Las imágenes de lo ocurrido en es estadio de Querétaro le han dado la vuelta al mundo y la violencia en los estadios del fútbol latinoamericano vuelve a ser noticia. Ante este terrible escenario, Alejandro Alfaro, periodista de Bolavip México relató sus vivencias como exbarra en el fútbo de su país.
La Liga MX atraviesa por un momento complicado a raíz de lo ocurrido el pasado 5 de marzo en el partido entre Querétaro y Atlas . La terrible batalla campal que dejó decenas de personas heridas e imágenes escalofriantes volvieron a poner a las barras bajo la lupa.
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En este contexto llega el testimonio de Alejandro Alfaro. El exbarra del fútbo mexicano lamentó lo ocurrido en elEstadio Corregidora y escribió una carta abierta sobre cómo vivió sus años desde las tribunas de los estadios del fútbol local.
Testimonio
“Conocíel mundo de las barrasen el año 2002, cuando el propio movimiento era joven en México.Trapos, canticos y colorido en las gradas me cautivaron siendo un niño todavía. Con 14 años conocí un ambiente del que me enamoré porqueme sentía parte activa del juego que se desarrollaba en la canchay podía manifestar el amor por mi equipo de forma más pasional por 90 minutos.
Con el correr del tiempo, desarrolléun fuerte sentido de pertenencia hacia mi equipo, mayor al que ya tenía incluso desde niño, pero tambiénhice mío el grupo del que formaba parte. Al inicio no lo veía por la falta de perspectiva propia de la edad, peroadoptamos lo bueno y lo malo de una cultura que llevaba años en todo el cono sur, ya que por un lado había recibimientos espectaculares, aliento incondicional y colorido imponente, pero tambiénconflictos por el simple hecho de querer demostrar “quien manda en la ciudad” o que “nosotros tenemos más aguante” .
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Muchas versiones rodean el ambiente de las barras en México, algunas ciertas y otros falsas.De entrada,se da por hecho que todas las barras del país reciben privilegios por el simple hecho de existir. Esto en cierta medida es verdad.Hay grupos de animación que cuentan con facilidades por parte de las directivas de los clubesa los que alientan comoboletos gratis, apoyo para viajar a los estadios de otras ciudades o ropa de utilería, pero también existen barras que tienen marcadauna línea de distanciamiento con los dirigentes de los clubesy son autogestivas, es decir, buscan la manera desubsistir con sus propios medios.
Dentro de las barras existe una gran diversidad. Personas de todas las edades, niveles socioeconómicos y culturales conviven en el mismo espacio. Compartí tribuna con vagos y profesionistas, estudiantes y viciosos, trabajadores y borrachos, todos hermanados por una camiseta, pero condiferentes formas de conducirse porque los valores y educación la traemos de casa, de ahí que cada uno decidamos como actuar ante determinadas situaciones.
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Decirque nunca estuve involucrado enun episodio violentosería mentir. Ciudad Universitaria, Guadalajara, Monterrey, Morelia, San Luis, Querétaro, son solamente algunas de las plazas donde viví eventos en los cuales reaccioné en defensa propia y porque también en ese entonces quería demostrar que la banda de la que era parte pesaba más,un error que hoy puedo poner en perspectivaentendiendo quepara demostrar el amor a mi equipo no era necesario un intercambio de golpes con un rival.
Pasaron nueve años desde que me alejé del movimiento barrista y hoy, con la experiencia de lo vivido,saco conclusiones que comparto con quien lee estas líneas. Creo firmemente en que todos los protagonistas de nuestro fútbolpueden y deben de trabajar de manera conjunta por la seguridad en los estadios.
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Las barras deben trabajar en concientizar a sus integrantessobre la razón de ser del grupo. Que el amor por los colores y el sentimientonada tienen que ver con agredir a alguien más por portar una camiseta diferente.Las autoridades tienenla obligación de establecer protocolos de seguridad eficientesy no sercómplices de la violencia por intereses particulares.Los clubes deben invertir lo necesario en sistemas de seguridad en sus estadiosy elementos eficientes.
Tengo la certeza de que si hayun esfuerzo de todas las partes por trabajar de forma conjuntay si cada una hace lo que le toca desde su propia trinchera, podemos tenerun futbol mejor. Ser barrista no necesariamente es sinónimo de ser delincuente o asesino,los estadios no son el espacio para sacar frustraciones de la vida diaria. Que los que ven en las tribunas el lugar para ser lo que en sus vidas diarias no pueden, sean los erradicados y señalados, no generalizar y condenar a un movimiento en los que muchos -como yo- encontraron y encuentran un alivio por 90 minutos a lo pesadoque puede ser el día a día, su lugar en el mundo para expresar la más grande de sus pasiones y experiencias gratas que se quedan grabadas para toda la vida”.