Entrar es fácil, lo difícil es salir. Basta una primera copa para dar el paso de ingreso al alcoholismo, una enfermedad progresiva y mortal que no solamente destroza a quien la padece; su entorno la sufre incluso mucho más que el enfermo. ¿Cómo enfrentarla y librarse de ella? Con ayuda, no se puede solo. Y eso si es que el alcohólico está dispuesto a dejarse ayudar, así como a ayudarse a sí mismo. 

El futbol no se salva de sus tentáculos. Muchas historias se han escrito acerca de jugadores que encontraron en la bebida un estímulo para huir del fracaso o celebrar el éxito, ya fuera momentáneo o permanente. También hallaron en la botella una compañía silenciosa para resistir la lucha con los demonios internos representados por las emociones, los sentimientos y los pensamientos. Algunos pudieron recomponer el camino, otros desafortunadamente no.

+ ¡El Super Bowl EN VIVO! Aquí te traemos la transmisión online y gratuita vía TV Azteca

Al interior de un vestuario, lugar sagrado para los secretos del cuerpo técnico y los futbolistas, se salva o se aniquila la vida de un elemento que padece alcoholismo. Hay directores técnicos, por ejemplo, que deciden separar del plantel al bebedor, castigarlo por indisciplina. En cambio, existen entrenadores que apelan a su toque humano para intervenir en beneficio de su dirigido alcohólico, porque recuerda que es persona antes que futbolista. Uno de ellos es Manuel Lapuente.

Lo sencillo era dejar a Ignacio Ambriz a su suerte, sin embargo Manolo optó por lo contrario. Guardó su etiqueta de director técnico en un cajón para actuar como un amigo tras cerciorarse de que Nacho había caído en adicciones luego de haber llegado al punto más álgido de su carrera como seleccionado nacional insustituible y figura del Necaxa a mediados de los noventa.

“Ahora no tengo empacho en reconocer que tuve problemas con el alcohol y las drogas. Esa vez (Lapuente) me dijo en el vestidor: ‘A ver, Nacho, yo te quiero ayudar. Tú tienes problemas, si quieres te llevo a una granja'”, declaró Ambriz a Cancha en 2015. 

 

 

Con la sugerencia de ingresar a una clínica de rehabilitación para dejar el consumo que afectaba por completo su vida y su integridad, Lapuente le abrió los ojos a su amigo y pupilo. Había una oportunidad de combatir al alcoholismo. Ambriz la tomó, también quiso ayudarse a sí mismo, plantarle cara a la enfermedad que lo tenía prisionero de la bebida.

Poco más de dos décadas después de haber tomado la decisión de dejarse ayudar, Nacho es campeón del futbol mexicano como entrenador de León, un equipo en el que todos sus componentes confían en él. “Les ha costado dolor y lágrimas, pero aquí está. Esto es suyo (el campeonato)”, pronunció a sus futbolistas al centro de la cancha luego de vencer a Pumas en la final. Nadie mejor que Ambriz para expresar a un plantel lo que son el dolor y las lágrimas para acariciar la gloria.