Alcanzó la gloria en 1985. Tenía apenas 17 años y el alemán Boris Becker se alzaba con el Abierto de Wimbledon e iniciaba una nueva era que lo llevaría a convertirse en el tenista alemán más importante de la historia. Ganador de seis Grand Slam (tres Wimbledon, dos Abiertos de Australia y un US Open), 49 títulos, campeón de la Copa Davis en 1988 y 1989, y ganador de la medalla de oro en dobles en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Becker trascendió el deporte y se convirtió casi en una estrella.

El público lo adoró con devoción. Jugó su último partido en el pasto de Wimbledon. Fue en 1999 cuando cayó, por los cuartos de final, con el australiano Patrick Rafter. Cerró su carrera con un récord de 713 victorias y 214 derrotas. De esta forma, consiguió llegar al éxito y se convirtió, en 2003, en miembro del Salón de la Fama del Tenis Internacional.

Luego de su retiro, el alemán se dedicó a disfrutar los millones de dólares que cosechó como deportista de elite. Primero, como jugador profesional de póker. Aburrido de los naipes, Becker asumió como entrenador de Novak Djokovic, entre 2013 y 2016. Sin embargo, un año después, en 2017, se declaró en bancarrota cuando salió a la luz su situación financiera, supuestamente penosa y en ruinas con deudas por 65 millones de dólares que lo levó ante la justicia, justamente, en Londres, el lugar en el que empezó a brillar como tenista profesional. En medio del juicio en el que se lo acusa de haber infringido, al menos, 24 cargos. Entre ellos, ocultar bienes cuando se declaró en bancarrota: un departamento en el barrio londinense de Chelsea, dos propiedades en Alemania, haber transferido miles de libras esterlinas a otras cuentas, inclusive a las de sus exesposas, la diseñadora alemana Barbara Feltus y la modelo neerlandesa Sharlely Kerssenberg.

Dos años después de declararse en quiebra, por caso, se subastaron 82 artículos de su propiedad como trofeos y recuerdos personales por lo que apenas pudo recaudar 765.000 euros con los que pudo saldar una mínima parte de su astronómica deuda económica.

El extenista afirmó que su raid de problemas se iniciaron cuando el banco privado Arbuthnot Latham & Co, de Londres, le exigió el pago de 3,5 millones de euros más intereses por una deuda contraída por una doble hipoteca sobre su casa de Mallorca. Becker reconoció la deuda, pero se negó a pagar los intereses. Esa decisión provocó que el litigio llegara al Tribunal de la Corona de Southwark, una corte de Londres, que ahora lo tiene entre las cueras y con la posibilidad clara de pasar siete años en prisión.

Incluso, su drama financiero llega mucho más atrás en el tiempo. Primero, ante la justicia española, relativa al trabajo en su mansión en Mallorca. Luego, con la justicia suiza, por no haber pagado al cura que lo casó en 2009. Y, en 2002, los tribunales alemanes lo condenaron a dos años de prisión condicional y una multa de 500.000 euros por unos 1,7 millones de euros de impuestos atrasados. Y su situación declinó aún más cuando su exsocio Hans-Dieter Cleven le envió un comunicado a la prensa alemana informando que le reclamaba el pago de 42 millones de dólares.

Hoy, de acuerdo al tribunal, Becker es insolvente y jueza Deborah Taylor, ante quien comparece desde el lunes pasado, advirtió al jurado que “deben dejar de lado todo lo que hayan escuchado o cualquier idea preconcebida, incluido cualquier cosa sobre el acusado y comenzar con una página en blanco. Deben ignorar la celebridad del acusado y tratarlo de la misma manera que a alguien de quien no han oído hablar y que no es público”.

Ahora, el alemán está inmerso en un terreno pantanoso. Legalmente puede purgar una condena de siete años en prisión. Becker, ante el partido más complejo de su vida.