Cada día más alto. Cada día un poco más cerca del cielo. Esa podría ser, sin temor al error, la biografía en la red social de Armand Duplantis, el heredero de Serguéi Bubka, el mito soviético de la garrocha. Algo así como el Messi del salto con pértiga que llegó para quedarse con el trono de Maradona.
Ya nadie puede dudar, si alguna vez hubo algún incrédulo, de su talento. Nació para esto. Pasó cada día de su vida potenciando y mejorado su talento. Como un orfebre, Dupantis es tan perfeccionista como inconformista. Así pulió todos los aspectos de la técnica para el salto con garrocha. No puede decirse que tenga una sola virtud, sino que desde chico trabajó cada detalle al extremo. Desde el agarre de la pértiga hasta la carrera (y su velocidad) hasta el franqueo del listón. Esa es su gran, su máxima, obsesión. Tanto para él como para su familia. Y a eso le sumó una enorme dosis de talento innato. Duplantis, en suma, es físicamente un dotado. Si bien no impresiona por su físico: mide 1,81 metro y pesa 79 kilos, logra lo que nadie pudo, hasta hoy. Es el único que aún mejora entre todos los que alguna vez saltaron más de seis metros en la historia y apenas superan el metro y 80 centíemetros, cuando la media entre ese grupo es de 1,88 o más. Pero claro, para Duplantis todo parece natural, simple, sencillo. Es su ADN dicen los especialistas.
Armand y Greg Duplnatis, en Tokio 2020 (Getty Images)
Por caso, Ariel Tejera, Profesor, Licenciado y Master en Educación Física, Entrenador nacional en el Mundial de Atletismo 2017 (Kenya), y del Mundial 2018 (Finlandia), dice: “Es hijo de un gran saltador como Greg Duplantis. Salta desde la etapa escolar. Tenía un saltómetro en el fondo de la casa. Ahí se explica gran parte de la base de este fenómeno. Si vos partís de un ejemplo que pueda entenderse como el fenómeno Maradona, él empezó a jugar a los 3 años, como casi todos los cracks”. Y continúa: “La etapa más sensible de la vida, desde el punto de vista motor, comienza alrededor de los 4 años, tanto para hombres como para mujeres. Y esas etapas denominadas como sensibles se cierran de 8 a 10 años, también para varones y mujeres. Esas ventanas se llaman de oportunidad. En el caso de Duplantis, desde su infancia, entrenó garrocha. Así que todo lo referido a su motricidad especial la tiene clarísima. Es algo que los demás no han hecho, no han tenido. Tuvieron una inserción tardía”.
Armand Duplantis y su mamá Helena Hedlund (Getty Images)
El atleta de 21 años (10 de noviembre de 1999) que nació en Lafayette, Louisiana (Estados Unidos), pero que optó por representar a Suecia, el país de su madre, es un fuera de serie. Ella, Helena Hedlund, fue una destacada heptatleta (5.314 puntos) y jugadora de voleibol que después se dedicó a su profesión de nutricionista. El salto con garrocha ya estaba instalado en la casa de los Duplantis. Su padre, un pertiguista estadounidense llamado Greg Duplantis (llegó a 5,80 metros), es el gran responsable de haberlo moldeado para esta disciplina que hoy lo tiene el pináculo del atletismo como uno de sus más importantes y convocantes figuras. Greg fue su entrenador desde chico. Su plan siempre fue uno: que siguiera sus pasos y por eso les instaló a Armand y a sus hermanos (Johanna, Antoine y Andreas) una corredera para sus hijos en el jardín de su casa, donde Armand dio sus primeros pasos y realizó tantas acrobacias hasta saltar casi 3 metros cuando apenas tenía 7 años. “Todo esto es lo que soñaba desde que tenía tres años”, contó el propio pertiguista. Con 9 años superó los 3 metros, con 13 los 4, con 15 los 5. A los 17 años saltó 5,90 metros en una competencia en Austin. Luego, fue campeón europeo con sólo 18 años tras superar los 6,05 metros, mientras Bubka con esa misma edad hacía historia en 1983 al proclamarse campeón del mundo con su mejor marca juvenil (5,70). Luego, llegaron los récords más impresionantes de su carrera. Primero, superó al francés Renaud Lavillenie en el récord mundial de pista cubierta, al pasar 6,16 metros: lo hizo dos veces, primero llegó a 6,17 metros en el World Athletics Tour de 2020, en Torun, Polonia y, después, lo superó en el mismo evento, pero en Glasgow, Escocia con 6,18 metros. Además, ostenta el récord mundial de salto con garrocha al aire libre cuando llegó a 6,15 metros en la Golden Gala de Roma en septiembre de 2020, superando el 6,14 del ucraniano Sergey Bubka (1994). Hace poco, en Tokio 2020, en sus primeros Juegos Olímpicos, ganó la final de Tokio 2020, adjudicándose la medalla de oro al saltar 6,02 metros.
“Para nuestros hijos, el salto con garrocha fue algo totalmente natural, como un juego desde chicos”, dijo Helena en una entrevista. Claro, el ADN ligado al atletismo viene aún de más lejos. El papá de Helena (Lars-Ake Hedlund) dirigía un club de atletismo en Suecia y también se especializó en el salto con garrocha, una prueba en la que siguió participando hasta pasados sus 80 años en las categorías de veteranos. Helena emigró a Estados Unidos para estudiar en la Louisiana State University, a la que representó en atletismo y vóleibol. Allí se casó con Greg en 1987 para iniciar una dinastía, la de los Duplantis que tiene a Armand como la punta de lanza de una familia que vive por y para el atletismo.
Armand tiene una técnica muy especial. En verdad, un secreto que contó al pasar en una entrevista hace unos años y que pasó casi desapercibida. Más allá de su nivel, su enorme talento y su forma abrasiva de competir y ganar, entrena algo que, según el propio atleta, le da un plus, un extra. La técnica que lo llevó a revolucionar una de las disciplinas más atractivas de su deporte, mediada por la velocidad y la soltura de sus movimientos. Armand tiene un secreto que lo llevó a romper todos los modelos técnicos y varios estudios biomecánicos que se le hicieron desde chico. A su técnica, instintiva, inteligente y pragmática, lo ayuda a saltar más que nadie a partir de hundir la pértiga en el cajetín metálico unos centímetros antes. Apenas unos pocos centímetros que le permiten, con un estilo milimétrico que entrenó y entrena hasta el cansancio, sacar una ventaja sustancial y suficiente por sobre sus rivales. Esa pequeña medida le generan un plus dentro del cajetín (espacio construido a base de un material rígido para alojar la extremidad de la garrocha) para lograr un apoyo extra en el desarrollo del salto que se divide en la siguientes fases: aproximación y clavado, despegue y penetración, inversión y extensión/giro, pasaje de la varilla y caída. “Su garrocha cae al piso antes, toca el piso antes del cajón y de ahí desliza hasta hacer tope con la pared más cercana al colchón. Eso se vio en un video el año pasado. Pero eso no sé si representaría una ventaja. Si bien es el único que lo hace, no hay fundamentos para pensar que pueda generarle una ventaja. En el atletismo, en general, el biotipo es muy importante, cada prueba tiene uno característico. Y en el salto con garrocha, el atleta más alto tiene cierta ventaja por tener mayor facilidad para tomar una garrocha más larga, pero claramente esto no es lo determinante, ya que tanto Duplantis como el francés Renaud Lavillenie (1,77 metros) son saltadores “bajos” pero ambos tienen una gran velocidad”, expresa María de la Paz Schroeder, profesora de educación Física, licenciada y entrenadora de atletismo.
Para Schroeder, analizar el fenómeno Duplantis requiere tener en cuenta varias cuestiones: “En primer lugar, su velocidad de entrada. En varias finales de mundiales podés encontrar análisis biomecánicos hechos a los saltadores. Y, en los mismos, hay muchos datos concretos. Duplantis debe ser uno de los saltadores que, probablemente, tenga una de las velocidades de entrada más altas (la velocidad de entrada se toma en los últimos metros de la carrera). Su velocidad de entrada mayor le permite utilizar garrochas más duras y eso le da más explosión. Una garrocha más dura empuja más cuando te devuelve la energía que acumuló”, detalla. En sintonía, el profesor Tejera cuenta: “Respecto a lo físico, desde el punto de vista de la velocidad de base, que es la que determina gran parte del rendimiento tiene la genética del padre y de la madre, dos atletas olímpicos. Entonces, su componente básico para poder transferir el peso multiplicado por la velocidad y poder cargarlo en la garrocha, es decir poder convertir la energía cinética en la garrocha para doblarla y convertirla la energía en potencial y que se vuelva a convertir en cinética cuando la garrocha se endereza, es algo que no todo el mundo puede hacer con tanta facilidad como hacen los cuatro o cinco que están en el candelero en los últimos dos o tres Juegos Olímpicos. Esto es Renaud Lavillenie, Thiago Braz y Mondo Duplantis. Son los mismos. No hay muchas personas en el planeta que puedan transferir su peso multiplicado por una alta velocidad a la garrocha. Esa garrocha si la vez en detalle es un poste de luz: son de 16 pies, son larguísimas y muy duras. El progreso, desde el punto de vista metodológico, es siempre tratar de tener una más larga y más dura (se ríe)”.
Si en los ´80 y ´90, Bubka fue el hombre que elevó al salto con garrocha a una nueva era al ser el primero en hacer de los 6 metros una costumbre y el que pudo establecer 35 marcas mundiales a lo largo de toda su campaña; hoy, Duplantis, impuso una nueva revolución al llevar el salto el salto con garrocha a otra dimensión a partir de su estilo personal, instintivo, natural y fresco. Lo suyo parece hecho por un genio ajeno a cualquier presión. En suma, Bubka consiguió que sus herederos le perdieran todo el respeto a los temibles 6 metros, marca que hasta pocas décadas antes parecía de otra galaxia. Y aparecieron nuevos nombres, como el australiano Steve Hooker o, más recientemente, el francés Lavillenie, uno de los verdaderos inspiradores de las hazañas de Duplantis. Justamente Lavillenie es uno de los puntos de referencia y una guía personal para Duplantis, a quien aconseja en su preparación y en su técnica. “Es mi ídolo”, expresó el propio atleta sueco, con el que intercambia constantes mensajes de afecto y comparten sus entrenamientos.
“Otro punto a su favor –cuenta Tejera– es algo que está relacionado con la constancia desde la primera infancia real. La de la edad escolar, a los 6 o 7 años. Armand ya estaba con una garrochita que debería tener 9 pies y lo hizo y lo hace hasta el día de hoy. No ha tenido períodos en los que no ha entrenado. Estuve en el Mundial de Tampere 2018, en Finlandia, donde salió campeón y ya era una figura. Su progreso es ese. Los chicos empiezan con garrochas de 11 pies y 100 libras. Pasan a una de 110 con el mismo tamaño, 120, 130. Así, hasta 160. Luego pasan a una de 12 pies, son 30 centímetros más. La garrocha es cada vez más larga y pasa de más blanda a más dura. Y Duplantis pasó por todos los estadíos, incluso antes de tiempo por su enorme talento”. Para Schroeder, “Duplantis hace salto con garrocha desde muy pequeño y esa puede ser la explicación sobre el manejo que tiene en los tiempos del salto. Ojo, no hablamos de especialización temprana, su padre es entrenador de salto con garrocha y fue saltador también, por lo tanto desde muy chico hace la prueba pero imagino que desde muy chico ha tenido una gran variedad de experiencias motrices que lo favorecen”, dice la entrenadora.
Duplantis, el saltador que no piensa en una carrera como la de Usain Bolt. Lo suyo va por otro carril. “Sólo quiero llevar el deporte hasta donde pueda y saltar lo más alto posible”, afirmó Mondo, para muchos el “Mozart” de su deporte a quien nada parece detenerlo.