Actualmente se le denomina “sacar el paraguas” a la acción de justificar con anticipación que Cruz Azul no sea campeón. Nace como consecuencia del cíclico vaivén de emociones que inicia con el entusiasmo de soñar con la obtención del título de liga y culmina con la resignación de dimensionarlo como un mérito difícil de lograr. Eso se ha sustentado desde 2008 a la fecha, periodo en que el equipo suma cinco subcampeonatos, pero todo comenzó en la final del Invierno ‘99 contra Pachuca. 

Son los aficionados de otros clubes quienes le han asignado el hecho de “sacar el paraguas” a los cruzazulinos en cuanto ponen peros o se protegen previamente de la burla habitual al señalar que Cruz Azul no está obligado a coronarse, aunque en el fondo es lo que más desean. De igual manera, los seguidores celestes hacen hincapié en que el constante fracaso no es un tema de maldiciones.

 

Y es que a partir de la final que perdió la Máquina contra Santos en el Clausura 2008, se empezaron a propagar una serie de leyendas -unas más burdas que otras- sobre la supuesta maldición que cayó encima de Cruz Azul en el Invierno ‘99 para que nunca más fuera campeón. 

El gol de Alejandro Glaría que dio su primer título a Pachuca, anotado con el miembro viril, fue valorado más como una acción esotérica que un acto fortuito; se llegó a decir que un aficionado americanista, practicante de brujería, lanzó un hechizo en venganza a la eliminación sufrida en semifinales a manos de los celestes.

En ese tenor, no menos exagerado, se corrió la versión de que vecinos de la alcaldía Benito Juárez y del Estadio Azul que eran devotos de la magia negra hicieron un “trabajito” para que la Máquina jamás celebrara un campeonato como local, esto en represalia ante la negativa de que se les prestara el inmueble para un evento de hechicería.

También se mencionó que un dirigente tuzo pidió un encargo de santería sudamericana para “salar” la cancha del Azul porque un dirigente de la Máquina se mofó del campeonato obtenido por Pachuca al llamarle “premio para un equipo chico”.

No en ese momento, sino después, cobró fuerza la versión de que algún directivo celeste negociaba las finales y le ponía precio a los títulos. Actualmente continúa firme esta hipótesis en el imaginario colectivo, particularmente de quienes tratan de hallar una explicación “lógica” al derrotismo cruzazulino.

Así, el morbo por señalar al Pachuca de la mentada maldición se acrecentó en el Apertura 2008 cuando Cruz Azul cayó ante Toluca; el motivo es que la Máquina perdió como local en esas finales. Al no poder imponerse en su propia casa, se potenció la teoría del césped maldito.

Han transcurrido 22 años del título tuzo en el Estadio Azul. Ahora, en semifinales, se vuelven a enfrentar en un estadio distinto, y los aficionados cruzazulinos tiene ante sí una oportunidad de enterrar el fantasma que por más de dos décadas los ha atormentado, o en su defecto de abonar una leyenda más al trauma.