El segundo partido de Guillermo Ochoa en la Serie A vino a confirmar que al portero mexicano le tocará sufrir y disfrutar a la vez en la portería de Salernitana. Será sufrimiento porque a nivel defensivo el equipo hace muy poco por colaborar con él. Pero también será disfrute si mantiene el alto nivel que le vale elogios en la prensa y entre los aficionados.

Ya desde el inicio del encuentro como local ante Torino, al mexicano lo exigieron y mucho. Tuvo al menos tres atajadas brillantes antes que lo venciera un cabezazo a quemarropas del paraguayo Antonio Sanabría, que a los 36 minutos del primer tiempo puso a ganar a la visita sin que Memo pudiera hacer algo más para evitarlo.

Finalizados los 45 minutos iniciales, en Salerno había quedado una vez más la sensación de que si el equipo no estaba siendo goleado era solo por las intervenciones de Ochoa, lo que invita a trabajar seriamente en trabajar el aspecto defensivo si no se quiere sufrir en exceso la temporada.

Pero en cuatro minutos de la segunda mitad, Salernitana se encontró con el empate en un contragolpe que finalizó el neerlandés Tonny Trindade de Vilhena, poniendo el 1-1 en el marcador. Pudo crecer el equipo local con el empate, pero el que creció fue Torino quemando las naves para ir a buscar esa victoria que les estaban arrebatando de las manos.

Entonces, lo de Ochoa fue sencillamente gigantesco. El portero mexicano impidió con reacciones premium dos clarísimas ocasiones de gol de la visita; primero ante un remate de Miranchuk y luego ante un disparo de Ricardo Rodríguez, para llevarse la primera gran ovación de su nueva afición.