Un récord que databa de 2008. Época en la que los trajes de baños eran una ornamenta indispensable y, a la vez, discutible a los que se les adjudicaba una ayuda extra para pulverizar plusmarcas mundiales. Tiempos de apogeo de los polémicos trajes mágicos (los primero se usaron en 1995), dado su material de poliuretano, que fueron prohibidos a partir de 2010 por la Federación Internacional de Natación (FINA por sus siglas en inglés) porque su tecnología ayudaba al nadador de manera desmedida.
Así, Kyle Chalmers batió el viernes último el récord del mundo de 100 libre en piscina corta. Con un registro de 44.84 segundos, el nadador australiano de 23 años se quedó con el primer puesto en esta prueba en la Copa del Mundo de Kazán para eliminar los 44.94 que el francés Amaury Leveaux tenía desde 2008. Con un pase en 21.40 segundos a los 50 metros, Chalmers no tuvo piedad con sus seguidores. Lo escoltaron los rusos Vladimir Morozov (46.32) y Kliment Kolesnikov (46.35).
No se trata de un desconocido sino de todo lo contrario. Chalmers venía de advertir que estaba en un nivel superlativo hace apenas una semana. Fue en Doha, donde nadó la distancia en 45.03 para hacerse de la tercera marca más veloz de la historia en la distancia. Además, fue campeón olímpico de la prueba en Río 2016 y vigente plata olímpica en Tokio 2020.
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La marca que ostentaba el francés Leveaux se había dado cuando los trajes de natación reinaban y gozaban de su máximo apogeo. Como botón de muestra, a partir de su implementación en la natación, en menos de dos años, se batieron más de 130 marcas. Y, cuando se decidió su eliminación a partir de 2010, se lo decidió en pleno Mundial de natación 2009, en Roma, Italia. Allí, 27 de 29 récords habían sido conseguidos por nadadores que compitieron con los trajes de poliuretano. Ahora, entre las pruebas de natación masculinas en piscina corta solo restan los 1:39.37 de Paul Biedermann en 200 libre, los 7:23.42 de Grant Hackett en 800 libre, los 25.25 de Cameron Van der Burgh en 50 pecho, los 1:20.77 de Francia en los 4×50 libre y los 3:19.16 de Rusia en los 4×100 estilos.
En aquel entonces, el legendario (y ya retirado) Michael Phelps, tras su derrota en los 200 metros libres con el alemán Paul Biedermann, dijo: “Esto no es natación. Los bañadores deben ocupar un lugar y los nadadores, otro. Espero el día en que podamos volver a llamar natación a este deporte”.
Aquella lucha dialéctica entre quienes estaban a favor y en contra dividió, literalmente, las aguas. Se trató de una larga lucha que se inició en 1995 cuando la marca deportiva Speedo lanzó el primer traje completo con bandas de resina que daban menos fricción a la piel en el agua. Sus competidoras Arena y Jaked no se quedaron atrás para dar inicio a una carrera tecnológica sin precedentes. El máximo punto se ebullición se dio en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, cuando aparecieron los trajes de baño de segunda generación (hechos 100% en poliuretano). Estos trajes comprimían los músculos, aumentaban la flotabilidad y agregaban propulsión al nadador.
En Pekín 2008 se presentó y promocionó el traje denominado Lazer, que tenía colaboración de la NASA. El mismo fue usado por Phelps (ahí sí estaba a favor, luego no), quien cosechó ocho medallas de oro. Ese traje tenía las costuras unidas con ultrasonido, su reducía la resistencia al agua en un 10% y poseía un núcleo estabilizador que le daba al nadador mayor flotabilidad.