifiestan descontentos con las narraciones. Han elegido las redes sociales como buzón de quejas para expresar su disgusto y desencanto hacia el trabajo de quienes se encargan de transmitir las emociones y acciones de un juego. La vieja guardia de aficionados, por ejemplo, suele coincidir en que hace falta alguien como Gerardo Peña, el autor de llamar “clásico joven” a la rivalidad entre América y Cruz Azul.

Y es que Gerardo Peña poseía un don especial para comentar. ¿Cuál? Hacer de cualquier juego un partido apasionante. Para algunos, su punto fuerte era la voz. Para otros, el tono natural que tenía para detallar lo que acontecía en la cancha. Pero el gusto por su labor era evidente jornada tras jornada, nadie le bajaba el volumen al televisor. La naturalidad y fluidez de sus comentarios, combinándose con sus conocimientos, eran del agrado del espectador.

 

Había partidos que a lo mucho ofrecían cinco llegadas a gol, sin embargo Gerardo Peña sostenía el ritmo de la narración en función de jugadas o destellos que mostraban los futbolistas. Si bien la época no se prestaba a eso, tampoco él recurría a comentarios o artilugios burdos para mantener cautivo al televidente, tal como sucede hoy día. Incluso una falta, una simple falta era motivo para generar la construcción de una narrativa de corte épico.

Amo y señor del micrófono durante la década de los ochenta, hasta que desapareció abruptamente de las transmisiones (muchas historias se han tejido acerca de este misterio), Gerardo Peña encontró en la rivalidad entre América y Cruz Azul un fortuito escalón hacia la inmortalidad futbolera.

A finales de los setenta (temporada 1979-80), en el punto álgido de dimes y diretes entre jugadores de ambos clubes, el narrador puso atención en las edades de los planteles, así como en la disminución de intensidad del clásico nacional, por lo que tuvo la ocurrencia de nombrar “clásico joven” al duelo entre americanistas y cruzazulinos.

Sin querer contribuyó a acrecentar la animadversión deportiva entre amarillos y celestes. Aficionados y equipos recibieron con agrado ese distintivo de clásico porque dotaba de confrontación estelar a sus respectivas camisetas, esto bajo el entendido de que los dos clubes estaban caracterizados por pelear títulos. 

Con el paso del tiempo, en las dos décadas posteriores tras ser bautizado como “clásico joven”, el partido América vs. Cruz Azul se erigió como uno de los más atractivos torneo tras torneo porque siempre cumplía con las expectativas, e incluso las superaba.

Quien se encargó de contribuir a que así fuera, Gerardo Peña, ahora le hace falta a muchos futboleros, especialmente a aquellos que le ponen mute a la pantalla, o sufren de ver los juegos porque lo extrañan y no encuentran atractivo alguno en escuchar a los actuales responsables del micrófono.