Ángel Di María se lesionó en los cuartos de final del Mundial de Brasil. Llegó muy con lo justo a la final ante Alemania. Real Madrid no quería que juegue para no lesionarse. A él no le importó nada.
En una carta que publicó el medio The Players Tribune, el volante de Paris Saint Germain contó toda la verdad.
+ La carta de Di María sobre ese día:
“Me acuerdo cuando recibí la carta del Real Madrid. La rompí antes de abrirla.
Esto pasó en la mañana de la final del Mundial 2014, exactamente a las 11. Yo estaba sentado en la camilla a punto de recibir una infiltración en la pierna. Me había desgarrado el muslo en los cuartos de final, pero con la ayuda de los antiinflamatorios ya podía correr sin sentir nada. Les dije a los preparadores estas palabras textuales: “Si me rompo, déjenme que me siga rompiendo. No me importa. Sólo quiero estar para jugar”.
Y ahí estaba, poniéndome hielo en la pierna, cuando el médico Daniel Martínez entró al cuarto con un sobre en la mano y me dijo: “Ángel, mirá, este papel viene del Real Madrid”.
“¿Cómo? ¿Qué me estás diciendo?”, le dije.
Me contestó: “Bueno, ellos dicen que no estás en condiciones de jugar. Y nos están forzando a que no te dejemos jugar hoy”.
Inmediatamente entendí lo que estaba pasando. Todos habían escuchado los rumores de que el Real quería comprar a James Rodríguez después del Mundial, y yo sabía que me querían vender para hacerle lugar a él. Así que no querían que su jugador se rompiera antes de venderlo. Era así de sencillo. Ese es el negocio del fútbol que la gente no siempre ve.
Le pedí a Daniel que me diera la carta. Ni siquiera la abrí. Solamente la rompí en pedacitos y le dije: “Tirala. El único que decide acá, soy yo”.
No había dormido mucho la noche anterior al partido. En parte porque los hinchas brasileños habían estado tirando fuegos artificiales y petardos durante toda la madrugada, pero incluso aunque hubiera estado todo en silencio, creo que igual no iba a poder dormir. Es imposible explicar la sensación que uno tiene antes de una final de un Mundial, cuando todo lo que alguna vez soñaste se te pasa por delante de tus ojos.
Sinceramente quería jugar ese día, incluso si se terminaba mi carrera. Pero tampoco quería hacerle las cosas más difíciles al equipo. Así que me desperté muy temprano y fui a ver a nuestro técnico, Alejandro Sabella. Teníamos una relación muy cercana, y si le llegaba a decir que quería jugar, seguramente él iba a sentir la presión de ponerme. Así que le dije honestamente, con una mano en el corazón, que él debía poner al jugador que él sintiera que tenía que poner.
“Si soy yo, soy yo. Si es otro, entonces será otro. Yo sólo quiero ganar la Copa. Si me llamás, voy a jugar hasta que me rompa”, le dije.
Y entonces me largué a llorar. No lo pude evitar. Ese momento me había sobrepasado, era normal.
Cuando tuvimos la charla técnica antes del partido, Sabella anunció que Enzo Pérez iba a ser titular, porque estaba al cien por ciento en lo físico. Y bueno, juega él, todo bien. Igualmente, me hice una infiltración antes del partido, y después me di otra durante el segundo tiempo, así podía estar preparado para jugar, si me llegaba a tocar la chance de entrar.
Pero el llamado nunca llegó. Perdimos la Copa del Mundo. Fue el día más difícil de mi vida. Después del partido, los medios empezaron a decir cosas feas del por qué no había jugado. Pero lo que les estoy diciendo es la pura verdad.
Lo que todavía me da vueltas por la cabeza es ese momento en el que voy a hablar con Sabella y me largo a llorar enfrente de él. Siempre me voy a preguntar si él pensó que yo lloraba porque estaba nervioso.
Y en verdad, no tuvo nada que ver con los nervios. Estaba totalmente emocionado por todo lo que ese momento significaba para mí. Estábamos tan cerca de lograr el sueño imposible”.