Actualmente estamos acostumbrados a las fallas y errores que comete Raúl Orvañanos en sus expresiones durante las transmisiones en que participa. Intencionales o no, generadoras de mofa continua en redes sociales, tienen éxito. Imposible que pase desapercibido.
Habituales son sus saludos a las comunidades internacionales que radican en nuestro país, así como la reiteración de lo delicioso que es el ceviche peruano o algún otro platillo de su agrado. “¡Qué bárbaro!” es la muletilla inseparable de sus narraciones para describir un golazo, un drible, una patada, o lo que sea.
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En sus defectos se ha construido la necesidad de contar con un cronista que permita el entretenimiento por confundir nombres, trabarse o pronunciar frases en ocasiones incoherentes. Probablemente merecido pero injusto, el escarnio que recibe cada vez que su voz se hace escuchar en un partido de futbol es ingrato si se toma en cuenta que en su momento fue el causante de que todo México se emocionara al borde de las lágrimas con una exclamación apasionada que hasta la fecha enchina la piel.
Sin planearlo, sin esperarlo, tal como debe suceder en el futbol, deporte que también permite la dinámica de lo impensado en los micrófonos, Orvañanos fue el líder del furor masivo en 1993 cuando gritó de forma genuina “¡Estamos en el Mundial!”.
Lo hizo inmediatamente después del gol anotado por Francisco Javier Cruz a Canadá en el partido eliminatorio de ese año tan crucial para el futbol mexicano. Fue el 1-2 que daba el boleto a la Copa del Mundo de Estados Unidos ‘94, sin embargo, fue muchísimo más que eso.
Luego de México ‘86,la afición futbolera nacional debió reprimir cualquier tipo de felicidad en el panorama internacional por el escándalo de los cachirules que obligó a una suspensión para el Tri que lo privaba de competir en Italia ‘90. La amargura fue sello de identidad durante siete años, una eternidad para un país ávido de fiesta en las tribunas.
El 19 de octubre de 1993, el júbilo regresó para que millones de gargantas se unificaran en un coro guiado por Raúl Orvañanos para entrar en catarsis colectiva a lo largo de todo el territorio nacional. Primero lo hizo con el “gooooooool” más gritado por los mexicanos tras el poema de Manuel Negrete siete años antes y posteriormente con la afirmación del sueño cumplido que a todo futbolero ilusiona: “¡Estamos en el Mundial!”.
Si los futboleros hacen memoria, o guardan por un ratito las mofas hacia Raúl Orvañanos, le agradecerán uno de los episodios más entrañables del deporte.
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